Malas guerras son todas,
malas guerras mil,
malas guerras son
en las que uno ve
a su amada quedarse
y él partir.
Malas guerras,
mal asunto,
mal, mal,
malo, sí,
guerras que nadie gana,
que dejan un paisaje gris,
de muertos y destrucciones,
de lisiados con poco
con que poder vivir.
Una guerra, dos, tres, cuatro,
alguien a costa de ellas
sabe vivir,
proporciona lo que se le pide,
ahora artillería, ahora obuses,
ahora aviones, ahora cañones,
ahora gas, ahora tecnología punta,
en un abrir
de ojos,
en un abrir,
se ven volar, ir y venir,
miembros mutilados,
cartas de amor,
asuntos sin resolver,
deudas y embargos,
besos de madres y un sinfín
de objetos de procedencia
indeterminada
que serán un festín
de los arqueólogos de un futuro
intentado descubrir
de que cultura eran los restos
y el por qué fue
a parar por allí,
una dentadura perfecta
sin más desperfecto
que el esmalte de las muelas
y la raíz.
Páseme una copa camarero
y que sea de anís,
para hacer aguardentados
con que servir
una cena interesante
entorno al mal que se deja intuir
allí donde todo es algo más
de lo que en un poema
se viene a describir.
Tómese lo que quiera
yo pago por aquí
con la única moneda que tengo,
el aprecio se mide así
con buenas voluntades
y es un decir,
estirando de la manta
para ver lo que hay allí
donde la imaginación
nos viene a decir
que nada de nada
y que el poema acaba aquí.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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