domingo, 9 de junio de 2013

APUENTES SOBRE EL REINO DE REDONDA Y SU ÚLTIMO REY JAVIER I









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De todos los bohemios que han residido en Notting Hill a lo largo de los años ninguno fue más quijotescamente pintoresco que John Gawsworth, el alcoholizado rey Juan I de Redonda. Gawsworth heredó el reino de fantasía del escritor Matthew Phipps Shiel (1865-1947), quien emigró a Gran Bretaña en 1885 desde las Islas Leeward, donde había sido coronado rey Felipe I de Redonda -una roca volcánica de una milla de longitud- el día de su decimoquinto cumpleaños. Shiel tuvo una carrera literaria erráticamente exitosa por medio de la cual disfrutó de la amistad de R.L. Stevenson, Arthur Machen, Ernest Dowson y otros literatos de su época y vivió durante un tiempo en St. Charles Square, al lado de Ladbroke Grove.
El rey Juan, que poseía sangre irlandesa, escocesa y francesa, fue bautizado Terence Ian Fytton Armstrong en el número 97 de Gunterstone Road, Kensington, el 29 de junio de 1912. Se educó en la Merchant Taylors' School y vivió primero con su madre en Colville Gardens W11 y después en el número 40 de Royal Crescent, Holland Park. Fytton Armstrong se convirtió en un coleccionista fanático de material literario: autógrafos, cartas, manuscritos, apuntes y ediciones firmadas. Tras dejar el colegio, el Book Boy, como era conocido, alquiló una habitación en un sótano en el número 17 de Sunderland Terrace W2 y se embarcó en el estilo de vida bohemio de un poeta erudito. Trabajó en una librería del Soho, después para el editor Ernest Benn y con poco más de 20 años ya había publicado varios folletos de poesía, recopilado biografías de escritores a los que admiraba, escrito una biografía de Machen y editado una serie de antologías de historias de terror y misterio. Adoptó el nombre de John Gawsworth como seudónimo romántico en honor a su descendencia de la familia Fitton de Gawsworth Old Hall en Cheshire (Mary Fitton es, según se dice, la "Dama Oscura" de los sonetos de Shakespeare). En 1931, cuando tenía 19 años y trabajaba de empleado para un editor de Fleet Street, John Gawsworth había escrito a Shiel, que por entonces ya iba camino de los 70 años, y se había convertido en su principal bastión: le ayudó a obtener una pensión civil y cabildeó con los editores sobre sus libros. Aunque Shiel reinó como Felipe durante 67 años, consideraba Redonda como un asunto principalmente privado; pero el sagaz y ambicioso Gawsworth, nombrado Poeta Laureado del reino, pronto asumió el papel de éminence grise. En 1936, en la casa de campo que Shiel poseía cerca de Horsham, Sussex, Felipe y Gawsworth se cortaron las muñecas derechas con una navaja y mezclaron su sangre. Mediante este ritual, del cual fue testigo el escritor Edgar Jepson, Gawsworth se convirtió en el heredero de Shiel. Cuando Shiel murió, el 17 de febrero de 1947, Gawsworth accedió al trono como Juan I, dispuso su propia coronación y comenzó un reinado voluble, manteniendo su "corte en el exilio" en las tabernas y bares del Soho y Fritzrovia. Posteriormente el pub Alma, en el número 175 de Westbourne Grove W11, se convirtió en el cuartel general de Redonda.
