Me tientan las mañanas
que como esta
se abren en mi alma,
ya todo queda
aquí condensado,
no falta nada
para que los niños vayan
de camino a la escuela
que hay cerca de mi casa.
No queda nada
para que pase el barrendero
con una aspiradora
que chupa
los males de amor
y las cercanas batallas
donde todos ya sabemos.
Ahora pasa el camión
que reparte pasiones,
que en su cabina
se declaran,
cuando mete la tercera
y se oye un quejido
que le sale al motor del alma.
Estamos en esta mañana
adivinando,
sin mirar
a ver lo que pasa.
Oigo lo de siempre,
ahora un quejido,
el de una gata preñada,
que ya no entra
por la gatera,
y es que el amor desmedido
la ha dejado fuera de casa,
y se oyen sierras
que cortan las ramas
de ese árbol que mañana
no será más refugio
que una trinchera abandonada.
En otros lugares a estas horas
es verdad que se mata
y es verdad que yo no hago nada,
ahora me llega
que nos quitan del abecedario
la "ch" y la "ll",
ya nos quitaron los sabuesos
de las letras bien pagadas,
la "qu" la "gu" la "rr"
y con la "h"
ya se sabe lo que pasa,
es muda y melosa,
es la señora de muchas casas,
y si no se la quiere
y si no se la trata,
nos quedamos a dos largas
de entrar en la meta
con la camiseta mojada.
Me vuelvo a mi quehacer
de novicio de convento
de rezar cantares de ranas,
a ese que me traslada
de un polo
con sabor a naranja
a un mantecado
con nata.
Mi esperanza es que llueva,
sin grandes amenazas,
que se llenen las calles
de paraguas,
que todos seamos un color
de esos que se alzan
para decirle a las nubes,
" que quienes de ellas se atrevan,
ya se sabe
lo que por aquí pasa",
y es que si llueve con ganas,
hay fiesta
para cuando aparece
el de siempre,
ese que paga
a escote en la barra.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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