De todos
los bohemios que han residido en Notting Hill a lo largo de los años
ninguno fue más quijotescamente pintoresco que John Gawsworth,
el alcoholizado rey Juan I de Redonda. Gawsworth heredó el reino
de fantasía del escritor Matthew Phipps Shiel (1865-1947), quien
emigró a Gran Bretaña en 1885 desde las Islas Leeward,
donde había sido coronado rey Felipe I de Redonda -una roca volcánica
de una milla de longitud- el día de su decimoquinto cumpleaños.
Shiel tuvo una carrera literaria erráticamente exitosa por medio
de la cual disfrutó de la amistad de R.L. Stevenson, Arthur Machen,
Ernest Dowson y otros literatos de su época y vivió durante
un tiempo en St. Charles Square, al lado de Ladbroke Grove.
El rey Juan, que poseía
sangre irlandesa, escocesa y francesa, fue bautizado Terence Ian Fytton
Armstrong en el número 97 de Gunterstone Road, Kensington, el
29 de junio de 1912. Se educó en la Merchant Taylors' School
y vivió primero con su madre en Colville Gardens W11 y después
en el número 40 de Royal Crescent, Holland Park. Fytton Armstrong
se convirtió en un coleccionista fanático de material
literario: autógrafos, cartas, manuscritos, apuntes y ediciones
firmadas. Tras dejar el colegio, el Book Boy, como era conocido,
alquiló una habitación en un sótano en el número
17 de Sunderland Terrace W2 y se embarcó en el estilo de vida
bohemio de un poeta erudito. Trabajó en una librería del
Soho, después para el editor Ernest Benn y con poco más
de 20 años ya había publicado varios folletos de poesía,
recopilado biografías de escritores a los que admiraba, escrito
una biografía de Machen y editado una serie de antologías
de historias de terror y misterio. Adoptó el nombre de John Gawsworth
como seudónimo romántico en honor a su descendencia de
la familia Fitton de Gawsworth Old Hall en Cheshire (Mary Fitton es,
según se dice, la "Dama Oscura" de los sonetos de Shakespeare).
En 1931, cuando tenía 19 años y trabajaba de empleado
para un editor de Fleet Street, John Gawsworth había escrito
a Shiel, que por entonces ya iba camino de los 70 años, y se
había convertido en su principal bastión: le ayudó
a obtener una pensión civil y cabildeó con los editores
sobre sus libros. Aunque Shiel reinó como Felipe durante 67 años,
consideraba Redonda como un asunto principalmente privado; pero el sagaz
y ambicioso Gawsworth, nombrado Poeta Laureado del reino, pronto asumió
el papel de éminence grise. En 1936, en la casa de campo
que Shiel poseía cerca de Horsham, Sussex, Felipe y Gawsworth
se cortaron las muñecas derechas con una navaja y mezclaron su
sangre. Mediante este ritual, del cual fue testigo el escritor Edgar
Jepson, Gawsworth se convirtió en el heredero de Shiel. Cuando
Shiel murió, el 17 de febrero de 1947, Gawsworth accedió
al trono como Juan I, dispuso su propia coronación y comenzó
un reinado voluble, manteniendo su "corte en el exilio" en las tabernas
y bares del Soho y Fritzrovia. Posteriormente el pub Alma, en el número
175 de Westbourne Grove W11, se convirtió en el cuartel general
de Redonda.
Durante el reinado de Shiel,
varios escritores, incluidos Jepson, Lawrence Durrell y Henry Miller,
fueron nombrados nobles, con Gawsworth en funciones de regente. Como
rey Juan extendió esta costumbre, creando así una aristocracia
intelectual para perpetuar la memoria de su predecesor, emitiendo documentos
reales en papel antiguo veneciano. Arthur Machen, Rebecca West, Julian
Maclaren-Ross, Arthur Ransome, Victor Gollancz y otros muchos autores
fueron recompensados con ducados y títulos de caballero en reconocimiento
a sus servicios a Shiel o al reino.
