No existe si no digo nada,
no existe el ser,
no existe la mirada,
existe lo que se toca
el barro y la caña,
la corriente
y la furia,
lo que daña.
Vino ella y se dejo
no querer,
se dejo odiar,
y es que entraba
y arrancaba
y es que estuvo
y está,
no se marcha,
es el agua con su lodo,
el tarquín,
la charca,
la infecta laguna
trasquilada, podada
absorbida por el cieno,
así pasa,
tanto de todo
que casi nada
es imaginable
si no se avanza
por esas calles empreñadas
de preguntas sin respuestas,
de tardanzas,
de que demonios
desesperos
en las almas
de las gentes atormentadas.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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