El río estaba contaminado,
la comida era un asco,
cincuenta inmigrantes
habían desaparecido
bajo las aguas del Mediterráneo
y alguien me pide que haga
un poema de amor,
de esos que sean del agrado
del selecto público
que acude a diario
a este escaparate de poetas
donde un mastín
se viste de largo,
en su primera salida
tras de un rebaño
de ovejas y de cabras
con un cabron que brama
para demostrar que es el amo.
Me veo en el Medievo,
peinando desamparos,
detrás de un castillo amparado
a la espera que pase el rayo
de la Santa Hermandad
trayendo fuego y rayos.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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