I
Poema de un día
cualquiera,
de ese preciso momento
en que una barca pasa
junto a la costa
y en ella veo
a dos dioses egipcios
mirando hacia el
horizonte
mientras lanzan al agua
redes confeccionadas con
hilados de oro que brillan como el mismo cielo que nos ilumina. ¡Tan sereno!
Mirad,
que silenciosa es la
mañana
y que tranquilo el
horizonte
se muestra ante estos dos
seres
recubiertos de sales
diminutas duras como el acero
combinadas con granos de
arena
que llaman mi atención
mientras atento oigo
el sonido de graznidos en
estéreo
que desprenden las aves
vespertinas
que cruzan por el cielo
a ritmo de merengue y
samba ¡que tremendo!
De amar en la mañana
está loco hoy el tiempo.
Veo
brotar la rabia de las
nubes
en forma de aguacero
al tiempo que contemplo
sus ojos redondos como piedras de molinos encendidas en deseos.
De aquel Antiguo Testamento
se escapa por estos
tiempos
un Sansón ya ciego
que duerme en mis
cabellos
y se alimenta de todo
aquello
a lo cual presto el tiempo justo para decir
que he pasado un mal sueño
II
Caballo de madera o
porcelana,
de metal o vidrio,
de acuarela pintada en un
lienzo
o al carboncillo, todo
muy negro,
en una nube de triste
sentir
que pasa relinchando
y me invita a seguir su
camino por los cielos
Caballo de cartón
con herraduras de metal
trotando entre campos
repletos
de girasoles, avenas,
trigos, cebadas y centenos
al tiempo que suenan unas
campanas
en la lejana torre de una
iglesia de duro basamento.
III
A Tanger no le miento
porque allí he visto
como si fuera un sueño
los mismos botes de
conserva corroídos por fuera
reutilizados como simples
maceteros
colgando de paredes enjabelgadas de blanco
y me he sentido niño
pequeño
navegando por un río Nilo
infectado de cocodrilos
hambrientos
o ya en Trieste o
Estambul
oyendo y siguiendo
las sirenas de los barcos
de carga y de pasajeros
y el batir de las alas
de los últimos pajarracos
del aquel lejano y antiguo imperio.
¡Oh en Tanger!
la dicha de un soñado
beso
en cama blanda de plumas
y de sabana tejidas allí donde el viento del desierto
acaricia los dedos
de las tejedoras de
sueños.
¡Oh en Tanger!
que apretado dilema
no se si dedicarle un
beso
o rezarle en todos los
idiomas del universo un Credo.
Donde nacer o morir en ella
sintiéndote al mismo
tiempo
rey de los pobres
o esclavo sin nada más que huesos y piel sobre el cuerpo.
Fin de la cita
de un eunuco que se
siente fértil como el río Ebro
y a lo sumo
solo lo quieren los
cuervos
que lo manejan como a una marioneta
para que aguante un
cierto tiempo.
A Tanger todo llega
hasta los estruendos de
quienes duermen pensando en el próximo duelo.
IV
Tanger no es puerta de
entrada
ni de salida
hacia donde sopla el
viento.
Tanger es el paraíso
con sus muchos muertos de
todos los tiempos
recorriendo la ciudad
en la que se sintieron
libres como el sol
saliendo entre las nubes con sus aguaceros.
Una historia mal escrita
es para ella, Tanger, el
peor de sus tormentos
por eso ella
la ciudad con sus
sentimientos
acoge a desterrados y
hambrientos
buscadores de tesoros y
enterradores de pobres versos.
A Tanger no le falta
nada que no sea lo que de
ella quieren las gaviotas que surcan los cielos.
Amor a lo cotidiano,
en ella me siento
el niño que fui en España
tierras adentro
cuando soplaban los
vientos
y el calor llenaba de
silencios
el alma de los campesinos
cuando regresaban hambrientos
por caminos polvorientos
y se veían los primeros
los corrales de Pinarejo, su pueblo y el mío en concreto.
V
No es la ciudad la que te
espera
¡eso es un cuento!
eres tu el que vas hacia
ella
trotando y de pie
derecho.
Café de la Jafita
tan lleno de recuerdos
para los que viven y para
los que ya murieron
a esas horas en que la
Medina
todavía esconde sus
blancos colores que destellan en el cielo
y a esas horas mágicas
en que un escritor se
alza
sobre la tumba que
construye en el paraíso que brota en su entendimiento
Alcazaba de cañones,
ahora monumentos,
vigilan,
por si acaso
alguien intenta
con su acero
fundir en vino
sus viejos recuerdos.
VI
El secreto es una palabra
sin más que decir de
ello.
El secreto es viajar
sin saber donde tu
periplo se acaba
ni cuanto tardarás en
ello.
En Tanger los secretos
no son nada
que no se lea en los
pensamientos
Ficción
o tal vez cuento,
¡nada de ello!
pues la ciudad existe
con sus calles, zocos,
mezquita y alcazaba pinchada en el cielo.
Ficción me suena
a palabra pronunciada con
desprecio
por quienes tapan
lo que son
o lo que fueron
en mitad de un universo
de libertades alargadas
que se respiran a pulmón abierto.
VII
Golondrina sin rumbo
el día pone dentro de un cerco.
Golondrina que no para
sobre el cielo
surcando los espacios
y huyendo de todo aquello
que dos enamorados trasmiten en un beso.
Nido de golondrina
colgando de un alero
hecho con barro y paja
para cuando llegue el
momento
de ser madre y criar a
sus poyuelos.
Cría la golondrina
y mira el cielo
pues no quiere ser como
los braceros
que siegan los trigos
y comen pan de centeno.