Durante el reinado de Shiel, varios escritores, incluidos Jepson, Lawrence Durrell y Henry Miller, fueron nombrados nobles, con Gawsworth en funciones de regente. Como rey Juan extendió esta costumbre, creando así una aristocracia intelectual para perpetuar la memoria de su predecesor, emitiendo documentos reales en papel antiguo veneciano. Arthur Machen, Rebecca West, Julian Maclaren-Ross, Arthur Ransome, Victor Gollancz y otros muchos autores fueron recompensados con ducados y títulos de caballero en reconocimiento a sus servicios a Shiel o al reino.
En 1938, este pelirrojo y delgado prodigio con cara de zorro y nariz partida de boxeador se convirtió en el miembro más joven de la Royal Society of Literature. Vivía cómodamente en un piso en el número 33 de Great James Street, Bloomsbury, con su primera mujer, la periodista del Daily Mail Barbara Kentish, y se relacionaba con escritores como T.E. Lawrence, Edith Sitwell y Dorothy L. Sayers. Lawrence Durrell, cuatro meses mayor que él, se sintió inmediatamente atraído por los modos y maneras profesionales de Gawsworth cuando se conocieron en 1932. El servicial Gawsworth ayudó a Durrell a publicar sus primeros poemas. Años después, como tributo, Durrell escribió: "Yo era un absoluto novato en asuntos literarios, además de un provinciano, y ese encuentro fue muy importante para mí ya que encontré en Juan I a alguien que ardía con una intensa llama, justo lo que yo quería para mí mismo…".
Tras fundar dos revistas literarias y tratando siempre de sacar de apuros a escritores olvidados, Gawsworth, que sufría de dipsobibliomanía, se convirtió en uno de los principales personajes de la capital. Conocido como "el último jacobino", fue un ardiente republicano irlandés y, tras servir en la India durante la guerra, un nacionalista hindú que se convirtió al hinduismo. El poeta John Heath-Stubbs, nombrado duque de Redonda en 1949, escribió: "Se decía que existía una superstición en Fleet Sreet según la cual si te encontrabas a Gawsworth dos veces en una misma mañana te morirías en el transcurso de ese mismo año y él sería tu albacea literario".
El sólido verso neogeorgiano de Gawsworth, que seguía la tradición lírica de Ernest Dowson y Lionel Johnson, era la antítesis del desolado modernismo social de los años treinta. A pesar de resultar anacrónica, su prolífica producción fue admirada en su día, pero tras su servicio en las Fuerzas Aéreas durante la guerra no fue capaz de cumplir las promesas de su juventud precoz. Aunque sus Collected Poems aparecieron en 1949 y fue un editor audaz y competente de Poetry Review desde 1948 hasta 1952, su ulterior carrera se vio truncada por un prolongado descenso hacia el alcoholismo. En los años sesenta, cuando vivía en el número 35 de Sutherland Place, Notting Hill, estaba ya en plena cuesta abajo: sus publicaciones se habían reducido a un efímero goteo en conmemoración de sus mentores ya fallecidos. El "viejo y empedernido hombre de letras diabético, siempre rebuscando entre las estanterías y mis archivos personales", como él mismo se describía, vivía de la venta de libros y manuscritos, y una buena cantidad de las ganancias la destinaba a emborracharse.
