Fue sitio el de Zaragoza
por un invasor extranjero.
cañones, bombas, bayonetas, luces y desconsuelos
en la ciudad asediada
por arriba y por abajo de su río Ebro.
Protegida, defendida
por combatientes con ilusiones cogidas como cintas del pelo
la ciudad se resistía
a morir en manos de quienes la querían ultrajada y rendida con su atalaje de muertos.
Guerra y desprecio
con sus guerrillas en la atalaya desde la que se mira la ciudad con sus monumentos
y en el centro de tanto desespero
la cruz que todo lo puede y los muchos rezos
contra la razón impura del combatiente extranjero
que en la atenía de los que le combaten con corazón de acero
tiene a su mejor aliado para esos momentos de cerco.
Dirimente el diagnostico, certero,
capitula la ciudad, sin remedio,
un día 21 del mes de febrero,
ante el asombro del austero ejercito de gabachos violentos
que hasta Zaragoza se acercó
no para beber agua de su río Ebro
sino para tomar la ciudad y convertirse en carceleros.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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