Allí están
las Casas Colgadas de Cuenca
en mil posturas
y colores con tal viveza
y destreza en su cintura
que ellas resaltan
sobre blancos, verdes y amarillos
como si todo el mundo viniera a ser
parte de su vida.
Y es espacio de piedra viva
sobre el que un rey un día
las vino a concebir
en su gracia infinita.
Es algo más que materia muerta,
yo diría mejilla
de una doncella,
que la viene a engalanar,
y a destetar
con teta dura
en esas mañanas de los inviernos
en que la nieve cae
y se precipita
o en esas noches
de sarmientos en la lumbre
en que las moscas zumban
y las avispas buscan cobijo
bajo alguna losa oculta
donde pasar sus desvelos
antes de que el frío se las lleve camino de las alturas.
Una roca,
o una abrasa
o una piedra,
o un marco de ventana de madera podrida,
o solo hierro forjado,
o agua de un caño,
o de una losa
con una pisada en ella oculta.
O lo que sea,
vino negro,
cerveza con espuma,
resoli dulce como las uvas,
jamón a tacos,
queso en aceite
y camposantos donde ir a recogerse
cuando Dios venga a decir se acabó tu vida.
De todo un poco
ya sea en cuadro pintado con pinceles,
teja dura,
botijo de cerámica relamida,
tabla de madera,
cortina de seda sin costuras,
pared, techo,
sala de lecturas
o museo abstracto
en el cual reposar en una pared
para ser vista.
En la tardanza estás,
en la noche te ocultas,
en la mañana te vienes
y en las tardes duermes
mientras otros te fotografían.
Fuisteis y eres y serás
no te quepa duda,
y si por alguna de aquellas
te retiras
y en ello se te va la vida
vuelves a tu rutina
y a ser sonido de campana
o canto de borracho
aullando bajo la luna.
Vuelvo a la ciudad a ciegas
y a escondidas
por cielo y tierra
y a falta de mar
por aguas embalsadas
que en su remontada
se muestran caritativas
y me arrastran entre murmullos
y hoces
de alturas
en forma de cuchillas
hasta ese lugar cercano
a tiro de piedra,
o canto de grulla,
desde el cual la veo
despeinada y rendida,
con ojos negros
y peineta de mora oculta
que demuestra miedos eternos
a las águilas
y a las palabras
que junto a unas portadas pronuncia una bruja.
¡Oh como temí
subir hasta las alturas
y descubrirte colgando no colgantes
y amada no queridas
y cogida no llevadas
y sentida
como un clavo al rojo vivo,
como un suspiro
o como una lágrima viva,
como piedra dura
o como alma de faquir
o como cadena de fantasma
o grillete de preso
encarcelado en cueva sin ruido
ni presencia de luz alguna!
¡Oh como la catedral
os anima
a que continuéis allí
siendo sobre el abismo
quietud y prontitud
de las cámaras fotográficas
que os deslumbran!
¡Oh, oh, oh, turistas
de gaseosas, coca-colas,
jamón fino como una cuchilla,
de poco andar
y de entender lo justo
para una vez ya de partida
escribir en algún diario
en Cuenca vi unas casas sobre unas cornisas!
¡Oh de los poetas muertos,
club de alta estima
desde Federico Muelas
a cualquier otro
aunque solo diga
Cuenca, colgadas o queridas
y aunque sea a ladrido de perro
a vómito de alcohol fermentado en una cuba
o graznido de ave negra
cruzando por las peñas desnudas!
¡Oh, lo que me lleva!
o lo que me trae
o lo que a ti te gusta,
o lo que sentimos,
o lo que odiamos,
o lo que prometemos,
o lo que no cumplimos,
o lo que pretendimos ser,
o lo que somos:
parte de un grial,
parte de una sábana,
parte de una manta,
parte de una ternura,
parte de tanto ser,
parte de tanta estima,
parte de tanto pretender,
parte de llegar,
parte de abrir
y parte de soñar una locura!
Autor de la poesía: José Vte.. Navarro Rubio
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