En 1938, este pelirrojo
y delgado prodigio con cara de zorro y nariz partida de boxeador se
convirtió en el miembro más joven de la Royal Society
of Literature. Vivía cómodamente en un piso en el número
33 de Great James Street, Bloomsbury, con su primera mujer, la periodista
del Daily Mail Barbara Kentish, y se relacionaba con escritores
como T.E. Lawrence, Edith Sitwell y Dorothy L. Sayers. Lawrence Durrell,
cuatro meses mayor que él, se sintió inmediatamente atraído
por los modos y maneras profesionales de Gawsworth cuando se conocieron
en 1932. El servicial Gawsworth ayudó a Durrell a publicar sus
primeros poemas. Años después, como tributo, Durrell escribió:
"Yo era un absoluto novato en asuntos literarios, además de un
provinciano, y ese encuentro fue muy importante para mí ya que
encontré en Juan I a alguien que ardía con una intensa
llama, justo lo que yo quería para mí mismo…".
Tras fundar dos revistas
literarias y tratando siempre de sacar de apuros a escritores olvidados,
Gawsworth, que sufría de dipsobibliomanía, se convirtió
en uno de los principales personajes de la capital. Conocido como "el
último jacobino", fue un ardiente republicano irlandés
y, tras servir en la India durante la guerra, un nacionalista hindú
que se convirtió al hinduismo. El poeta John Heath-Stubbs, nombrado
duque de Redonda en 1949, escribió: "Se decía que existía
una superstición en Fleet Sreet según la cual si te encontrabas
a Gawsworth dos veces en una misma mañana te morirías
en el transcurso de ese mismo año y él sería tu
albacea literario".
El sólido verso neogeorgiano
de Gawsworth, que seguía la tradición lírica de
Ernest Dowson y Lionel Johnson, era la antítesis del desolado
modernismo social de los años treinta. A pesar de resultar anacrónica,
su prolífica producción fue admirada en su día,
pero tras su servicio en las Fuerzas Aéreas durante la guerra
no fue capaz de cumplir las promesas de su juventud precoz. Aunque sus
Collected Poems aparecieron en 1949 y fue un editor audaz y competente
de Poetry Review desde 1948 hasta 1952, su ulterior carrera se
vio truncada por un prolongado descenso hacia el alcoholismo. En los
años sesenta, cuando vivía en el número 35 de Sutherland
Place, Notting Hill, estaba ya en plena cuesta abajo: sus publicaciones
se habían reducido a un efímero goteo en conmemoración
de sus mentores ya fallecidos. El "viejo y empedernido hombre de letras
diabético, siempre rebuscando entre las estanterías y
mis archivos personales", como él mismo se describía,
vivía de la venta de libros y manuscritos, y una buena cantidad
de las ganancias la destinaba a emborracharse.
Cuando se sentía
deprimido, Gawsworth visitaba la iglesia de St. Mary of the Angels,
situada frente a su casa, y besaba el pie de la estatua de St. Joan:
tanto él como St. Joan, decía, habían sido víctimas
de la persecución inglesa. En 1968, tras aceptar cierta suma
de dinero por abandonar Sutherland Place, Gawsworth se convirtió
en un auténtico sin techo y pasó a depender de la caridad
de sus amigos y de su consorte, Eleanor Brill de Peel Street W8, a la
que se refería como "Queen SJ" —subjudice, ya que
el rey nunca llegó a desposarla.
A principios de 1970, tras
un llamamiento a favor del poeta indigente, la BBC realizó un
documental sobre Gawsworth para Late Night Line-Up. El rechoncho
Gawsworth, apoyado en un bastón, es mostrado visitando a antiguos
amigos literatos y paseando por las calles del Soho y Bloomsbury con
gran dignidad. Hacia el final del documental, cuando saluda a Durrell
en un pub londinense, Gawsworth está borracho como una cuba.
Ese mismo año, tras
habérselas arreglado para echar mano de 1.400 libras provenientes
de los fondos de una colecta, Gawsworth pasó varios días
de parranda en el Alma, seguidos de una estancia cerca de Florencia,
donde se enamoró, y que terminaron con el poeta en el hospital
con úlceras sangrantes de estómago. Los años de
alboroto y desmadre se cobraron su inevitable peaje y Gawsworth murió
tres meses después de regresar a Inglaterra, en el Brompton Hospital,
el 23 de septiembre de 1970. Tenía 58 años.