Cuando se sentía deprimido, Gawsworth visitaba la iglesia de St. Mary of the Angels, situada frente a su casa, y besaba el pie de la estatua de St. Joan: tanto él como St. Joan, decía, habían sido víctimas de la persecución inglesa. En 1968, tras aceptar cierta suma de dinero por abandonar Sutherland Place, Gawsworth se convirtió en un auténtico sin techo y pasó a depender de la caridad de sus amigos y de su consorte, Eleanor Brill de Peel Street W8, a la que se refería como "Queen SJ" —subjudice, ya que el rey nunca llegó a desposarla.
A principios de 1970, tras un llamamiento a favor del poeta indigente, la BBC realizó un documental sobre Gawsworth para Late Night Line-Up. El rechoncho Gawsworth, apoyado en un bastón, es mostrado visitando a antiguos amigos literatos y paseando por las calles del Soho y Bloomsbury con gran dignidad. Hacia el final del documental, cuando saluda a Durrell en un pub londinense, Gawsworth está borracho como una cuba.
Ese mismo año, tras habérselas arreglado para echar mano de 1.400 libras provenientes de los fondos de una colecta, Gawsworth pasó varios días de parranda en el Alma, seguidos de una estancia cerca de Florencia, donde se enamoró, y que terminaron con el poeta en el hospital con úlceras sangrantes de estómago. Los años de alboroto y desmadre se cobraron su inevitable peaje y Gawsworth murió tres meses después de regresar a Inglaterra, en el Brompton Hospital, el 23 de septiembre de 1970. Tenía 58 años.
Tras su muerte, el Reino de Redonda cayó en la confusión. En 1958 Gawsworth había puesto el reino a la venta mediante un anuncio en The Times por un precio de 1.000 guineas. Al anuncio le siguió una avalancha de cartas y telegramas procedentes de todo el mundo, e incluso un miembro de la familia real sueca envió 50 libras como depósito; pero, sintiendo que estaba "vulgarizando un reino noble", Gawsworth retiró la oferta. Se cree que en 1960 Gawsworth pasó la corona a Dominic Behan, hermano de Brendan, pero el dramaturgo inglés no fue sino uno más de los candidatos elegidos para convertirse en su heredero.
La mayoría de los eruditos redondinos reconocieron al editor y escritor afincado en Sussex Jon Wynne-Tyson (rey Juan II) como el albacea literario de Shiel, y a Gawsworth como el sucesor más adecuado. Junto con algunos de sus cortesanos, incluido el bibliógrafo de Shiel A. Reynolds Morse, Juan II tomó tierra en Redonda el Viernes Santo de 1979, y juntos llevaron a cabo la difícil ascensión a su cima de 971 pies de altura. En 1997, a los 73 años, Mr, Wynne-Tyson abdicó en favor del eminente novelista español Javier Marías. Entre los distinguidos artistas y escritores honrados por Marías, que reina como rey Xavier I, se encuentran Francis Ford Coppola, duque de Megalópolis, el cineasta español Pedro Almodóvar, duque de Trémula, A.S. Byatt, duquesa de Morpho Eugenia, William Boyd, duque de Brazzaville, el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, duque de Tigres, y el novelista alemán W.G. Sebald, duque de Vértigo. Además, Marías ha creado un sello editorial para homenajear a los escritores relacionados con el reino. Shiel y Gawsworth se han ido, pero el Reino de Redonda parece imperecedero.