Esclavas sin ataduras
las argollas las llevan
dentro
por eso vuelan entre
mares y océanos
a la espera de ojos
tiernos
en los que poder leer
ha llegado el momento
de que construyas tu nido
sobre ese alero.
Inocentes las golondrinas
creen en los buenos
sentimientos
de los hombres y mujeres
sin saber si son malos o
buenos.
VIII
Fue de espaldas,
fue eso
títere sin saberlo.
Vivió mirando por una
ventana
de puertas hacia adentro
y desde allí vio
sus ojos no eran de
cemento
el transitar de las
gentes
y con ello
lo que a el parecía que eran los destinos de un pueblo.
“El secreto de Tanger”
fue para Bowles su credo
y con ello se despidió
por fuera y por dentro.
Tanto amor
derramado entre páginas
me parece un encierro
para aquellos que leen
sin haber antes paseado sus recuerdos
por esos lugares donde la
tinta se muestra azul como el color del cielo.
IX
Decante Tanger, decadente
España,
decadente el universo.
Las ciudades decadentes
también reciben aguaceros
y aunque en ellas no
brille el oro
ni la plata de las minas
que existen en los
subsuelos
las ciudades decadentes
saben a besos húmedos
como si chuparas un caramelo,
y a humo que sale
por las chimeneas
cuando llegan los
inviernos
y buscan cobijo en el
cielo.
Decadente la ciudad
no avanza
al tiempo que se siente un retroceso
por eso sus casas
y jardines donde se oyen
los trinos serenos
tienen ese encanto
que les falta por
ausencia de celo
a las urbes modernas
con sus altos rascacielos.
X
En la terraza de un bar
alguien medita sobre un
hecho concreto
como sabiéndose
el rey del momento.
y apóstol sin serlo
de un reino
donde no hay nazarenos
En la plaza
de un lugar perdido en el
tiempo
medita un viejo
mientras dos mujeres
sumidas en el olvido que se cuece en los lugares pequeños
dan la espalda a este
verso.
Plaza sin música
ni palabras por el cielo
huyendo
lame el silencio
las piedras del suelo.
Ser
solo eso
lo que tu quieres ser
y si en ello
el ser se pone terco
darle al ser al igual que
a tus sentimientos
buenos alimentos.
XI
Trepa la parra sin hojas
y sin frutos
busca el cielo
como queriendo decir
¡quien hará con mis
granos vino fresco!
Trepa la parra
por un poste de madera
que mece el viento
y ya sus hojas convertidas
en sombra sobre el suelo
se deja llevar
y ofrece sus sarmientos
para que ardan en la
chimenea
como si el diablo viviera
en sus adentros.
Si Bowles odiaba a Tanger
bebe amigo ahora que
estas a tiempo
pues el odio de los
hombres
nunca es bueno y si se
nace odiando
se vive con el odio
navegando por los paraísos internos de un cuerpo muerto.
“El recluso de Tanger”
es como un lamento por
haber sido en la ciudad
que odiaba por dentro
el guardián de una celda
con no más barrotes que los que el construía con tinta, papel y mucho
entretenimiento.
XII
sobre una fotografía
afilada nariz
y avispada vista perdida
sin rumbo para navegar en una tarde perdida
en que todo se detiene
y sin prisas
un hombre sentado respira
los olores que desde
siempre le llegan
y a los cuales nunca
ha prestado importancia
por formar estos parte de su vida y tormentos.
Aquí en Tanger todavía se
adivina
un cierto aire marcial
cuando los estruendos de
los aviones reducen a cenizas
los cielos limpios
de una ciudad reconocida
por sus tipografías y sellos.
XIII
Es su seno materno
una pequeña geografía
de montes y ríos,
ciudades y villas
con matices diferentes
que dejaron como poso de
vino en la tierra su huella profunda y anhelos.
Madre es Tanger
y por ello cría
a sus hijos e hijas
dentro de unos confines
que algunos pintan
como si fuera la ciudad
perdida en mitad de un desierto
Llegan y se van los extranjeros
de esta ciudad hundida
en el Medievo.
Sin más que
se diga
son gentes de diferente
lugares
todos ellos parecidos en lo concreto
a barcos a
la deriva necesitados de buenos vientos
que cuando fondean en
esas calas de rocas como ásperos pellejos
es para toda la vida sin quererlo
XIV
Me despido entre
recuerdos
de todo aquello que vi
y de lo que no viendo
presiento tan cerca que
duermo con ello.
Sumergido en la lectura
de un libro venido a
nacer entre brotes de calma
en mitad de un agosto de veraneo
dejo Tanger entre las
páginas de un diario que guardo
en la caja fuerte de mis
recuerdos
y me voy de paseo
por esta Cullera de
cuerpo entero
con su montaña, río mar y
embarcadero
donde los días pasan
lentos
a ritmo de descanso y de
centrar el pensamiento
solo en que el mes de
agosto acabe con buen tiempo.
Nada cambia en estos
lugares
donde la crisis suena a
cuento
y aunque en Tanger los
días eran azules y blancos dependiendo de la corriente del Golfo y de los
vientos
aquí en Cullera
ya subiendo en pos de un
castillo
rehecho, casi nuevo,
vuelvo a ser el de
siempre con barba de dos días y canoso el pelo.
Cullera a mis pies
con su paseo convertido
en zoco donde se compra desde un abanico a un reloj del tiempo.
Cullera y Tanger
juntos como si estos dos
pueblos
lejanos en distancia y
cercanos en mi entendimiento
fueran algo más que unos lugares donde veranear sin más que decir por
el momento.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
No hay comentarios :
Publicar un comentario