En la noche de todos los tiempos, ellas frías,
en esas noches poseídas por aromas de mujeres
y ruidos de cuchillo en una cocina
yo me dispongo a dormir
mientras entorno a mi cabeza gravitan
planetas y estrellas, cometas e ínsulas,
todos ellas y ellos llenas y llenos de una total poesía.
Es en esta noche
en que las alcantarillas arrojan sus olores a fermentaciones de orines y agua corrompida
cuando creo escuchar a través de una rendija y de una luz difusa
una canción de cuna
que viene a decir, duérmete ya, y uno que de eso nada sabía se dormía.
Un llanto
de hiena y de loba Capitolina
me llega a través de una cortinilla
fabricada con tela de saco, es decir de hilo de pita.
Es la música de todos los días
con la que se despiertan los pobres
y con la que se acuestan las ricas.
Ya los que nacimos allí donde la blancor de los días patina sobre las fachadas de las casas
enjalbegadas con cal viva,
ya los que nos fuimos de aquellas tierras por necesidad un día,
ya todos juntos y participando de una fiesta con música de órgano y piano de cola de sardina,
ya todo sin preguntas, me obligo sin prisas,
a volver a mi quehacer diario
para participar de mis rutinas,
escribir, leer, beber agua con bolitas y de vez en cuando comprar caramelos con sabor a menta y cafeína
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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