sábado, 11 de enero de 2014

BALSAMO IZQUIERDO/SAMARITANO/MALATS/CATALÁN


 Miscelánea de comercio, artes y literatura. 15/12/1819, página 3.
Señor editor: los extraordinarios y nada exagerados elogios que se tributan para la curación de las heridas, al bálsamo que circula con el nombre de Malats, llamaron tanto mi atención que me entró la curiosidad de inquirir su composición, y averiguar su verdadero origen. En efecto, aunque me ha costado muchos pasos registrar archivos y papelotes arrinconados, y tomar noticias diversas, tanto dentro como fuera de esta capital, he logrado descifrar por fin este misterio, que por la utilidad que debe traer al público, me atrevo a manifestar a usted para que se sirva insertarlo en su periódico, si lo tiene a bien. He aquí señor editor, la historia fiel y exacta de él.
En 1803 se presentó en esta corte un tal Antonio Jiménez Izquierdo, vecino de la villa de Pedroñeras, de la Mancha, con dicho bálsamo, para comprobar y patentar sus virtudes, observadas por él en el considerable transcurso de 30 años. Habiendo acudido al gobierno con esta pretensión, y obtenido el competente permiso, verificó sus ensayos en la escuela veterinaria de esta corte, a presencia de don Segismundo Malats y demás profesores de ella. Los resultados de estos experimentos fueron tan felices, que habiendo atravesado la cabeza a varios animales, y herido a otros por el paraje que le señalaron los maestros y demás circunstantes, sanaron de sus mortales heridas, con admiración y asombro general, se repitieron estos experimentos en dicha escuela y en la población con iguales efectos; y el gobierno, satisfecho de ellos, y convencido por otro lado de lo conveniente que será la publicación  de este remedio, acordó dar á Izquierdo, verdadero propagador de él, una pensión vitalicia que ha disfrutado, así como su viuda doña Catalina Moreno, hasta su fallecimiento que fue en Abril de 1817, con la precisa condición que descubriese á Malats y demás maestros de la escuela veterinaria los simples de que se componía, recogiéndolos delante de ellos, y elaborando dicho remedio a su presencia. Así lo verifico Izquierdo, y en su consecuencia acordó el señor don Carlos IV. su publicación, mandando que se insertase en la Farmacopea Española, y se honrase la memoria de dicho
propagador, poniéndole su apellido al bálsamo sin haber yo podido averiguar cuál sea la causa de que no se haya cumplimentado esta soberana resolución.
También fue examinado de orden superior en el colegio de San Carlos, aplicándolo á los heridos, e informó de el la junta superior de cirugía en tiempo de Gimbernat, Galli, Vullez ; Lacaba, Vidart, Capdevila y Lavedan, individuos de ella.
La imposibilidad de que muchos puedan usar de este precioso remedio, a causa del excesivo precio a que se vende, es el objeto que me mueve á publicar su composición, y a presentar al público la receta y modo de elaborarlo, mayormente siendo como son unos los bálsamos que corren con diversos nombres en esta capital. Su descubrimiento se debe principalmente á Izquierdo, que según me han informado varias personas fidelignas, lo adquirió de su padre, de ejercicio albeitar, en una receta que se encontró a su fallecimiento en árabe, que traducida es la que coloco al fin de este artículo. En esta inteligencia, el que quiera hacerse con él, y ahorrarse cinco duros que cuesta cada onza, poco mas ó menos, puede verificarlo elaborándolo en su casa, o mandándolo hacer en la botica que guste, satisfecho de sus idénticos efectos, y no privarse de un remedio, cuyas virtudes son tan manifiestas
en las heridas recientes, como lo acredita la experiencia de muchos años, aunque no de virtud tan universal, cual quiere atribuírsele, con perjuicio del público y descrédito del mismo medicamento.
R E C E T A .
Dos libras de aceite común.
Media onza de balsamillo. ,
Media onza de sínfito mayor.
Media onza de una de gabilan.
Media onza de abillas.
Media onza de balsamina.
Media onza de la yerba cotones.
Y media onza de hojas y flor de romero.
Estos simples, puestos en una redoma, se entierran en un estercolero por espacio de treinta
y seis días, á fin de que fermenten.
A Dios, señor editor; y Dios me dé mucha salud para irle comunicando avisos de esta naturaleza. Queda de usted afecto servidor,
q. s. m. b. = M. M.

