martes, 13 de agosto de 2013

A TANGER FUI Y DE TANGER VENGO


                      I
Poema de un día cualquiera,
de ese preciso momento
en que una barca pasa junto a la costa
y en ella veo
a dos dioses egipcios
mirando hacia el horizonte
mientras lanzan al agua
redes confeccionadas con hilados de oro que brillan como el mismo cielo que nos ilumina. ¡Tan sereno!

Mirad,
que silenciosa es la mañana
y que tranquilo el horizonte
se muestra ante estos dos seres
recubiertos de sales diminutas duras como el acero
combinadas con granos de arena
que llaman mi atención
mientras atento oigo
el sonido de graznidos en estéreo
que desprenden las aves vespertinas
que cruzan por el cielo
a ritmo de merengue y samba ¡que tremendo!

De amar en la mañana
está  loco hoy el tiempo.

Veo
brotar la rabia de las nubes 
en forma de aguacero
al tiempo que contemplo
sus ojos redondos como piedras de molinos encendidas en deseos.

De aquel  Antiguo Testamento
se escapa por estos tiempos
un Sansón ya ciego
que duerme en mis cabellos
y se alimenta de todo aquello
 a lo cual presto el tiempo justo para decir que he pasado un mal sueño

                   II
Caballo de madera o porcelana,
de metal  o vidrio,
de acuarela pintada en un lienzo
o al carboncillo, todo muy negro,
en una nube de triste sentir
que pasa relinchando
y me invita a seguir su camino por los cielos

Caballo de cartón
con  herraduras de metal
trotando entre campos repletos
de girasoles, avenas, trigos, cebadas y centenos
al tiempo que suenan unas campanas
en la lejana torre de una iglesia de duro basamento.

              III
A Tanger no le miento
porque allí he visto
como si fuera un sueño
los mismos botes de conserva corroídos por fuera
reutilizados como simples maceteros
colgando de paredes enjabelgadas de blanco
y me he sentido niño pequeño
navegando por un río Nilo
infectado de cocodrilos hambrientos
o ya en Trieste o Estambul
oyendo y siguiendo
las sirenas de los barcos de carga y de pasajeros
y el batir de las alas
de los últimos pajarracos del aquel lejano y antiguo imperio.

¡Oh en Tanger!
la dicha de un soñado beso
en cama blanda de plumas y de sabana tejidas allí donde el viento del desierto
acaricia los dedos
de las tejedoras de sueños.

¡Oh en Tanger!
que apretado dilema
no se si dedicarle un beso
o rezarle en todos los idiomas del universo un Credo.

Donde nacer o  morir en ella
sintiéndote al mismo tiempo
rey  de los pobres  o esclavo sin nada más que huesos y piel sobre el cuerpo.

Fin de la cita
de un eunuco que se siente fértil como el río Ebro
y a lo sumo
solo lo quieren los cuervos
que lo manejan como a una marioneta
para que aguante un cierto tiempo.

A Tanger todo llega
hasta los estruendos de quienes duermen pensando en el próximo duelo.

             IV
Tanger no es puerta de entrada
ni de salida
hacia donde sopla el viento.

Tanger es el paraíso
con sus muchos muertos de todos los tiempos
recorriendo la ciudad
en la que se sintieron
libres como el sol saliendo entre las nubes con sus aguaceros.

Una historia mal escrita
es para ella, Tanger, el peor de sus tormentos
por eso ella
la ciudad con sus sentimientos
acoge a desterrados y hambrientos
buscadores de tesoros y enterradores de pobres versos.

A Tanger no le falta
nada que no sea lo que de ella quieren las gaviotas que surcan los cielos.

Amor a lo cotidiano,
en ella me siento
 el niño que fui en España
tierras adentro
cuando soplaban los vientos
y el calor llenaba de silencios
el alma de los campesinos cuando regresaban hambrientos
por caminos polvorientos
y se veían los primeros los corrales de Pinarejo, su pueblo y el mío en concreto.

                      V 
No es la ciudad la que te espera
¡eso es un cuento!
eres tu el que vas hacia ella
trotando y de pie derecho.

Café de la Jafita
tan lleno de recuerdos
para los que viven y para los que ya murieron
a esas horas en que la Medina
todavía esconde sus blancos colores que destellan en el cielo
y a esas horas mágicas
en que un escritor se alza
sobre la tumba que construye en el paraíso que brota en su entendimiento

Alcazaba de cañones,
ahora monumentos,
vigilan,
por si acaso
alguien intenta
con su acero
fundir en vino
sus viejos recuerdos.

              VI 
El secreto es una palabra
sin más que decir de ello.

El secreto es viajar
sin saber donde tu periplo se acaba
ni cuanto tardarás en ello.

En Tanger los secretos
no son nada
que no se lea en los pensamientos

Ficción
o tal vez cuento,
¡nada de ello!
pues la ciudad existe
con sus calles, zocos, mezquita y alcazaba pinchada en el cielo.

Ficción me suena
a palabra pronunciada con desprecio
por quienes tapan
lo que son
o lo que fueron
en mitad de un universo
de libertades alargadas que se respiran a pulmón abierto.

              VII
Golondrina sin rumbo
el día pone dentro de  un cerco.

Golondrina que no para
sobre el cielo
surcando los espacios
y huyendo de todo aquello
que dos enamorados trasmiten en un beso.

Nido de golondrina
colgando de un alero
hecho con barro y paja
para cuando llegue el momento
de ser madre y criar a sus poyuelos.

Cría la golondrina
y mira el cielo
pues no quiere ser como los braceros
que siegan los trigos
y comen pan de centeno.