Roger Dobson
Inside Notting Hill, mayo de 2001
Traducción: J. Pedrero

FUENTE:http://www.mgar.net/docs/redonda.htm

El reino de Redonda:
Su primer rey fue Felipe I (Matthew Phipps Shiel). Su padre, banquero de origen
irlandés, compró el territorio para celebrar el nacimiento en Montserrat de su primer varón. La Oficina Colonial Británica no reconocía sus derechos de posesión pero no se negó a que los Phipps utilizaran el título de Rey de Redonda. Tras la muerte del primer rey (1947), su amigo y discípulo John Gawsworth heredó el reinado y los derechos de los libros. Adoptó el nombre de Juan I (el escritor John Gawsworth había nacido en 1912 como Terence Ian Fytton Armstrong). Gawsworth nunca visitó la isla, otorgó títulos y cargos en función de sus deudas, y vendió el título de rey a varios compradores. Muchas decisiones etílicas del segundo rey fueron reprobables, pero inauguró la idea notable de mantener una aristocracia literaria. Juan II (John Wynne-Tyson), único heredero literario y legítimo de Gawsworth, propuso a Javier Marías que se hiciera cargo del título, por su contribución a difundir la historia de la isla y el legado literario de sus monarcas.
Javier Marías:
Desde hace casi una década mi amigo Javier Marías es rey de Redonda. Por una de esas voluntariosas carambolas literarias un escritor republicano se ha visto coronado rey de una isla fantasmal y fantástica. Ahora otro azaroso destino ha querido que Xavier I, H. M. King of Redonda, sea elegido miembro de número de la Real Academia Española. La primera parte de esta caballeresca acción podría ser muy bien el comienzo de un cuento de Borges, en el que un joven rey va a la busca de su reino, se pierde en un dédalo de corrientes marinas, y pese a intentarlo con perseverancia, el reino siempre le resulta inalcanzable. (Marcos-Ricardo Barnatán en el noveno aniversario del nombramiento, 06/07/06)
Hablé [en Negra espalda del tiempo] del oscuro escritor londinense John Gawsworth, quien prometió mucho de joven, combatió como piloto en la Segunda Guerra Mundial, anduvo por Egipto, Argelia, Túnez, Italia y la India, se casó tres veces sin descendencia, no escribió finalmente lo que prometía y acabó sus días como un mendigo, a la edad de cincuenta y ocho años. También fue rey, de la isla de Redonda. Esta isla existe, aunque es tan diminuta (menos de tres kilómetros cuadrados) que no siempre figura en los mapas. Está en las Antillas, la descubrió y bautizó Colón en su segundo viaje y pertenece a las llamadas islas de Sotavento. Se halla cerca de dos islas mayores y más conocidas: la volcánica Montserrat, y Antigua. Política y territorialmente forma parte del Reino Unido, que se la anexionó, adelantándose a los americanos, cuando a ambas potencias les dio por codiciar el fosfato de alúmina de la isla, de origen bastante prosaico, pues lo producía el guano depositado por los casi únicos habitantes del lugar, los alcatraces; aunque por lo visto también hay lagartos, ratas, gaviotas y cabras. En los siglos XVII y XVIII sirvió de temporal guarida a contrabandistas y corsarios, y, sin duda, por haber estado casi siempre deshabitada, algunas leyendas le atribuyen en el Caribe una fama semejante a la que padece en Europa Transilvania: la de un lugar poblado de fantasmas y monstruos y bestezuelas insólitas, donde más de un marinero se perdió sin dejar rastro. Es en cualquier caso, como todo reino legendario que se precie, incluida la ínsula Barataria de Sancho Panza, a kingdom by the sea, aquel en el que vivía, en el inolvidable poema de Poe, la doncella Annabel Lee. (Javier Marías, Este reino junto al mar