 Nuevo diario de Madrid. 2/5/1821, página 8.
 El bálsamo maravilloso por el verdadero autor don Juan Antonio Ximenez Izquierdo, que tantos prodigios ha hecho en este reino, como en los extranjeros, como está acreditado, se sigue vendiendo en esta Corte, en la calle de Carretas almacén de hules, frente a las rejas de la Fonda del Ángel, mas arriba de la compañía de Filipinas, en la calle de Toledo, núm. 35 cuarto 2 , casa de Miguel Castaños, y en la corredera de San Pablo, tienda abacería, núm. 17, junto á la plazuela de san Ildefonso, al equitativo precio de 12 rs. la onza, y cada pomito llevará una papeleta pegada, con nombre y apellido de dicho autor, también se da una papeleta para el uso de dicho especifico, y no siendo comprado en los parajes indicados (donde habrá papeles a la puerta que lo anuncien), no es de este autor. También se vende en las Pedroñeras casa del autor, provincia de la Mancha.

 El Gratis (Madrid). 23/12/1842, página 4.
El único despacho del verdadero bálsamo maravilloso de D. Antonio Jiménez Izquierdo, tan conocido por sus buenos resultados, es en la librería de Matute, calle de Carretas, donde se hallará en pomitos de á onza lacrados y sellados, con una papeleta impresa del modo de administrarlo.






BÁLSAMO DE MALATS

SEGISMUNDO MALATS Y CODINA (1756-1826)José María de Jaime Lorén (2010)

Datos biográficos
Nació en la localidad catalana de Santa Eugenia de Verga alrededor de 1756. En 1775 
ingresó como mariscal o albéitar del ejército en el Regimiento de Dragones de Lusitania, 
con el que pasó en 1780 al Campo de Gibraltar participando en el bloqueo de la plaza, 
y siendo ascendido el año siguiente a mariscal mayor.
Conscientes sus superiores de sus méritos, en 1784 fue comisionado junto al mariscal Hipólito
Estevez para estudiar en la Escuela de Veterinaria de Alfort, donde actualizaron sus
conocimientos de economía rural, cría de caballos y ciencia veterinaria en general, pasando
luego a ampliar estudios a Alemania, Dinamarca e Inglaterra, para regresar a España en 1788.
A continuación ambos veterinarios se dedicaron a redactar un plan de estudios y a
organizar todo lo necesario para fundar dos escuelas de veterinaria en Madrid y Córdoba.
Sin embargo la falta de profesorado adecuado obligó acrear solo la primera. En 1790
Segismundo Malats fue nombrado mariscal supernumerario de la Real Caballeriza,
pasando a numerario en 1793, cargo que llevaba añadido el de examinador de albéitares
 y herradores. También fue designado segundo director del Real Colegio de Veterinaria
que luego sería Escuela de Veterinaria, además de Alcalde Examinador y Juez del Tribunal
del Real Protoalbeitarato, socio correspondiente de la Económica de Madrid, así como de
otras varias instituciones.
Durante la guerra de la Independencia, Malats estuvo destinado en Córdoba, Granada
y Orihuela, siempre destinado en las Reales Caballerizas, siendo nombrado mariscal mayor
del Ejército del Centro.
Concluida la guerra mantuvo un abierto enfrentamiento con Bernardo Rodríguez, destacado
mariscal de las Reales Caballerizas, quien pudo verse perjudicado por alguna decisión en
relación con el Colegio de Veterinaria. Como reconocen sus biógrafos: “No obstante
la estrecha vinculación que mantuvo con Godoy, quien le distinguió con el nombramiento de
encargado de sus Caballerizas, Segismundo Malats estableció relación con los sucesivos
poderes políticos, de manera que pudo sobrevivir a todos los acontecimientos históricos de
la época: caída de su protector Godoy, Príncipe de la Paz, etapa constitucional y
entronamiento de Fernando VII”.
Como profesor de la Escuela de Veterinaria de Madrid se encargó de las asignaturas de
Anatomía, Patología, Clínicas y Hospitales. Sin embargo apenas puso en práctica el
sistema de enseñanza aprendido en la Escuela de Alfort, donde los alumnos intervenían
activamente en las clases.
Malats se limitaba a exigir sus libros de texto de memoria, dedicando poco tiempo a la
enseñanza, dado el alto número de cargos que ostentaba, además de la escasa vocación y
entrega a la docencia.