Esclavas sin ataduras
las argollas las llevan dentro
por eso vuelan entre mares y océanos
a la espera de ojos tiernos
en los que poder leer
ha llegado el momento
de que construyas tu nido sobre ese alero.

Inocentes las golondrinas
creen en los buenos sentimientos
de los hombres y mujeres
sin saber si son malos o buenos.

     VIII
Fue de espaldas,
fue eso
títere sin saberlo.

Vivió mirando por una ventana
de puertas hacia adentro
y desde allí vio
sus ojos no eran de cemento
el transitar de las gentes
y con ello
lo que a el  parecía que eran los destinos de un pueblo.

“El secreto de Tanger”
fue para Bowles su credo
y con ello se despidió
por fuera y por dentro.

Tanto amor
derramado entre páginas
me parece un encierro
para aquellos que leen sin haber antes paseado sus recuerdos
por esos lugares donde la tinta se muestra azul como el color del cielo.

                IX
Decante Tanger, decadente España,
decadente el universo.

Las ciudades decadentes también reciben aguaceros
y aunque en ellas no brille el oro
ni la plata de las minas
que existen en los subsuelos
las ciudades decadentes
saben a besos húmedos como si chuparas un caramelo,
y a humo que sale por  las chimeneas
cuando llegan los inviernos
y buscan cobijo en el cielo.

Decadente la ciudad
no avanza
al tiempo que se siente un retroceso
por eso sus casas
y jardines donde se oyen los trinos serenos
tienen ese encanto
que les falta por ausencia de celo
a las urbes modernas
con sus altos rascacielos.

           X
En la terraza de un bar
alguien medita sobre un hecho concreto
como sabiéndose
el rey del momento.
y apóstol sin serlo
de un reino
donde no hay nazarenos

En la plaza
de un lugar perdido en el tiempo
medita un viejo
mientras dos mujeres sumidas en el olvido que se cuece en los lugares pequeños
dan la espalda a este verso.

Plaza sin música
ni palabras por el cielo huyendo
lame el silencio
las piedras del suelo.

Ser
solo eso
lo que tu quieres ser
y si en ello
el ser se pone terco
darle al ser al igual que a tus sentimientos
buenos alimentos.

             XI
Trepa la parra sin hojas
y sin frutos
busca el cielo
como queriendo decir
¡quien hará con mis granos vino fresco!

Trepa la parra
por un poste de madera
que mece el viento
y ya sus hojas convertidas en sombra sobre el suelo
se deja llevar
y ofrece sus sarmientos
para que ardan en la chimenea
como si el diablo viviera en sus adentros.

Si Bowles odiaba a Tanger
bebe amigo ahora que estas a tiempo
pues el odio de los hombres
nunca es bueno y si se nace odiando
se vive con el odio navegando por los paraísos internos de un cuerpo muerto.

“El recluso de Tanger”
es como un lamento por haber sido en la ciudad
que odiaba por dentro
el guardián de una celda con no más barrotes que los que el construía con tinta, papel y mucho entretenimiento.

       XII
 Atino a ver
sobre una fotografía
afilada nariz
y avispada vista perdida sin rumbo para navegar en una tarde perdida
en que todo se detiene
y sin prisas
un hombre sentado respira
los olores que desde siempre le llegan
y a los cuales nunca
ha prestado importancia por formar estos parte de su vida y tormentos.

Aquí en Tanger todavía se adivina
un cierto aire marcial
cuando los estruendos de los aviones reducen a cenizas
los cielos limpios
de una ciudad reconocida por sus tipografías y sellos.

         XIII
Es su seno materno
una pequeña geografía
de montes y ríos,
ciudades y villas
con matices diferentes
que dejaron como poso de vino en la tierra su huella profunda y anhelos.

Madre es Tanger
y por ello cría
a sus hijos e hijas
dentro de unos confines
que algunos pintan
como si fuera la ciudad perdida en mitad de un desierto

Llegan y se van los extranjeros
de esta ciudad hundida
en el Medievo.

Sin más que se diga
son gentes de diferente lugares
todos ellos parecidos en lo concreto 
a barcos a la deriva necesitados de buenos vientos
que cuando fondean en esas calas de rocas como ásperos pellejos
es para toda la vida sin quererlo

               XIV
Me despido entre recuerdos
de todo aquello que vi
y de lo que no viendo
presiento tan cerca que duermo con ello.

Sumergido en la lectura
de un libro venido a nacer entre brotes de calma 
en mitad de un agosto de veraneo
dejo Tanger entre las páginas de un diario que guardo
en la caja fuerte de mis recuerdos
y me voy de paseo
por esta Cullera de cuerpo entero
con su montaña, río mar y embarcadero
donde los días pasan lentos
a ritmo de descanso y de centrar el pensamiento
solo en que el mes de agosto acabe con buen tiempo.

Nada cambia en estos lugares
donde la crisis suena a cuento
y aunque en Tanger los días eran azules y blancos dependiendo de la corriente del Golfo y de los vientos
aquí en Cullera
ya subiendo en pos de un castillo
rehecho, casi nuevo,
vuelvo a ser el de siempre con barba de dos días y canoso el pelo.

Cullera a mis pies
con su paseo convertido en zoco donde se compra desde un abanico a un reloj del tiempo.

Cullera y Tanger
juntos como si estos dos pueblos
lejanos en distancia y cercanos en mi entendimiento 
fueran algo más que unos lugares donde veranear sin más que decir por el momento.

Autor: José Vte. Navarro Rubio 

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