Súbditos de un cuento

Tal día como hoy de 1997, Javier Marías fue coronado rey de Redonda, una isla antillana cuya leyenda se alimenta del juego literario.


Si cogen una carta de navegación del Atlántico y buscan las coordenadas 16º 56’ latitud norte y 62º 21’ longitud este hallarán una isla de tres kilómetros cuadrados, habitada por alcatraces, lagartos y ratas. Es la isla de Redonda, un enclave dejado de la mano de Dios, cercano a las islas antillanas de Montserrat y Antigua y en el que están censados el mayor número de ilustres por metro cuadrado del planeta. Los cineastas Francis Ford Coppola y Pedro Almodóvar, los escritores Arturo Pérez-Reverte y Eduardo Mendoza y el arquitecto Frank O. Gehry, entre otros, comparten aristocracia literaria y domicilio caribeño por la gracia del republicano rey Javier Marías (Javier I), que hoy hace cuatro años fue coronado rey de Redonda, tras la abdicación de Jon Wynne-Tyson (Juan II).
Aunque los lectores de Marías sabían de este reino desde su novela Todas las almas, no fue hasta Negra espalda del tiempo cuando sospecharon que aquel lugar de ficción quizá fuera una realidad y no una boutade del autor. El origen del reino, que según Marías se hereda por "ironía y por letra y nunca por solemnidad y sangre", se remonta a finales del siglo XV, cuando Cristóbal Colón descubrió esta isla en su segundo viaje. Su poca importancia estratégica y comercial hizo que en los siguientes siglos sólo fuera refugio de piratas y contrabandistas, hasta que en 1872 la reina Victoria se la anexionó antes de que lo hiciera el Gobierno de EEUU, interesado en el fosfato de alúmina de su pobre suelo rocoso, producido por el guano de los alcatraces.
El padre del escritor Matthew Phipps Shiel, un banquero de la isla de Montserrat que compró el peñasco el día del nacimiento de su primer varón, reclamó a la reina el título de rey de Redonda. Y la reina aceptó siempre y cuando nunca intentara rebelarse contra el poder colonial. Y así fue como M. P. Shiel, alias Felipe I, se hizo con el trono a los 15 años, y empezó a apuntar la creación de una nobleza intelectual.
PRIMER SUCESOR
En 1947, el trono pasó a manos de su amigo y discípulo John Gawsworth (Juan I), quien también se hizo cargo de los derechos de los libros de su maestro. Gawsworth fue el que dio forma a la primera Corte literaria, aunque muchos de los nombramientos se hicieron en los pubs que frecuentaba y con la intención de satisfacer a sus acreedores.
El tercer rey fue John Wynne-Tyson (Juan II), poseedor de los derechos de las obras de los dos anteriores monarcas. Harto del acoso de otros pretendientes al trono, Wynne-Tyson decidió abdicar hace cuatro años, aunque la noticia no se supo hasta casi un año después, ya que su sucesor, Marías, prefirió que apareciera discretamente en Negra espalda del tiempo.
Tras recibir la corona, Javier I quiso saber cuáles eran sus obligaciones para con el trono, y pronto descubrió que no tenía de qué preocuparse: "Debía contribuir a mantener viva la memoria de los anteriores reyes y de la leyenda, y heredar y gestionar los derechos de Shiel y Gawsworth". Lo que no presupone que cada rey deba legar al siguiente sus propios derechos literarios. Parece lógico que cuando muera Wynne-Tyson legue los suyos a sus hijas. "Y en cuanto a mí - dice Marías -, quién lo sabe". Lo único cierto es que el próximo rey de Redonda deberá ser escritor, sea o no español. "Ningún patriotismo en este reino", apunta Marías.
Otra potestad real es nombrar a los nobles. Marías se ha decantado por escritores y cineastas con los que ha tenido algún trato. Todos los escogidos han aceptado, salvo Gore Vidal, que adujo, primero, ser republicano, para luego añadir "un poco incongruentemente, que, por familia, se podía considerar que le habría tocado ser ‘Duke de Venise’ en la realidad, no en la redondina ficción", cuenta Marías, quien prefirió "no indagar al respecto".
Coppola se puse Duke of Megalópolis (la película que lleva años queriendo hacer) en vez de los Duke of Padrino o Duke of Santino que le ofreció Marías, que no osó a "sugerir Duke of Apocalipsis". Mendoza es Duke of Isla Larga, en referencia a Long Island (vivió muchos años en Nueva York) y a su novela La isla inaudita.
Para ser Duke es indispensable que la obra del candidato escritor esté traducida al inglés o al castellano, según sea su procedencia. Y los cineastas, que sus filmes se conozcan en ambas lenguas, aunque sea con subtítulos. Redonda es un reino bilingüe en consideración a los tres reyes anteriores, que eran británicos. Pero siempre hay excepciones, y Marías ha nombrado a Gehry, autor del Guggenheim de Bilbao, Duke of Nervión, por lo que el arquitecto ha diseñado gratis el Palacio de Redonda.
Pero no es el único que ha diseñado algo para este literario reino. Javier Mariscal ha hecho la bandera; el italiano Massimo Vignelli, el pasaporte; el diseñador de Swatch Alessandro Mendini, la moneda oficial; el israelí Ron Arad ha pensado el trono a partir de su modelo de sofá Big Easy Volume 2; la joyera Helena Rohner se ha encargado de la corona, y el también diseñador Marc Newson ha pensado una bicicleta como transporte oficial.
Como el reino de Redonda, además de la ficticia, tiene su parte humorística (su antiguo lema es Ride si sapis, es decir, Ríe si sabes), existen muchos nombramientos divertidos, como el de Comisario de Agitación y Propaganda (Juan Cruz) y el de Cónsul en Jerez (Juan Bonilla). "En breve será nombrado un Embajador en el 221B de Baker Street, que, como todo el mundo sabe, es el país de Sherlock Holmes", apunta Marías.

