En este día llueven las entradas
en algunos poemas que suenan a hojalata
hierro, arsénico, oro y plata,
mientras mean los gatos en la esquina de las casas,
y los perros husmean
allí donde piensa que está su amada.
Que cosas la de estas nuestras vidas
en las que los hocicos mandas
y el amor se convierte
en el aroma de un fluido
que ni a las moscas espanta.
El sexo es esto,
aunque algunos piensen
que es una cascada
si de verdad se mira la intensidad,
es el estallido de una carcasa
que de repente explota
para levantar sonrisas y carcajadas.
No me miro,
no me noto,
de mi no se nada,
a veces pienso
que soy el calco
de aquel otro que por la calle pasa
y me mira de reojo
como queriendo decir
¿Coetáneo que te pasa?
Ocurre que los pinos se talan,
que los avarientos con sus troncos
se hacen casas,
que los pueblos se despueblan,
que los molinos de la España
por todos olvidada
sirven para llenar las arcas
de aquellos que entran y salen
por las puertas falsas
y entre ellos se quieren y aman,
aunque luego se peguen garrotazos
con bastones de lana.
Que bien viven sus señorías
de espaldas al pueblo que les paga.
Todos son diferentes
y muy iguales en sus hazañas.
En tiempos de mis padres
cuando se labraba
con la vertedera romana,
todos ellos se hubieran quedado
acarreando moñigos de las cuadras,
pues para trabajar hace falta
honradez, genio y traza.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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