Tras su muerte, el Reino
de Redonda cayó en la confusión. En 1958 Gawsworth había
puesto el reino a la venta mediante un anuncio en The Times por
un precio de 1.000 guineas. Al anuncio le siguió una avalancha
de cartas y telegramas procedentes de todo el mundo, e incluso un miembro
de la familia real sueca envió 50 libras como depósito;
pero, sintiendo que estaba "vulgarizando un reino noble", Gawsworth
retiró la oferta. Se cree que en 1960 Gawsworth pasó la
corona a Dominic Behan, hermano de Brendan, pero el dramaturgo inglés
no fue sino uno más de los candidatos elegidos para convertirse
en su heredero.
La mayoría de los
eruditos redondinos reconocieron al editor y escritor afincado en Sussex
Jon Wynne-Tyson (rey Juan II) como el albacea literario de Shiel, y
a Gawsworth como el sucesor más adecuado. Junto con algunos de
sus cortesanos, incluido el bibliógrafo de Shiel A. Reynolds
Morse, Juan II tomó tierra en Redonda el Viernes Santo de 1979,
y juntos llevaron a cabo la difícil ascensión a su cima
de 971 pies de altura. En 1997, a los 73 años, Mr, Wynne-Tyson
abdicó en favor del eminente novelista español Javier
Marías. Entre los distinguidos artistas y escritores honrados
por Marías, que reina como rey Xavier I, se encuentran Francis
Ford Coppola, duque de Megalópolis, el cineasta español
Pedro Almodóvar, duque de Trémula, A.S. Byatt, duquesa
de Morpho Eugenia, William Boyd, duque de Brazzaville, el escritor cubano
Guillermo Cabrera Infante, duque de Tigres, y el novelista alemán
W.G. Sebald, duque de Vértigo. Además, Marías ha
creado un sello editorial para homenajear a los escritores relacionados
con el reino. Shiel y Gawsworth se han ido, pero el Reino de Redonda
parece imperecedero.
Roger Dobson
Inside
Notting Hill, mayo de 2001
Traducción: J. Pedrero
FUENTE:http://www.mgar.net/docs/redonda.htm
El reino de Redonda:
Su primer rey fue Felipe I (Matthew Phipps Shiel). Su padre, banquero de origen
Su primer rey fue Felipe I (Matthew Phipps Shiel). Su padre, banquero de origen
irlandés, compró el territorio para celebrar el nacimiento en
Montserrat de su primer varón. La Oficina Colonial Británica no
reconocía sus derechos de posesión pero no se negó a que los Phipps
utilizaran el título de Rey de Redonda. Tras la muerte del primer rey
(1947), su amigo y discípulo John Gawsworth heredó el reinado y los
derechos de los libros. Adoptó el nombre de Juan I (el escritor John
Gawsworth había nacido en 1912 como Terence Ian Fytton Armstrong).
Gawsworth nunca visitó la isla, otorgó títulos y cargos en función de
sus deudas, y vendió el título de rey a varios compradores.
Muchas decisiones etílicas del segundo rey fueron reprobables, pero
inauguró la idea notable de mantener una aristocracia literaria.
Juan II (John Wynne-Tyson), único heredero literario y legítimo de
Gawsworth, propuso a Javier Marías que se hiciera cargo del título, por
su contribución a difundir la historia de la isla y el legado literario
de sus monarcas.
Javier Marías:
Desde hace casi una década mi amigo Javier Marías es rey de Redonda. Por
una de esas voluntariosas carambolas literarias un escritor republicano
se ha visto coronado rey de una isla fantasmal y fantástica. Ahora otro
azaroso destino ha querido que Xavier I, H. M. King of Redonda, sea
elegido miembro de número de la Real Academia Española. La primera parte
de esta caballeresca acción podría ser muy bien el comienzo de un
cuento de Borges, en
el que un joven rey va a la busca de su reino, se pierde en un dédalo de
corrientes marinas, y pese a intentarlo con perseverancia, el reino
siempre le resulta inalcanzable.