ENEMIGOS Y REVUELTAS
No hay monarquía sin revueltas, y el Reino de Redonda no es una excepción. Los principales ataques provienen de Internet, donde algunos colgados aseguran ser los verdaderos reyes de Ronda (incluso hay uno llamado Bill Gates que no tiene nada que ver con el amo de Microsoft). "La venta de su título, varias veces, por parte de Gawsworth en sus años más borrachos ha dado lugar a estas disputas dinásticas en las que yo jamás entraré, sólo faltaría", dice Marías.
Desde dentro también se han vivido situaciones delicadas. "Nada más iniciarse este reinado, dos cargos un tanto ambiciosos, y descontentos por no haber recibido título, anunciaron sus intenciones de iniciar una revuelta de cargos y embajadores contra rey y duques - explica Marías -. No sólo no se vieron secundados, sino que fueron aplacados - o sobornados: haya paz - con apodos o dubbings muy de su gusto para sus respectivos cargos. Con todo, tal vez no me opondría a ceder el título de rey, por ejemplo al señor Coppola, si me lo solicitara. Pero como la deshabitada Isla del Caribe no es un paraíso fiscal al estilo de otras islas cercanas, no parece probable que el futuro nos depare una sangrante revuelta".
Según confiesa Javier I, numerosas personas matarían por pertenecer a esta Corte: "Ha habido actrices que han pedido algún título; un señor que, al no haber podido hacerse con no sé qué marquesado español, pedía que se le concediera en Redonda; jóvenes que se ofrecen como espías y bufones". Y si es aconsejable que los desconocidos se abstengan de hacer peticiones, ni aunque vayan acompañadas de sobornos, peor lo tienen los conocidos: "Basta con que las personas por mí conocidas pidan un título o un cargo para que no lo reciban. No me fío de quien manifiesta aspiraciones nobiliarias, aunque sean de ficción", argumenta Marías. Los nombramientos nobiliarios son potestad del rey y Javier I tiene claro quien tiene un lugar reservado en este "club en el exilio cuyos miembros jamás se reúnen" y cuya pertenencia no les cuesta un duro. No así al monarca, que aunque sólo sea por el esfuerzo y el dinero invertido en mantener una leyenda y un juego literario bien merece un "¡Dios salve al rey!".

Óscar López
 

Ha valido la pena
Javier Marías
Al cabo de cuatro años desde que el escritor y editor inglés Jon Wynne-Tyson abdicara de su título de rey de Redonda en mi favor, harto como estaba de los asedios de curiosos, mitómanos y usurpadores, puedo decir que de momento la prolongación por mi parte de este juego y antigua leyenda me ha traído más diversión que quebraderos de cabeza, por fortuna. Mi primera decisión fue hacer absoluto caso omiso de los tales curiosos, mitómanos, usurpadores y detractores. No hacer, tampoco, el menor caso a las posibles burlas, dado que la mayoría de la gente que ha sabido de esta historia ha entendido bien de qué se trataba y la ha tomado como lo que es: una broma literaria (si bien no una payasada), de buena ley y con un pasado ya bastante legendario. Y así la han visto en particular los muy distinguidos escritores y cineastas que me han acompañado en la pequeña aventura. Ha servido este tiempo, asimismo, para crear una modesta editorial, Reino de Redonda, que no creo que nunca saque más de dos o tres libros al año, y que tal vez no dure mucho: si el Reino entra en bancarrota, se interrumpirán sus publicaciones (que beneficios no creo que vayan a dar jamás), al igual que el premio creado. Algo de tarea suplementaria sí ha traído toda esta historia, pero no agobiante (las ediciones las lleva a cabo una gran profesional, Carmen López). Y, en todo caso, los motivos de diversión han sido los suficientes, tanto para mí como (aún más importante) para los demás redondinos. Y no puedo sino concluir diciendo que hasta ahora el Reino que es "sólo aire y humo y polvo" ha valido la pena.

Javier Marías es escritor y, desde 1997, reina en Redonda como Javier I.


Una ‘familia real’ sin sangre azul

Ésta es la dinastía al completo de los monarcas del Reino de Redonda.

  • Matthew Phipps Shiel (Felipe I): Nacido en 1865 en la isla de Montserrat, fue coronado rey de Redonda en 1880 durante una ceremonia naval organizada por su padre, que compró el islote de Redonda. Enseñó matemáticas en Inglaterra antes de dedicarse a la literatura y despuntó en el género fantástico, con obras como The Purple Cloud, The lost viol y The invisible. Lawrence Durrell (Duke of Cervantes Pequeña) y Henry Miller (Duke of Thuana) figuraron en su corte.

