Se nos van unas cosas
y quedan otras.
Lo uno por lo otro
si sacamos cuentas,
quedamos en tablas
y nadie tiembla.
Tenemos "ch" y "ll",
llueva o no llueva,
mientras la IA
retenga estas letras.
Cada vez
pienso más
que con nosotros
alguien juega,
que se coarta
la libertad
para usar de la lengua
tal y como nos nazca
de la mismísima pera.
Me preocupa
el tema este
de los idiomas
y de las lenguas,
cada catorce días
muere un idioma,
saquen cuentas.
Ahora le toca la fea
a la "ch" y a la "ll"
se elimina en el abecedario
su presencia
y esto no es nada,
es el comienzo
de algo que duela
o no duela
nos hace pensar
que comenzó la fiesta.
No hagamos apuestas
pero nos queda
no más
de un par de décadas
para pasar a ser
una reliquia
como aquellas
de Santa Teresa.
Mañana igual la "h"
es verdad
que muda queda,
sin más ropaje encima
que el frío
de las más terrible
de las tinieblas.
Algunos expertos dicen
que no está mal la apuesta,
por aquello de que
la "rr" la "qu" y la "gu"
no han gozado
de las mismas prebendas.
De todo hay
y de que manera,
Juan Ramón Jiménez y Zenobia
se saltaban las reglas
y de ellos salían estas perlas,
ni "ce" o "ci" sino "ze" o "zi",
ni "ge" o "gi" sino "je" o "ji"
y a ver quien les cantaba a estos
amigos de las letras,
las cuarenta.
Desde siempre
a los poetas como innovadores
que son de la lengua
se les ha permitido ciertas licencias.
Caballero Bonard
escribió Entreguerras
despreciando
a la gramática
de todas las épocas,
sin puntos ni comas
ni nada que se parezca
a lo que en cualquier texto
se encuentra.
Sepan
y esto si que aterra
que hay
unos cuarenta idiomas
hablados por una sola persona
y esto si que es
una verdadera pena.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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