(Marcos-Ricardo Barnatán en el noveno aniversario del nombramiento,
06/07/06)
Hablé [en Negra espalda del tiempo] del oscuro escritor
londinense John Gawsworth, quien prometió mucho de joven, combatió como
piloto en la Segunda Guerra Mundial, anduvo por Egipto, Argelia, Túnez,
Italia y la India, se casó tres veces sin descendencia, no escribió
finalmente lo que prometía y acabó sus días como un mendigo, a la edad
de cincuenta y ocho años. También fue rey, de la isla de Redonda. Esta
isla existe, aunque es tan diminuta (menos de tres kilómetros cuadrados)
que no siempre figura en los mapas. Está en las Antillas, la descubrió y
bautizó Colón en su segundo viaje y pertenece a las llamadas islas de
Sotavento. Se halla cerca de dos islas mayores y más conocidas: la
volcánica Montserrat, y Antigua. Política y territorialmente forma parte
del Reino Unido, que se la anexionó, adelantándose a los americanos,
cuando a ambas potencias les dio por codiciar el fosfato de alúmina de
la isla, de origen bastante prosaico, pues lo producía el guano
depositado por los casi únicos habitantes del lugar, los alcatraces;
aunque por lo visto también hay lagartos, ratas, gaviotas y cabras. En
los siglos XVII y XVIII sirvió de temporal guarida a contrabandistas y corsarios, y, sin duda, por haber estado casi siempre deshabitada, algunas leyendas le atribuyen en el Caribe una fama semejante a la que padece en Europa Transilvania: la de un lugar poblado de fantasmas y monstruos
y bestezuelas insólitas, donde más de un marinero se perdió sin dejar
rastro. Es en cualquier caso, como todo reino legendario que se precie,
incluida la ínsula Barataria de Sancho Panza, a kingdom by the sea, aquel en el que vivía, en el inolvidable poema de Poe, la doncella Annabel Lee. (Javier Marías, Este reino junto al mar)
Súbditos
de un cuento
Tal
día como hoy de 1997, Javier Marías fue coronado rey de
Redonda, una isla antillana cuya leyenda se alimenta del juego literario.
Si
cogen una carta de navegación del Atlántico y buscan las
coordenadas 16º 56’ latitud norte y 62º 21’ longitud
este hallarán una isla de tres kilómetros cuadrados, habitada
por alcatraces, lagartos y ratas. Es la isla de Redonda, un enclave
dejado de la mano de Dios, cercano a las islas antillanas de Montserrat
y Antigua y en el que están censados el mayor número de
ilustres por metro cuadrado del planeta. Los cineastas Francis Ford
Coppola y Pedro Almodóvar, los escritores Arturo Pérez-Reverte
y Eduardo Mendoza y el arquitecto Frank O. Gehry, entre otros, comparten
aristocracia literaria y domicilio caribeño por la gracia del
republicano rey Javier Marías (Javier I), que hoy hace cuatro
años fue coronado rey de Redonda, tras la abdicación de
Jon Wynne-Tyson (Juan II).
Aunque
los lectores de Marías sabían de este reino desde su novela
Todas las almas, no fue hasta Negra espalda del tiempo
cuando sospecharon que aquel lugar de ficción quizá fuera
una realidad y no una boutade del autor. El origen del reino,
que según Marías se hereda por "ironía
y por letra y nunca por solemnidad y sangre", se remonta a finales
del siglo XV, cuando Cristóbal Colón descubrió
esta isla en su segundo viaje. Su poca importancia estratégica
y comercial hizo que en los siguientes siglos sólo fuera refugio
de piratas y contrabandistas, hasta que en 1872 la reina Victoria se
la anexionó antes de que lo hiciera el Gobierno de EEUU, interesado
en el fosfato de alúmina de su pobre suelo rocoso, producido
por el guano de los alcatraces.
El
padre del escritor Matthew Phipps Shiel, un banquero de la isla de Montserrat
que compró el peñasco el día del nacimiento de
su primer varón, reclamó a la reina el título de
rey de Redonda. Y la reina aceptó siempre y cuando nunca intentara
rebelarse contra el poder colonial. Y así fue como M. P. Shiel,
alias Felipe I, se hizo con el trono a los 15 años, y empezó
a apuntar la creación de una nobleza intelectual.