  • Terence Ian Fytton, alias John Gawsworth (Juan I): Este londinense (1912-1970) fue piloto en la segunda guerra mundial, se casó tres veces y murió como un mendigo. Tuvo de asesores a Gerald Durrell (Duke of Angwantibo) y Dylan Thomas (Duke of Gweno). Tras su muerte, Jon Wynne-Tyson le publicó el libro de poemas Toreros y Javier Marías incluyó un cuento suyo, Cómo ocurrió, en su antología Cuentos únicos.

  • Jon Wynne-Tyson (Juan II): Nació en Inglaterra en 1924. Además de editor, publicó cuentos y obras de teatro y la novela So say banana bird. Entre los miembros de su Corte destacan Ronald Hall (Duke of Domingo) y Madeleine Masson (Duches of Mirage).

  • Javier Marías (Javier I): Nació en Madrid en 1951. De joven demostró que además de dar volteretas junto a escritores como Juan Benet, se le daba bien lo de escribir. Ha publicado un sinfín de libros, como El hombre sentimental, Todas las almas y Corazón tan blanco. En su corte figuran Francis F. Coppola (Duke of Megalópolis) y Fernando Savater (Duke of Caronte).
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  • El escritor Matthew Phipps Shiel -o Felipe I de Redonda (1865-1947)- nació en la isla caribeña de Montserrat y vivió la mayor parte de su vida en el Reino Unido. Shiel fue hijo de un armador forrado y excéntrico, predicador metodista, que antes de triunfar con los fletes había prosperado con varias tiendas de ultramarinos. Este empresario compró el islote deshabitado de Redonda, a unas doce millas de Montserrat, y se lo entregó a su hijo. El obispo de Antigua ofició en la coronación de Matthew Phipps, que se convirtió así en el primer monarca de Redonda con el nombre de Felipe I.
    (Como es sabido el reino de Redonda tiene actualmente un rey de origen español. Aunque hay varios individuos que se han autoproclamado monarcas de la isla, la mayor parte de los historiadores que han investigado este asunto, así como los mejores especialistas en genealogía, derechos de sucesión y casas reales extraeuropeas, después de consultar los anales redondinos y otros documentos paleográficos no menos confusos, han coincidido en que Xavier I -Javier Marías-, es el de mejor derecho y el único rey real y monárquico de Redonda).

    Shiel -o Felipe I- publicó sus primeras obras en la última década del siglo XIX. Por lo general en sus novelas y relatos combinó un ambiente apocalíptico y futurista con el gusto de fin de siglo por la intriga de terror. Con semejante cóctel no es de extrañar que sus obras recibieran elogios de Lovecraft. Uno de sus volúmenes de cuentos, El príncipe Zaleski (1895), sigue considerándose una gran muestra del gusto tardo-victoriano por este estilo literario, y entre sus novelas La amenaza amarilla (1898) se hizo famosa porque dio con una expresión que resumía el sentir popular sobre las guerras comerciales del Reino Unido en Oriente.
    La nube púrpura (1901) es una novela de ciencia-ficción. Shiel escribió la historia de un hombre indeciso que, por una serie de casualidades, se convierte en el primero en llegar al Polo Norte. Adam Jeffson, el protagonista y narrador, apenas toma decisiones y cuando lo hace siempre es en función de las expectativas que los demás han depositado en él. El terror surge cuando regresa del Polo y se encuentra con que es el último hombre vivo. Una nube púrpura -que se ha interpretado como una profecía del hongo nuclear- ha terminado con la humanidad y Adam, que vivía para los demás, tiene que enfrentarse a la soledad absoluta. Recorrerá una Europa fantasma hasta que, años después, encuentre a una joven con vida. Adam, que había estado acosado por la tentación del suicidio, se planteará ahora si convertirse en otro Adán y generar una nueva hornada de hombres o si, por el contrario, debe renunciar a la tentación de procrear eliminando a la joven. La novela, en resumidas cuentas, pasa de la narración de aventuras del comienzo a las reflexiones angustiosas de la soledad para culminar, al fin, con la relación de Adam y la joven. La prosa de Shiel es ágil, de una eficacia narrativa fuera de lo común y, además, le sucede lo que a Dostoievski: gana mucho con la traducción.


