Otra vez uno vuelve
de uno de esos repentinos paseos
en la hora de más calor del día con el fin de broncearse.
Hoy he andado por la cuenca de un río
entre eucaliptos, hinojos, chopos y guijarros
de todas las clases y colores.
He visto volando por encima de los árboles
diferentes aves
entre luces y sombras,
entre calores y pequeñas corrientes de aire
y en los cañaverales
sonidos raros de sepa Dios que animal domesticado o salvaje.
En las aguas estancadas de este río Magro,
que desfila sin enterarse
de que sus aguas están muertas
antes de llegar al Jucar
que es su padre,
lanzan la caña los pescadores
que apaciblemente descansan
mientras contemplan el paisaje.
Necesita el río Magro, Rambla de Algemesí
o Seco como lo llamaron los árabes
algo más que carteles
que anuncien su condición de espacio protegido
contra la barbarie del ser humano
principal responsable de todos sus males
Me muevo entre los términos de L'Alcúdia, Algemesi y Carlet,
cosa esta que el río no sabe
y apoyado en una caña cortada con una navaja de filo como un sable
cruzo entre puentes,
vadeo ciénagas infernales
y desemboco de repente
en una ex-cantera de áridos donde crecen de forma desordenada no más de cuatro árboles.
Ya en Carlet veo una plaza de toros desmontable
y junto a ella ¡que arte!
cuatro hermosos caballos que relinchan mientras lanzan sus crines al aire.
Vuelvo del paseo. Vuelvo para sentarme
y para escribirles
no se si con poco o mucho arte
lo que ha sido esa parte de mi vida
entre las 16 a las 19 horas de una tarde con calores infernales.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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