PRIMER
SUCESOR
En
1947, el trono pasó a manos de su amigo y discípulo John
Gawsworth (Juan I), quien también se hizo cargo de los derechos
de los libros de su maestro. Gawsworth fue el que dio forma a la primera
Corte literaria, aunque muchos de los nombramientos se hicieron en los
pubs que frecuentaba y con la intención de satisfacer
a sus acreedores.
El
tercer rey fue John Wynne-Tyson (Juan II), poseedor de los derechos
de las obras de los dos anteriores monarcas. Harto del acoso de otros
pretendientes al trono, Wynne-Tyson decidió abdicar hace cuatro
años, aunque la noticia no se supo hasta casi un año después,
ya que su sucesor, Marías, prefirió que apareciera discretamente
en Negra espalda del tiempo.
Tras
recibir la corona, Javier I quiso saber cuáles eran sus obligaciones
para con el trono, y pronto descubrió que no tenía de
qué preocuparse: "Debía contribuir a mantener viva
la memoria de los anteriores reyes y de la leyenda, y heredar y gestionar
los derechos de Shiel y Gawsworth". Lo que no presupone que cada
rey deba legar al siguiente sus propios derechos literarios. Parece
lógico que cuando muera Wynne-Tyson legue los suyos a sus hijas.
"Y en cuanto a mí - dice Marías -, quién
lo sabe". Lo único cierto es que el próximo rey de
Redonda deberá ser escritor, sea o no español. "Ningún
patriotismo en este reino", apunta Marías.
Otra
potestad real es nombrar a los nobles. Marías se ha decantado
por escritores y cineastas con los que ha tenido algún trato.
Todos los escogidos han aceptado, salvo Gore Vidal, que adujo, primero,
ser republicano, para luego añadir "un poco incongruentemente,
que, por familia, se podía considerar que le habría tocado
ser ‘Duke de Venise’ en la realidad, no en la redondina ficción",
cuenta Marías, quien prefirió "no indagar al respecto".
Coppola
se puse Duke of Megalópolis (la película que lleva años
queriendo hacer) en vez de los Duke of Padrino o Duke of Santino que
le ofreció Marías, que no osó a "sugerir Duke
of Apocalipsis". Mendoza es Duke of Isla Larga, en referencia a
Long Island (vivió muchos años en Nueva York) y a su novela
La isla inaudita.
Para
ser Duke es indispensable que la obra del candidato escritor esté
traducida al inglés o al castellano, según sea su procedencia.
Y los cineastas, que sus filmes se conozcan en ambas lenguas, aunque
sea con subtítulos. Redonda es un reino bilingüe en consideración
a los tres reyes anteriores, que eran británicos. Pero siempre
hay excepciones, y Marías ha nombrado a Gehry, autor del Guggenheim
de Bilbao, Duke of Nervión, por lo que el arquitecto ha diseñado
gratis el Palacio de Redonda.
Pero
no es el único que ha diseñado algo para este literario
reino. Javier Mariscal ha hecho la bandera;
el italiano Massimo Vignelli, el pasaporte;
el diseñador de Swatch Alessandro Mendini, la
moneda oficial; el israelí Ron Arad ha pensado
el trono a partir de su modelo de sofá Big Easy Volume 2;
la joyera Helena Rohner se ha encargado de la
corona, y el también diseñador Marc Newson ha pensado
una bicicleta como transporte oficial.
Como
el reino de Redonda, además de la ficticia, tiene su parte humorística
(su antiguo lema es Ride si sapis, es decir, Ríe si
sabes), existen muchos nombramientos divertidos, como el de Comisario
de Agitación y Propaganda (Juan Cruz) y el de Cónsul en
Jerez (Juan Bonilla). "En breve será nombrado un Embajador
en el 221B de Baker Street, que, como todo el mundo sabe, es el país
de Sherlock Holmes", apunta Marías.
ENEMIGOS
Y REVUELTAS
No
hay monarquía sin revueltas, y el Reino de Redonda no es una
excepción. Los principales ataques provienen de Internet, donde
algunos colgados aseguran ser los verdaderos reyes de Ronda (incluso
hay uno llamado Bill Gates que no tiene nada que ver con el amo de Microsoft).