    John Gawsworth se llamaba en realidad Terence Ian Fytton Armstrong, había nacido en 1912 y eligió ese alias literario en honor a la morada de sus antepasados, el Gawsworth Old Hall de Chesire donde se dice que habitó Mary Fitton, la "dama oscura" de los sonetos de Shakespeare. En opinión de muchos, tenía legítimo derecho, incluso literario, a ese nom de plume: frecuentó precozmente a Yeats y Thomas Hardy, a Walter De la Mare y Wyndham Lewis, a Edith Sitwell y TE Lawrence (sí, Lawrence de Arabia), en 1938 se convirtió en el miembro más joven de la Royal Society of Literature y era un romántico que parecía buscar una muerte prematura "por alcohol o daga". Sin embargo, sus características literarias más celebradas eran un ojo verdaderamente clínico para detectar incunables en las librerías de saldo (que le permitía, según recuerda Durrell, "peinar" con treinta chelines todos los puestos de Charing Cross Road y volver, media hora después, del Departamento de Libros Raros de Foyle con billetes suficientes para sobrevivir una semana) y una capacidad sin límites para ayudar o rescatar del olvido a colegas en apuros (sus "cruzadas literarias" abarcaban desde antologías y reediciones anotadas de autores ignotos hasta pedidos perentorios a la Sociedad de Literatura de pensiones para escritores enfermos o en dificultades económicas). Así se ganaba o malgastaba su vida Gawsworth: una y otra tarea funcionaban como perfecta coartada o insalvable obstáculo -depende desde dónde se lo mire- para tener un empleo fijo y también para producir su propia obra, que se reduce a un par de plaquetas de poemas. Durante la Segunda Guerra fue piloto de la RAF ("apenas lo veíamos, lo movían de aquí para allá como un peón", recuerda Durrell), y luego sobrevino una racha de mala salud y mala suerte, a tal punto que el autor del Cuarteto de Alejandría recuerda así su último encuentro con él, cuando Gawsworth ya era Rey de Redonda (Shiel había muerto en 1947): "Lo vi caminando por Shaftesbury Avenue empujando un enorme cochecito victoriano y pensé que también él se había encadenado con niños. Pero al acercarme vi que el cochecito contenía sólo botellas vacías de cerveza que iba a canjear por unos chelines".

    El reino mercurial de Gawsworth (autobautizado Juan I de Redonda) duró hasta su muerte en 1970. Instaló su corte en sucesivas tabernas y bares entre el Soho y Fitzrovia (su cuartel preferido fue el pub Alma, en el 175 de Westbourne Grove), desde donde prodigó títulos a diestra y siniestra en reconocimiento a los más diversos servicios prestados al Reino de Redonda y su soberano: no sólo a figuras de la farándula como Dirk Bogarde, Vincent Price y Diana Dors, sino a todo arribista interesado en obtener un título nobiliario por un puñado de libras. Incluso publicó un aviso en el Times poniendo su reino en venta por mil guineas, pero la catarata de respuestas que suscitó le hizo sentir que estaba "vulgarizando algo demasiado noble" y retiró la oferta. A principios de 1970, después que la BBC le dedicara un documental (donde la cámara lo seguía, de pub en pub y a lo largo de toda una jornada, en un itinerario que le permitía reunirse con sus amigos de las más diversas épocas, hasta anunciar, borracho perdido, que tampoco esa noche tenía dónde dormir) se juntó con mil cuatrocientas libras que procedió a gastar en una fiesta en el Alma que duró varios días seguida de una escapada a Florencia, donde se enamoró y terminó en el hospital por una úlcera perforada. Poco después murió en el Hospital de Brompton. Tenía 58 años; parecía de ochenta.
     


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