lunes, 15 de septiembre de 2014

POESÍA: POR NUEVA YORK Y DE PUNTILLAS




I
Es preciso cruzar la ciudad
caminar sobre sus tumbas,
hablar desde los púlpitos
para que te entiendan y sepan lo que de ella opinas.

No hay ciudad alguna
con individuos de un solo color ni de una sola cultura,
ni de una sola madre
ni de un solo padre ni con las mismas uñas.

En esa ciudad con tantas alturas
todos se visten a la misma moda
y comen de la misma carne que se cuece cerca de las alcantarillas.

Los mismos ritos y las mismas preguntas
se pueden ver en esta ciudad de estructuras monolíticas y se eliminan
con las mismas vacunas.
Un día
alguien se entretuvo comprando la ciudad para disfrute de quienes ahora en ella se regocijan
de ser los anfitriones del mundo civilizado de las patrias confusas
y desde entonces la ciudad camina por las sendas de la locura.

2)
Esta ciudad tan invicta
para quienes en ella trabajan y estudian
y para quienes en ella se citan
desconoce de sus horrores
y solo vive de sus alegrías
y de un falso sentimiento de autoridad
que se transforma a veces en villanía.

La ciudad invita al descanso. No a la siesta sin prisas,
y casi de rodillas se inclina
ante el poderoso que la domina.

Las calles de asfalto
viejas sendas por las ruedas de los carros comidas
no conocen de más semillas
que el odio que reino un día
y de las falsas promesas que el hombre blanco dirigió al indio que con la cabeza asistía
al funeral de su muerte
al tiempo que se fumaba una bien provista pipa
de cañamones molidos que olían a resabiada saliva
mientras hablaba de los animales y de las tierras
como si fueran parte de su familia.

3)
¡Ay de la ciudad!, ¡Ay cuanta incultura!
De quienes la quieren
para que sea un objeto más en sus vidas
y de quienes en ella se refugian
para buscar amparo en la bebida
y en el éxtasis que trasmite por una vía
la droga pura.

La ciudad me ayuda
como si fuera un clavo al rojo vivo
a quemar mis dudas
mientras en ella veo
a pueblo oprimido uno y otro día
desde que el sol brilla
y la luna se esconde para llorar en su parte más oscura.

Un rumor a sables invita
a mirar hacia la otra orilla
donde viven en nidos de golondrinas
diferentes clases de criaturas
bajo la atenta mirada obsesiva
de un halcón de bandera alguna, águila, casi termita,
que solo observa y dejar hacer lo que Dios quiere el solo que ocurra

4)
En Wall Street
cuna de un faraón semita
se cruzan los ríos de sangre podrida
con los ríos
de oro pelado
casi calderilla
que se lanza intencionadamente a las alcantarillas
para que la bolsa baje o suba.
La vida en Wall Street
es pura fantasía
que un poeta ciego, Homero,
conoció más de una vida,
hubiera escrito sin duda alguna
antes de convertir por equivocación y poca fortuna
a Troya la mítica
en un montón de cenizas.

5)
En esta ciudad
que dormita y vomita lava apagada por su saliva
el oro de los ríos
cicatriza las heridas
del resto del mundo que le ofrece obediencia absoluta
y que se deja en Wall Street
el oro que todo lo alivia.
Despierta al día Wall Street
y la bolsa se reaviva
al tiempo que la sangre y la muerte
que por los teletipos del mundo camina
toman vida
en un planeta que no se cansa de pedir ayuda.

Autor: José Vicente Navarro Rubio

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