Babilonia tuvo
un jardín flotante,
unos palacios de escándalo,
rapsodas y princesas,
concubinas y eunucos,
que se pasaban el día soñando,
con poseer a mujeres
que eran tal dulce de romero
y miel en caña
del color de la diorita
con la que se elaboraban las esculturas
de los reyes y sus concubinas
Tuvo la ciudad
su corte de aduladores
y tiranos,
un río turbulento
estatuas de piedra
y escritura cuneiforme
que solo entienden
los arqueólogos afanados.
Una citara toca
el viento que pasa raudo,
que despeina pesares,
que deja sonidos que rompen
la monotonía de los días diáfanos.
Dulces los días de vientos suaves
me lleno con su contacto
y sabores que se van degustando
cuando se flota una lámpara
y sale de ella un yinn
que concede deseos
a quienes son de él su amo.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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