Con el tiempo, dejó el grueso de las clases para centrarse en la dirección de la Escuela
que le proporcionaba importantes beneficios.
Su labor publicista la inició en 1793 con “Nuevas observaciones físicas concernientes a la
economía rural, cría, conservación y aumento del ganado caballar, con varios puntos
interesantes a la salud pública”, “Tratado de patología y cirugía veterinaria”, los
“Elementos de Veterinaria que se han de enseñar a los alumnos del Real Colegio de
Veterinaria de Madrid” (1793), “Materia Médica” (1795-1796), “Patología” (1797-1800). Cierto
que alguno de estos libros son traducciones de las obras de Claudio Bourgelat,
fundador de la veterinaria francesa. También colaboró con el catedrático de química del Colegio
de San Carlos de Madrid, Pedro Gutiérrez Bueno, en la redacción de un Reglamento de
inspección de carnes y en otro de Higiene.
Segismundo Malats murió en Madrid en 1826, tras una vida en la que pudo disfrutar ayudas
 importantes que aprovechó en su propio beneficio. Sus contemporáneos le culpan del
retraso en la evolución de la enseñanza de la veterinaria en España, no obstante su
inteligencia y excelente formación. En cualquier caso, se trata de una de las figuras clave de
 la historia de la veterinaria española.
Bálsamo de Malats 
Se trata de un medicamento hemostático de su invención que gozó merecida fama,
tanto como remedio secreto como usado en forma de preparado oficinal, figurando de forma
explícita y bajo la denominación de Bálsamo de Malats en las ediciones de 1865 y
1884 de la Farmacopea Oficial Española.
Sin embargo desde el primer momento la fórmula fue objeto de numerosas polémicas, sobre
todo al ser acusado Malats de haber plagiado su remedio del “Bálsamo de Izquierdo”, cuya
paternidad se atribuía al tintorero de Pedroñeras (Cuenca) Juan Antonio Jiménez Izquierdo.
Ante uno de tantos ataques que recibió a través de la prensa, Malats se defendía de la forma
siguiente: “Desde la expedición de Argel, en el año 1775 que fui nombrado mariscal mayor del
ejército, ya había hallado yo la mayor parte de la composición de mi específico; digo la mayor
parte, porque como el hombre no suele por la primera vez sacar completas sus obras, y que
con el tiempo y la experiencia las perfecciona, así fue que en el año 1779, que fui nombrado
mariscal mayor del ejército del Campo de Gibraltar, logré hacer progresos más ventajosos
con mi bálsamo, como puedo justificar en caso necesario; y después de esta época
continué beneficiando y mejorando su composición hasta que en la última guerra con la Francia,
en que fui nombrado mariscal mayor del ejército del Centro y demás del Mediodía, acabé de
conocer el grado de perfección a que había llegado con él por los efectos prodigiosos que
hacía, pues mis habitaciones fueron siempre un cuartel de la sangre: como igualmente en la
epidemia, que principió el día 6 de agosto del año 11 en Orihuela, en que se aumentó su
crédito, y lo consideré elevado a la cumbre de sus virtudes, a que se dieron tan repetidos
elogios en diferentes periódicos, como en general de todo el mundo.
Estos hechos positivos y ciertos, sin otros muchos que omito de casos particulares, en
 los efectos producidos por mi bálsamo, forman parte de la historia de él”.
Por otra parte, es cierto que existió relación entre Jiménez Izquierdo y Segismundo Malats,
cuando aquél acudió a la Escuela de Veterinaria para demostrar las bondades de su preparado
ante los profesores veterinarios. Así el 2 de marzo de 1803, en presencia de Malats
 y otros comprofesores, se practicó “una gran puntura en el hoyo de la cuartilla posterior de un
caballo, hiriéndole el tendón profundo y sublime: se le aplicó el bálsamo de Izquierdo y quedó
curado. A otro caballo se le atravesó con hierro el hueso parietal del lado derecho, se le
aplicó el bálsamo, se llevó al animal a la cuadra, se le echó de comer, y no tuvo novedad”.
El resultado positivo de la actividad terapéutica del bálsamo de Izquierdo fue avalado por
la firma de Segismundo Malats, Antonio Roura, Benito Agustín Calonge, Francisco González y
 Antonio Bobadilla, en informe de 23 de julio de 1893.
