Me despierta
la ciudad
con sus sirenas
cual amigas en su rugir
pidiendo ayuda
y me calla
de golpe
la voz que sale
tranquila y perversa
anunciando lluvia y golpes de millones
cantados por niños
que se sienten en esta mañana de un domingo
pájaros de alas cortadas subidos en un columpio.
Al llegar a la rotonda
cogí la recta que lleva a mi destino
en ese día de trabajo
con temperaturas de frigorífico
saliendo de un taquímetro con luces de colores
como el arco iris
que de pequeño dibujaba en una libreta rayada
como las cebras africanas
antes de ser abatidas a tiros.
por cazadores faltos de elementales principios.
Veintidós de diciembre son
cuando un arbitro da un pitido
y cae un equipo abatido
por un ladrón de guante blanco
al cual le protege un don divino
que tiene que ver con ese color negro
que lo hace juez de un desatino.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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