"La venta de su título, varias veces, por parte de Gawsworth
en sus años más borrachos ha dado lugar a estas disputas
dinásticas en las que yo jamás entraré, sólo
faltaría", dice Marías.
Desde
dentro también se han vivido situaciones delicadas. "Nada
más iniciarse este reinado, dos cargos un tanto ambiciosos, y
descontentos por no haber recibido título, anunciaron sus intenciones
de iniciar una revuelta de cargos y embajadores contra rey y duques
- explica Marías -. No sólo no se vieron secundados,
sino que fueron aplacados - o sobornados: haya paz - con apodos o dubbings
muy de su gusto para sus respectivos cargos. Con todo, tal vez no me
opondría a ceder el título de rey, por ejemplo al señor
Coppola, si me lo solicitara. Pero como la deshabitada Isla del Caribe
no es un paraíso fiscal al estilo de otras islas cercanas, no
parece probable que el futuro nos depare una sangrante revuelta".
Según
confiesa Javier I, numerosas personas matarían por pertenecer
a esta Corte: "Ha habido actrices que han pedido algún título;
un señor que, al no haber podido hacerse con no sé qué
marquesado español, pedía que se le concediera en Redonda;
jóvenes que se ofrecen como espías y bufones". Y si
es aconsejable que los desconocidos se abstengan de hacer peticiones,
ni aunque vayan acompañadas de sobornos, peor lo tienen los conocidos:
"Basta con que las personas por mí conocidas pidan un título
o un cargo para que no lo reciban. No me fío de quien manifiesta
aspiraciones nobiliarias, aunque sean de ficción", argumenta
Marías. Los nombramientos nobiliarios son potestad del rey y
Javier I tiene claro quien tiene un lugar reservado en este "club
en el exilio cuyos miembros jamás se reúnen" y cuya
pertenencia no les cuesta un duro. No así al monarca, que aunque
sólo sea por el esfuerzo y el dinero invertido en mantener una
leyenda y un juego literario bien merece un "¡Dios salve al
rey!".
Óscar
López
Ha
valido la pena
Javier
Marías
Al
cabo de cuatro años desde que el escritor y editor inglés
Jon Wynne-Tyson abdicara de su título de rey de Redonda
en mi favor, harto como estaba de los asedios de curiosos, mitómanos
y usurpadores, puedo decir que de momento la prolongación
por mi parte de este juego y antigua leyenda me ha traído más
diversión que quebraderos de cabeza, por fortuna. Mi primera decisión
fue hacer absoluto caso omiso de los tales curiosos, mitómanos,
usurpadores y detractores. No hacer, tampoco, el menor caso a las
posibles burlas, dado que la mayoría de la gente que ha sabido
de esta historia ha entendido bien de qué se trataba y la ha tomado
como lo que es: una broma literaria (si bien no una payasada), de buena
ley y con un pasado ya bastante legendario. Y así la han visto
en particular los muy distinguidos escritores y cineastas que me han acompañado
en la pequeña aventura. Ha servido este tiempo, asimismo, para
crear una modesta editorial, Reino de Redonda, que no creo que nunca saque
más de dos o tres libros al año, y que tal vez no dure mucho:
si el Reino entra en bancarrota, se interrumpirán sus publicaciones
(que beneficios no creo que vayan a dar jamás), al igual que el
premio creado. Algo de tarea suplementaria sí ha traído
toda esta historia, pero no agobiante (las ediciones las lleva a cabo
una gran profesional, Carmen López). Y, en todo caso, los motivos
de diversión han sido los suficientes, tanto para mí como
(aún más importante) para los demás redondinos.
Y no puedo sino concluir diciendo que hasta ahora el Reino que es "sólo
aire y humo y polvo" ha valido la pena.
Javier
Marías es escritor y, desde 1997, reina en Redonda como Javier
I.
Una
‘familia real’ sin sangre azul
Ésta
es la dinastía al completo de los monarcas del Reino de Redonda.
