Vienen en la noche los poemas a nacer
entre sombras y avaricias,
condenados con un dedo
y resucitados con un soplo de vida.
Son pequeños hijos e hijas,
excelentes criaturas
que se dejan llevar
de las manos de los poetas
y se llenan
de los encantos de la vida,
de las pesadumbres y de las tristezas
que en las almas habitan.
Es certero que con la sumisión
de los poetas
ya convertidos en maestros
de ligeras partituras
de una música leve
que a nadie llena con sus melodías,
los poemas se disuelven
y terminan tendidos
tal si fueran ropa sucia,
de cualquier rama de un abeto
de esos que hay en los caminos
que llevan hasta las sepulturas.
De la claror al inhóspito negror
que nos rodea donde estemos
los poemas recogen sus virutas,
se sienten ellos llenos
del dolor del clavo duro
cuando entra atravesando
el hueso de la vida
y de la dureza del acero
en los forjados que elevan
los rascacielos de los sueños
sobre los suelos
en que los amantes se desnudan.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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