Podría hacer algo más
de lo que estoy haciendo,
pero a mi no me importa
no hacer nada.
Nada es también
estar escribiendo,
y es que para uno el escribir
es más que un oficio de tinieblas,
es algo que nace
por allí donde pululan
los pensamientos.
Si no nos adiestramos
en tener a los pensamientos
entre las letras sujetos,
seguro que alguno se nos escapará
y nos quedaremos como lelos.
Ayer fue un día de esos
de salida al campo
para recolectar setas,
níscalos
y fue bien el día
surgían por todos los lados,
como si fueran conejos,
pero lo mejor de todo
fue la comida,
un menú de esos baratos,
en que comimos
de primero
arroz caldoso con cordero
y de segundo
ternera en su punto,
el que quiso el cocinero.
No hubieron postres
y si café
de esos
que te dejan por dentro
como para andar de nuevo
20 kilómetros.
Un vino tinto
de alta graduación,
cepas autóctonas
del pueblo,
recuperadas después
de un buen escarmiento,
puso en todo esto su acento
y lo más agradable del instante,
en que se nos caía
encima el cielo,
fue la llegada de trece ciclistas
que venían de rodar
por carreteras
que si no llevan al infierno,
es porque Pedro Botero
estaba por esos instantes haciendo
a las calderas remiendo,
poniendo lañas y tapando agujeros
Un hombre del lugar
entrado en años
nos comentaba
como había cambiado todo esto.
Decía que el pueblo tenía una fuente
que continuaba en el lugar,
por aquello
de que es un monumento,
pero que por la carretera
ya no pasaban arrieros,
ni bohemios,
ni paladines
en eso de escribir un verso
al monte cercano,
con pinos en su cerro.
Recordaba este hombre
en todo sincero
que por allí se dieron batallas
y desencuentros,
y que unos ganaron
y que otros perdieron,
y cuando le vi caer una lágrima
pensé
que ya sabía yo
de que iba aquello.
Nos despedimos rayando ya el sol
por encima de un cabezo
y entre fotografías del encuentro,
y algún que otro abrazo
le dijimos al camarero,
¡sepa usted que volveremos!
El hombre muy movido en esto
de usar de la filosofía práctica
para sacar pecho,
nos hablo como si fuera un orador
del parlamento,
y nos despidió con aquello de,
"Novia tuve
y se marchó
a comprarse un sombrero
y por aquí ando yo esperando
que vuelva
al menos
para recoger el velo"
Un día de estos volveré,
dije,
ya el coche en movimiento,
pues el no hacer nada
a lo que veo
no es ni recomendable ni bueno.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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