Habría que salir a la calle y clamar por esas muertes
siempre las mismas las de los pobres que no pueden vivir ni probremente.
Habría que destruir las fronteras y las banderas de todos los lugares
y dejar el planeta tierra abierto a todos sus habitantes.
En tiempos de bonanzas y en tiempos de desastres
los pobres del mundo siguen teniendo nombre,
y gentilicio propio que los delata
no por lo que son,
ni por lo que se les supone,
ni por lo que hacen
sino por esas connotaciones que la historia trasmite y en las escuelas como dogma se aprende.
Me he ido escorando cada vez más hacia la solidaridad con los que no tienen ni con que taparse
y a punto ya de naufragar y decir me rindo he perdido el combate
me encuentro con ese acto salvaje
de unos mercantes que en Lampedusa prefirieron seguir su cabotaje
antes que intentar salvar de la muerte
a seres humanos entre ellos niños y niñas y mujeres gestantes.
Hoy la tragedia ya no se merece ni una página en los diarios
pues esto no vende
y a lo mejor decae la venta de pescado
en ese puerto de Lampedusa
donde las aguas se tiñen de rojo y muerte.
Se volverá a repetir la tragedia es un clamor que se sabe a pie de calle
pero para esos momentos en que surja el desastre
ya habrá más bolsas negras preparadas para introducir los cadáveres
y declaraciones de todo tipo en boca de quienes no pasan hambre.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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