Solo quedan silencios
que impregnan las paredes
aunque todavía hoy creo oír
cuando el agua cae sobre las tejas
esa alegre melodía
con la que nacía y moría el día
en el Castillo de Garcimuñoz
por aquellos tiempos de maitines y laudes.
por aquellos tiempos de maitines y laudes.
La historia está escrita
en esas piedras y en esos escudos
y en esos camposantos
donde descansan las tumbas
de personas anónimas
que dieron su vida
sin saber a duras penas
que había más allá de esos confines
llamados casas, pueblo, tierra, amigos y familia.
Y cuando vuelves la vista
y miras
hacia esos lugares donde la inhóspita piedra
ya solo es declarada ruina
sientes dentro del alma angustia viva.
Y se quedan allí
de centinelas perpetuos
otra vez los silencios
solo rotos momentaneamente
por adoctrinadas aves
que vienen a construir su nido
al amparo de los recónditos agujeros
emergentes en las piedras desnudas.
Ay, si las piedras hablaran,
¿Si las piedras hablaran que dirían?
¡Si las piedras hablaran estarían vivas!
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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