Se derrumbaron las paredes
y el techo dejó un vacío.
Era ahora
un espacio al descubierto
de una buhardilla
llena de recuerdos,
los de toda la vida
y allí en medio
de tanta tristeza contenida
las viejas vigas
descarnadas
y comidas por las termitas
descansaban sobre el suelo
después de trescientos años
o más de fatiga.
La casa abierta a la lluvia
mostraba las heridas
de años y más años
lamiéndose sus heridas
entre soledades por nadie queridas
que la casa asumía
entre silencios y más silencios
que crecían
sin más melodía
que el ruido que desprendían de continuo las termitas.
Autor de la poesía: José Vicente Navarro Rubio
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