Nuevamente a finales de este mismo año solicitó Izquierdo reiterar las experiencias terapéuticas
con su bálsamo, que dieron comienzo el 7 de diciembre a la 4 de la tarde. Según narración del
 propio Malats, Jiménez Izquierdo presentó al efecto: “Un saquillo de yerbas secas
desfiguradas por estar medio molidas, y las metió delante de mi y del segundo director don
Hipólito Estévez en una redoma, poniendo sólo una porción de aceite, y la dejó enterrada
en un estercolero, donde permaneció por 25 ó 30 días, de lo que resultó sacar un líquido de
color de tinta; se aplicó a varios animales y no resultaron progresos favorables …
se hicieron dos operaciones a un caballo, una en la cabeza, perforando el cráneo, y otra en el
tendón sublime y profundo de la cuartilla de un pie: también (es cierto) que no murió al pronto:
pero si a los ocho ó diez días de un pasmo universal o tétanos, y se quejó amargamente el
Don Juan Antonio Jiménez Izquierdo de que el caballo se había desnucado mientras el fue a
misa: pero hecha anatomía exacta por los profesores de la escuela, a presencia mía y la del
segundo director, se observó que el pasmo del animal provino de la acritud del dicho bálsamo,
que irritó todo el sistema nervioso, y de lo que resultó el trismos”.
La exposición de Malats continuaba aludiendo al hecho de que con anterioridad a la
demostración, el rey había agraciado al citado Jiménez Izquierdo con una pensión mientras
solicitaba un informe del Colegio de Cirugía de San Carlos, para que los cirujanos opinasen
sobre las posibles virtudes del Bálsamo de Izquierdo. Como el informe fue negativo, fue
desaprobado.
No satisfecho con estas opiniones se realizaron nuevos experimentos en febrero de 1804, esta
vez con un macho cabrío proporcionado por José Urbina, corregidor de Madrid, y con dos
carneros, todo ello en presencia de la Junta Gubernativa de Cirugía que estimó que los
resultados obtenidos con el bálsamo eran satisfactorios, según firmaban Francisco Bullier, Pedro
Vidart y José Antonio Capdevila.
Fallecido Juan Antonio, su hija y heredera Jesusa Jiménez solicitó real permiso para poder
vender el específico “Bálsamo de Izquierdo”, ordenando la autoridad se realizaran nuevos
ensayos con animales. Como en anteriores ocasiones, se llevaron a cabo con dos jumentos
en la Escuela de Veterinaria en presencia de los directores y profesores. La correspondiente
certificación extendida por los técnicos en diciembre de 1818, desestimaba la solicitud de
la hija de Jiménez Izquierdo.
Como ocurre a menudo con los remedios secretos, el Bálsamo de Izquierdo conoció ensayos
 que lo presentaban como un medicamento eficaz, y otros que le daban una actividad
nula. En cualquier caso, algún éxito terapéutico debió de conocer para que al menos se le
 concedieran tantas oportunidades de experimentación.
En cualquier caso, para los biógrafos de Malats no hay duda que éste no conoció “el
grado de perfección” ni los “efectos prodigiosos” de su bálsamo hasta 1808, cuando ya se
habían realizado numerosos ensayos con el de Izquierdo,concretamente varios de ellos en su
misma presencia, dos en 1803, uno en 1804 y dos en 1807. De todas formas la coincidencia de
fechas era sospechosa, y sus detractores no dudaron en utilizarla para calificar su
actitud de usurpadora.
Tampoco le favoreció vender a “100 reales el pomo de poco más de una onza”, por un bálsamo
cuyas propiedades terapéuticas se asemejaban al de Izquierdo quien, más moderado,
cobraba sólo doce reales de vellón por cada frasco.
Se defendió Malats del ataque económico de que era objeto, argumentando que a lo largo de
32 años se lo había proporcionado gratuitamente a los pobres, y sólo exigía en pago de tan
elevada suma a los pacientes que podían permitirse tal dispendió, compensando así sus
beneficios. La polémica desencadenada en la prensa madrileña, tanto sobre la autoría
original como sobre el precio abusivo del bálsamo de Malats, se extendió a tierras catalanas,
donde: “La innata propensión de los naturales de este principado a poseer, o a lo menos imitar
 cuanto con fama de útil y precioso se inventa encualquiera país, no podía oír con resignación
tantas ponderaciones de tal bálsamo, viendo tal escasez y tantas dificultades para adquirirlo …
De ahí resultó que varios hombres estudiosos y benéficos se dedicaron a reunir yerbas, f
ormar composiciones, hacer experiencias, etc., hasta que por fin parece se ha logrado ya dar
con la tecla, pues frente de San Josef hace cerca de un año venden un bálsamo que después
de dos meses de continuos experimentos practicados por facultativos en irracionales, ha
acreditado causar los mismos efectos en hemorragias y demás que el del Sr. Malats”.
