Refrán popular: No se puede estar al plato y a las tajadas.
La pringue y la tajá en la boca se deshacen
y son un excelente manjar
propio de sociedades acostumbradas a ahorrar y a escatimar
todo lo que se puede y más.
Fritas las tajas se solían acompañar de un par de huevos fritos
y detrás o segundo plato, como se le venga a denominar,
queso manchego y jamón curado a la vieja usanza de forma natural.
La pringue y la tajá merecen el tratamiento de comida real
que si se tuviera que inventar
no habría cocinero en el mundo capaz de igualar
ese sabor que Dios le ha dado a la carne de cerdo frita hasta reventar.
Fríos los inviernos y los labradores y pastores en los campos y dehesas dispuestos a trinchar
lo primero que saliera del morral
las tajas se comían cortándolas con una navaja sobre el mismo pan
y entre taja y taja
y entre espera que te espera
el ganado balando ya
caía en la garganta un chorro de vino
tras apretar
la bota negra como la pez
que en una buena comida no debe faltar.
Si las tajas son de tocino ¿que decirles y que me dirán?
pues en una sola mordida
a la boca te puedes llevar el magro, el gordo y la corteza
de quien antes de morir era en su gorrinera
el rey del corral.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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