- Matthew Phipps Shiel (Felipe I): Nacido en 1865 en la isla de Montserrat, fue coronado rey de Redonda en 1880 durante una ceremonia naval organizada por su padre, que compró el islote de Redonda. Enseñó matemáticas en Inglaterra antes de dedicarse a la literatura y despuntó en el género fantástico, con obras como The Purple Cloud, The lost viol y The invisible. Lawrence Durrell (Duke of Cervantes Pequeña) y Henry Miller (Duke of Thuana) figuraron en su corte.
- Terence Ian Fytton, alias John Gawsworth (Juan I): Este londinense (1912-1970) fue piloto en la segunda guerra mundial, se casó tres veces y murió como un mendigo. Tuvo de asesores a Gerald Durrell (Duke of Angwantibo) y Dylan Thomas (Duke of Gweno). Tras su muerte, Jon Wynne-Tyson le publicó el libro de poemas Toreros y Javier Marías incluyó un cuento suyo, Cómo ocurrió, en su antología Cuentos únicos.
- Jon Wynne-Tyson (Juan II): Nació en Inglaterra en 1924. Además de editor, publicó cuentos y obras de teatro y la novela So say banana bird. Entre los miembros de su Corte destacan Ronald Hall (Duke of Domingo) y Madeleine Masson (Duches of Mirage).
- Javier Marías (Javier I): Nació en Madrid en 1951. De joven demostró que además de dar volteretas junto a escritores como Juan Benet, se le daba bien lo de escribir. Ha publicado un sinfín de libros, como El hombre sentimental, Todas las almas y Corazón tan blanco. En su corte figuran Francis F. Coppola (Duke of Megalópolis) y Fernando Savater (Duke of Caronte).
- El escritor Matthew Phipps Shiel -o Felipe I de Redonda (1865-1947)- nació en la isla caribeña de Montserrat y vivió la mayor parte de su vida en el Reino Unido. Shiel fue hijo de un armador forrado y excéntrico, predicador metodista, que antes de triunfar con los fletes había prosperado con varias tiendas de ultramarinos. Este empresario compró el islote deshabitado de Redonda, a unas doce millas de Montserrat, y se lo entregó a su hijo. El obispo de Antigua ofició en la coronación de Matthew Phipps, que se convirtió así en el primer monarca de Redonda con el nombre de Felipe I.
(Como es sabido el reino de Redonda tiene actualmente un rey de origen español. Aunque hay varios individuos que se han autoproclamado monarcas de la isla, la mayor parte de los historiadores que han investigado este asunto, así como los mejores especialistas en genealogía, derechos de sucesión y casas reales extraeuropeas, después de consultar los anales redondinos y otros documentos paleográficos no menos confusos, han coincidido en que Xavier I -Javier Marías-, es el de mejor derecho y el único rey real y monárquico de Redonda).
Shiel -o Felipe I- publicó sus primeras obras en la última década del siglo XIX. Por lo general en sus novelas y relatos combinó un ambiente apocalíptico y futurista con el gusto de fin de siglo por la intriga de terror. Con semejante cóctel no es de extrañar que sus obras recibieran elogios de Lovecraft. Uno de sus volúmenes de cuentos, El príncipe Zaleski (1895), sigue considerándose una gran muestra del gusto tardo-victoriano por este estilo literario, y entre sus novelas La amenaza amarilla (1898) se hizo famosa porque dio con una expresión que resumía el sentir popular sobre las guerras comerciales del Reino Unido en Oriente.
La nube púrpura (1901) es una novela de ciencia-ficción. Shiel escribió la historia de un hombre indeciso que, por una serie de casualidades, se convierte en el primero en llegar al Polo Norte. Adam Jeffson, el protagonista y narrador, apenas toma decisiones y cuando lo hace siempre es en función de las expectativas que los demás han depositado en él. El terror surge cuando regresa del Polo y se encuentra con que es el último hombre vivo. Una nube púrpura -que se ha interpretado como una profecía del hongo nuclear- ha terminado con la humanidad y Adam, que vivía para los demás, tiene que enfrentarse a la soledad absoluta. Recorrerá una Europa fantasma hasta que, años después, encuentre a una joven con vida. Adam, que había estado acosado por la tentación del suicidio, se planteará ahora si convertirse en otro Adán y generar una nueva hornada de hombres o si, por el contrario, debe renunciar a la tentación de procrear eliminando a la joven. La novela, en resumidas cuentas, pasa de la narración de aventuras del comienzo a las reflexiones angustiosas de la soledad para culminar, al fin, con la relación de Adam y la joven. La prosa de Shiel es ágil, de una eficacia narrativa fuera de lo común y, además, le sucede lo que a Dostoievski: gana mucho con la traducción.
