No hay infancia
sin ser diminuto
yendo de un lado hacia otro
en busca de un nuevo mundo
diferente al de las cuatro paredes
entre las cuales se nos da cobijo
por parte de aquellos seres entrañables entre los cuales nos forjamos como el metal al rojo vivo.
Todo pasa y llega
con el tiempo como testigo. Infancia, juventud, vida de adultos
y para cuando llega el otoño que pone fin a nuestras vidas
siempre queda en ese almacén de memoria que nos sirve de enlace con el pasado que fuimos
algo que recordar y algo de lo que arrepentirnos.
La vida pasa a la ligera
y no se detiene en ninguna posada de ningún camino
por mucho que sea lo andado
o por mucha
que sea la fatiga que acumula nuestro organismo.
Llega como todo aquello que tiene fin definido
la muerte, que no se quiere, pues es la peor enemiga.
Por eso siempre cuando cierro los ojos
a la hora que sea, en punto, procuro llevarme conmigo,
lo mejor del día
por si el caprichoso destino
tuviera pensado algo diferente a lo que de costumbre realizo.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
No hay comentarios :
Publicar un comentario