Al tiempo se daba a conocer el “Bálsamo Catalán” proponiendo que cualquier persona,
fuera o no sanitaria, adquiriese el remedio que se expendía “a un precio equitativo”, y
comunicase los resultados que obtenía con el mismo en el “Diario de Barcelona”. En 1820
se había utilizado ya el Bálsamo catalán tanto en terapéutica veterinaria como humana.
Cierto enigmático “ciudadano B” se dirigiría al periódico para dar cuenta del éxito logrado
con el Bálsamo catalán en ensayos realizados en un conejo y una gallina, a los que
previamente había practicado incisiones profundas. Así comentaba: “Este bálsamo … sirve
para curar toda especie de hemorragias, y de ningún modo debe aplicarse para úlceras y
otros males, como se que lo han verificado algunos, tal vez con intención siniestra para
desacreditar a su autor, que según tengo entendido es un facultativo hijo del país, muy
perseguido por los mismos de su clase … he creído como buen ciudadano debía yo ilustrar la
materia con el resultado de mi experiencia a fin de que en los casos urgentes como son
heridas, hemorragias y hemoptisis sepa el público la utilidad del bálsamo catalán, y donde
 puede acudirse”.
El mismo anónimo ciudadano B, que por la redacción parece un cirujano o un médico, sigue
durante el año 1820.Confirmando los éxitos logrados con el Bálsamo catalán, esta vez en
 humanos. Hasta siete casos comenta.
En cualquier caso, al margen de polémicas y de diatribas, ni el bálsamo de Izquierdo ni el
Catalán pervivieron en la terapéutica, únicamente el de Malats figuró, como se ha dicho,
en dos ediciones sucesivas de la Farmacopea Española.
La polémica sobre los bálsamos alcanzó tales niveles, que en 1820 Gregorio Bañares
publicó su “Memoria científica” sobre el bálsamo Samaritano, ampliando el debate a los de
Malats y de Izquierdo, y concluyendo que estos últimos son con ligeras variantes el mismo
que el Samaritano.
Para empezar señala “que el aceite o Bálsamo Samaritano no cede en nada al de Malats, y
todos los demás que andan en manos de los secretistas, ignorantes y empíricos”, y
centrándose en el de Izquierdo nos da algunos datos sobre el mismo, “Se conoce que el
autor o tenedor de la receta publicada del bálsamo, fue un hombre que no tenía ningún
conocimiento científico”, rebatiendo su sistema para realizar la fermentación de las hierbas
junto al aceite, lo que, en su opinión, impedía la correcta aireación y consiguiente fermentación.
Por otra parte, las virtudes que atribuye a las hierbas en realidad se deben al aceite que
usan como vehículo, y concluye “El señor Malats e Izquierdo habrán visto infinitas curaciones
con su bálsamo, pero ninguna ha llegado a las que ha producido el Bálsamo Samaritano”.
El propio Bañares describe “la fórmula del aceite compuesto, conocido con el nombre de
bálsamo de Izquierdo y de Malats que publicó el bienhechor de la humanidad M.M. en la
Miscelánea de comercio, artes y literatura número 20”:
“Se toma”:
  •  Del fruto de la Momordica balsamina de Linneo, vulgo Balsamillo, ½ onza
  •  De los tallos y hojas de la misma planta, ½ onza
  •  Del sinfito oficinal de Linneo o Sinfito mayor, ½ onza
  •  Del sedo blanco o menor de Linneo, vulgo uñas de gavilán, ½ onza
  •  De la simiente de la Malva rotundifolia de Linneo o común, vulgo Abilla, un poco 
  • quebrantada, ½ onza
  •  Del solano negro de Linneo, vulgo yerba Cotones, ½ onza
  •  De las hojas y flores de romero, ½ onza
  •  De aceite común bueno, 32 onzas
Todas estas yerbas frescas se dividen en pequeñas partes,se ponen en una vasija
correspondiente con las treinta ydos onzas del aceite común y se meten, según la receta,
en un estercolero por treinta y seis días, o en su lugar se pueden poner al sol, como se hace
con el aceite de balsamina, o al calor de unos treinta grados; luego se cuela y se filtra, si se
quiere, para tenerlo más depurado y claro.
