En mi pueblo las mujeres blanqueaban
las paredes con cal
y en ellas el sol se venía a reflejar
cuando pasabas por las calles
con ganas de llegar a algún portal
para coger el botijo y quitarte esa sed
que se cogía al paladar
y no te dejaba ni hablar.
La ropa se venía a lavar
con el fin de blanquear
y extendida sobre juncos
daba gusto ver como el aire y el sol
la venían a secar
y ya las mujeres de vuelta al pueblo
terminaba por ese día
la faena fatigosa de restregar y restregar
la ropa sin cesar
hasta que hasta le salía
su color original.
El blanqueo ahora
se hace con capital
que va y viene
y nunca se sabe donde está
y a lo más seguro
que con poco que se le venga a buscar
se puede encontrar
donde menos lo pienses
ya sea casa de tesorero,
duque o menestral
que de pronto heredó en las Americas
una fortuna que nadie le podrá reclamar.
El verbo blanquear
se debería llamar
de otra forma más peculiar
con tal de salvar
el honor y dignidad
de aquellas nuestras madres
que si levantarán la cabeza se preguntarían:
¿y todo eso sin jabón ni cal?
Bárcenas blanqueó
y lo hizo de una forma original
a ver quien le toca
esos 11 millones de euros
que en España están
y el en el juzgado él ha dicho
que son suyos y de nadie más.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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