La piel fina del mar
entre corrientes me lleva,
sacude mi cuerpo, lo zarandea,
de mis males me alivia,
es un bálsamo que en todo
de placer me llena.
Me sumerjo en el agua,
contemplo la belleza
de esos lugares embebidos de misterios
mientras las olas me golpean
a su gusto soy un náufrago
a la deriva,
solo Robinson Crusoe
me gana en experiencia.
Tan suave al tacto el agua
cuando llegan las tormentas
y el mar se encabrita de veras
de nada vale
mostrarse de otra forma
que no sea cauto
y con la vista puesta
en no perder la paciencia
hasta que todo vuelva
a su estado inicial
de nula inercia.
La mar amores corteja,
rompe matrimonios
y crea rencillas eternas
entre quienes
en las mismas aguas pescan.
Enamorado del mar
es una canción de Jorge Sepúlveda,
con plegarias a la Virgen del Mar,
con un toque especial
que si se oye pega.
Rompe la mar enlaces con la tierra,
a las embarcaciones fustiga,
las hace con sus locuras sus prisioneras,
destroza sus quillas y cubiertas,
rasga velas
se engulle las vidas
de quienes sobre las cubiertas
trajinan intentando poner a salvo
sus pertrechas pertenencias.
Se convierten los mares
en camposantos
sobre los cuales reina
la piel fina del agua
que todo lo envuelve
y todo se queda.
Sabrosas cenas celebran
en las profundidades marinas
las almas de quienes
ya muertos por allí bregan.
Sobre tapetes de algas coralinas
y de color azucena,
se sirven ostras vivas y almejas,
cangrejos, centollos y vieiras,
peces crujientes,
calamares y sepias,
todo acompañado
de vinos rescatados
de pecios que naufragaron
para cuando navegaban
camino de la Roma eterna.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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