En la preparación de las recetas deben especificarse todos los pormenores de cada una de las
 cosas que entran en su composición para quitar toda duda y arbitrariedad a los que las
 practican, y para que el medicamento salga constantemente uniforme”.
Y sigue Gregorio Bañares insistiendo sobre el bálsamo de Malats “que es ya el remedio
predilecto y de moda, el asunto de las conversaciones de Madrid y de toda España; y
aún ha dado ocupación a los periodistas de todas partes”.
Censura el secretismo de su composición aunque, aventura, no difiere en gran parte del de
Izquierdo, y continúa: “Dirá Vmd. acaso, Señor yo lo he perfeccionado, añadiéndolo
achicorias o berenjenas; sea cierto, pero lo positivo es que si Vmd. hace esto, el aceite sale
 virgen de los ataques de las nuevas yerbas que Vmd. le añade, sin que en nada le hayan
disfrazado; cuya operación la ha podido hacer a poca costa, y sin que lo hubiera conocida la
madre que lo parió; pero no le vino entonces a la imaginación que podría variar algunos
caracteres físicos sin influir en lo esencial; por cuya razón no discrepan en nada los caracteres
físicos y químicos de uno y otro.
Si el aceite que Vmd. emplea para su bálsamo disolviera o se combinara con algunos
principios inmediatos de las plantas, adquiriría algunas propiedades químicas nuevas, y perdería
alguna de las físicas; es así que el aceite conserva sus caracteres físicos, sin variar los químicos;
luego el aceite no ha extraído ningún principio, o en tan corta cantidad que equivale a cero; luego la
virtud
del bálsamo consiste en el aceite y no en las yerbas …
En prueba de esto, emplee el Señor Malats las yerbas que quiera, úselas en cocimiento, en
infusión con aguardiente, cataplasma, etc., observe los resultados, y verá que no corresponden:
por el contrario, emplee el aceite sólo, y verá comprobadas sus virtudes. Este es el medio de
acertar, si se quiere ser útil a sus semejantes.
El señor Malats e Izquierdo habrán visto infinitas curaciones con su bálsamo; pero ninguna ha
llegado a las que ha producido el Bálsamo Samaritano”.
A mediados del siglo XIX se hacía publicidad del Bálsamo de Malats en “El Diario Español”. Se
vendía a seis reales el frasco en la botica Central Española de Madrid.
Bibliografía
BAÑARES, G. (1820): Memoria científica sobre la naturaleza, usos y virtudes
extraordinarias del bálsamo samaritano o aceite común; del de malats,
Izquierdo y otros semejantes. Madrid
GASPAR GARCÍA, M.D.; PÉREZ GARCÍA, J.M.;
BALLESTEROS MORENO, E. (1992): Contribución inédita a la biografía de don
Segismundo Malats y Codina (1756?– 1826). Mariscal mayor y fundador del primer Real
Colegio de Veterinaria de España. Minutos Menarini, 48 (3), 288-292
JURADO, A. (2005): Aceite de oliva todo mal quita (desde la antigüedad hasta hoy),
110-111. Madrid, 223 p.
PÉREZ GARCÍA, J.M. (2000): D. Segismundo Malats i Codina, ilustre catalán fundador de
la enseñanza veterinaria en España. V Jornadas Nacionales de Historia de la Veterinaria,
7-22. Barcelona, Facultat de Veterinària de la Universitat Autònoma de Barcelona.
José María de Jaime Lorén
Universidad Cardenal Herrera-CEU (Moncada, Valencia)
(Agosto, 2010)

 Gozó de gran predicamento el bálsamo de Malats, con el que el famoso Petrequillo se empeño en curar la herida que terminó con la vida del General Zumalacárregui. Su complicada preparación merece ser citada. En una vasija de vidrio de ancha boca se colocan, en determinada y bien conocida proporción, flores de romero, manzanilla y cantueso en buena cantidad de aceite y tapado con un paño se abandona el recipiente al sol y al sereno, de mayo a octubre. En agosto se le incorporan frutos y hojas de balsamina, y en septiembre bálsamo del Perú. Llegado octubre, se cuela todo para dejarlo clarificar por reposo y conservarlo en frascos bien llenos y bien tapados. Se empleaba principalmente por sus propiedades de detener la hemorragia y cicatrizantes

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