En las selvas de Pinarejo
con olmos, chopos, pinos, chaparros, almendras, olivos e higueras
había algo que a los pobres de aquella época
nos gustaba más que el oro al avaro de Moliere, dígase de paso una comedia.
Se llamaba paleduz
y crecía con tanta fuerza
que hacia falta el tiro de una mula para sacar una raíz entera.
¡Que historias las nuestras!
Recuerdo así me viene a la memoria
un grupo de niños camino de aquella tierra en el Mazo, con plantas tan verdes y tiernas
que el agua allí se quedaba quieta
como queriendo ser bebida y con ello participar de aquella fiestas
en que como golosinas masticabamos una raíz que nos servía para endulzar las penas.
Ir al paleduzar era como una fiesta
para esas fechas sagradas en que las matas se veían desde el camino sobresalir de la tierra.
Tan duros eran los terrones de tierra
que los azadones y escavillos sobre ellos rebotaban
y a duras penas,
como se podía y eran nuestras fuerzas
dale que dale,
tira que tira,
pega que pega,
al final volvíamos hacia Pinarejo
pasando por Casablanca
para llegar a la Plaza y con cara de fiesta
contar nuestra hazaña
mientras algún viejo
sentado en un banco
y a la espera de la cena, mogete y sardinetas,
se le llenaba la cara de nostalgias y el alma de nostalgías muerta..
Autor: José Vicente Navarro Rubio
Observación: Paleduz/Paloduz/Regaliz
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