viernes, 23 de septiembre de 2011

HISTORIA DE UN GURRAPATO

Tiene que ver este escrito con nuestra habla de aquellos días en que el frío cabalgaba por todas las habitaciones de la casa y en las despensas las telas de araña se dejaban ver como si fueran un elemento más del habitáculo.

Ser pequeño y haber crecido entre buenas y sencillas gentes que eran capaces de dar lo poco que tenían con tal de remediar los males del prójimo me hace feliz, como también me lo hace el haber construído, al mismo tiempo, en aquellos días de  carencias, "gurrapatos" sobre las páginas de las deslomadas libretas, con una punta de lápiz que había que chupar en la lengua con tal que de que la impronta del carbón dejara su trazo sobre el papel

Mi pimer gurrapato fue una línea larga que se salía del papel y terminaba por aterrizar en la mesa camilla sobre la que yo dibujaba mis primeras vocales. Eso si, fue una línea de trazo seguro, de buena endidura y de una anchura lo suficientemente amplía como para poder decir que ya, por aquellos momentos, yo estaba preparado para comenzar mi aprendizaje en el noble arte de la escritura.

No se ni el como ni el porqué hablo de esto. Quizás sea porque  alguien ha entrado en este blog usando las palabras: "Gurrapato Cuenca". Quizás debido a ello he refrescado  mi memoria y me he dicho voy hablar ahora mismo de aquel mi primer gurrapato y de aquella mi primera explosión de artista cubista en la era de la tecnocracía llevada a cabo en España por ministros franquistas del ala conservadora del "opus dei"

Mi primer  gurrapato no molesto a nadie, quizás mis padres vieron en ello alguna gracia y quizás también si aquella mesilla redonda se hubiera conservado tendría todavía aquel trazo que solo los pinarejeros somos capaces de dibujar cuando nos empeñamos en algo.

Los hay que han crecido y nunca han podido ir más allá de esos primeros trazos pero no por ello se tienen que considerar  inferiores ni menos queridos. De esos los hubo y muchos en mi pueblo. Se les llamó con el nombre de analfabetos pero ellos no lo sabían y gracias a esa falta de sintonía con el mundo exterior vivieron a sus anchas y criaron a sus hijos y los hubo también que a lo poco que fueron a la escuela aprendieron lo suficiente como para defenderse  y no dejarse avasallar por los poderosos, también los hubo, sin lugar a dudas, que tuvieron la suerte de progresar y a sabiendas o no sabiendas de la suerte que la vida les había confiado se olvidaron de sus lazos con el pueblo y se alejaron de sus orígenes, pero a mi los que más me impresionan son los que defendían lo suyo con los dientes y aunque utilizaban la impronta del dedo para firmar, sabían tanto o más que aquellos otros que se las daban de listos.

Puede ser que a estas alturas del siglo XXI los parámetros  que miden la sabiduría de las personas no tengan que ver nada con aquellas cuatro reglas y lecciones magistrales que hombres y mujeres mal pagados nos enseñaban en las escuelas, pero por favor señores y señoras que se dedican por entretenimiento a la política no digan el nombre de Dios en vano ni mal usen sus desprestigiadas palabras para poner mal y hablar mucho peor de los queridos  y queridas maestras.

GURRAPATO Especia de letras encadenás, con las que intentan demostrarnos que el güacho sabe escribir

José Vte. Navarro Rubio

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