John Gawsworth se llamaba en realidad Terence Ian Fytton Armstrong, había nacido en 1912 y eligió ese alias literario en honor a la morada de sus antepasados, el Gawsworth Old Hall de Chesire donde se dice que habitó Mary Fitton, la "dama oscura" de los sonetos de Shakespeare. En opinión de muchos, tenía legítimo derecho, incluso literario, a ese nom de plume: frecuentó precozmente a Yeats y Thomas Hardy, a Walter De la Mare y Wyndham Lewis, a Edith Sitwell y TE Lawrence (sí, Lawrence de Arabia), en 1938 se convirtió en el miembro más joven de la Royal Society of Literature y era un romántico que parecía buscar una muerte prematura "por alcohol o daga". Sin embargo, sus características literarias más celebradas eran un ojo verdaderamente clínico para detectar incunables en las librerías de saldo (que le permitía, según recuerda Durrell, "peinar" con treinta chelines todos los puestos de Charing Cross Road y volver, media hora después, del Departamento de Libros Raros de Foyle con billetes suficientes para sobrevivir una semana) y una capacidad sin límites para ayudar o rescatar del olvido a colegas en apuros (sus "cruzadas literarias" abarcaban desde antologías y reediciones anotadas de autores ignotos hasta pedidos perentorios a la Sociedad de Literatura de pensiones para escritores enfermos o en dificultades económicas). Así se ganaba o malgastaba su vida Gawsworth: una y otra tarea funcionaban como perfecta coartada o insalvable obstáculo -depende desde dónde se lo mire- para tener un empleo fijo y también para producir su propia obra, que se reduce a un par de plaquetas de poemas. Durante la Segunda Guerra fue piloto de la RAF ("apenas lo veíamos, lo movían de aquí para allá como un peón", recuerda Durrell), y luego sobrevino una racha de mala salud y mala suerte, a tal punto que el autor del Cuarteto de Alejandría recuerda así su último encuentro con él, cuando Gawsworth ya era Rey de Redonda (Shiel había muerto en 1947): "Lo vi caminando por Shaftesbury Avenue empujando un enorme cochecito victoriano y pensé que también él se había encadenado con niños. Pero al acercarme vi que el cochecito contenía sólo botellas vacías de cerveza que iba a canjear por unos chelines".
El reino mercurial de Gawsworth (autobautizado Juan I de Redonda) duró hasta su muerte en 1970. Instaló su corte en sucesivas tabernas y bares entre el Soho y Fitzrovia (su cuartel preferido fue el pub Alma, en el 175 de Westbourne Grove), desde donde prodigó títulos a diestra y siniestra en reconocimiento a los más diversos servicios prestados al Reino de Redonda y su soberano: no sólo a figuras de la farándula como Dirk Bogarde, Vincent Price y Diana Dors, sino a todo arribista interesado en obtener un título nobiliario por un puñado de libras. Incluso publicó un aviso en el Times poniendo su reino en venta por mil guineas, pero la catarata de respuestas que suscitó le hizo sentir que estaba "vulgarizando algo demasiado noble" y retiró la oferta. A principios de 1970, después que la BBC le dedicara un documental (donde la cámara lo seguía, de pub en pub y a lo largo de toda una jornada, en un itinerario que le permitía reunirse con sus amigos de las más diversas épocas, hasta anunciar, borracho perdido, que tampoco esa noche tenía dónde dormir) se juntó con mil cuatrocientas libras que procedió a gastar en una fiesta en el Alma que duró varios días seguida de una escapada a Florencia, donde se enamoró y terminó en el hospital por una úlcera perforada. Poco después murió en el Hospital de Brompton. Tenía 58 años; parecía de ochenta.
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