Espejos de agua sobre las oquedades de las rocas
convertidas en esponjas
en esa montaña de subida al castillo de Cullera,
piedra a piedra,
arbusto a arbusto,
ladera a planicie
y arriba donde viejas murallas
resisten e impotentes esperan
el parcheo con que resucitar su grandeza,
y arriba se ve una mar inmensa
y unos campos acotados
en los que las aguas de temporada
en ellos hacen su función de hermanas de la tierra,
todo es silencio y calor,
golpeamos el suelo
con la herramienta que nos sirve de apoyo y seguimos observando
la caída de la mañana
por estos terraplenes que descansan sobre las casas que hacen de cremallera.
Estamos en abril de aguas mil
y solo esta noche
el cielo dejó caer con su presencia
un poco de agua
con que lavar el suelo ya polvareda
y hemos sentido la llamada de la tierra
con el haz de luz que nos levantó de la cama
para que nuestro cuerpo se hiciera a la idea
de que hoy sin grandes grandezas
era día de tocar la estratosfera
aunque solo fuera por aquello de quedarnos contentos
antes de que la ilusión óptica desaparezca,
y así cuela
eso de hacer escuela
y de ir
a tomar contacto con la naturaleza,
que resabiada ella
nos espera
para ver si nos causa grata sorpresa.
convertidas en esponjas
en esa montaña de subida al castillo de Cullera,
piedra a piedra,
arbusto a arbusto,
ladera a planicie
y arriba donde viejas murallas
resisten e impotentes esperan
el parcheo con que resucitar su grandeza,
y arriba se ve una mar inmensa
y unos campos acotados
en los que las aguas de temporada
en ellos hacen su función de hermanas de la tierra,
todo es silencio y calor,
golpeamos el suelo
con la herramienta que nos sirve de apoyo y seguimos observando
la caída de la mañana
por estos terraplenes que descansan sobre las casas que hacen de cremallera.
Estamos en abril de aguas mil
y solo esta noche
el cielo dejó caer con su presencia
un poco de agua
con que lavar el suelo ya polvareda
y hemos sentido la llamada de la tierra
con el haz de luz que nos levantó de la cama
para que nuestro cuerpo se hiciera a la idea
de que hoy sin grandes grandezas
era día de tocar la estratosfera
aunque solo fuera por aquello de quedarnos contentos
antes de que la ilusión óptica desaparezca,
y así cuela
eso de hacer escuela
y de ir
a tomar contacto con la naturaleza,
que resabiada ella
nos espera
para ver si nos causa grata sorpresa.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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