martes, 17 de marzo de 2015

POESÍA: LETRAS DENTRO DE UN PUCHERO

No me impide el día expresar mis sentimientos
como aire que corre por la vereda que lleva a un cementerio, allí donde
todo se viste del color de los ojos de un muerto. Negro
cielo de nubes cubierto, manto ligero
que se viene hasta la cuenca de un río, desierto
de ideas que meto en un cesto para lavar, cenizas por medio,
entre muchos recuerdos, de una niñez plena, canta un sujeto
que se hace poeta a base de pegar con la yema de los dedos
sobre la geografía desnuda que en el cerebro se nutre de lo que se almacena en los sueños.
Y vuelvo, como todo lo que se va a un punto de encuentro
cercado de amigos y amigas, de hijos, de nietos y de fotografías en blanco y negro
de unas abuelas y de unos abuelos,tan lejanos en el tiempo,
como lo que va del indice al final de un libro de esos
con historias que hablan de lo que mandan los señores que nos hacen sujetos
de todos los males que sobre la tierra convierten a los humanos en casi extranjeros
en ese su planeta, en ese el nuestro, tan lleno
de maldades que todas ellas no caben en ningún cerebro.
Casi la mitad de lo que quiero ya dicho, casi todo regado  con vino oloroso y fresco
me encuentro en ese momento en que uno piensa en seguir o plantarse, pero para ello
necesito tal y como lo cuento
de algo más de aquello que solemos utilizar cuando cerramos un libro para no leerlo.
La tarde me excita en eso de escribir a toque de tambor, ya lancero
que se llega hasta los orígenes de los pueblos para defender a los nativos
de las conquistas de otros pueblos, entre ellos el nuestro,
con esas historias tan cargadas de conquistadores con cruces, espadas y fuego
saliendo de sus entrañas para purificar a los pueblos de todo aquello
que si se hiciera con los nuestros, pondríamos el grito en los cielos.
Este es el poema que tiene que ser leído con mucho tiento
pues en el surge aquello que algunos llaman teoría del miedo,
por haber nacido y saber en ello que seremos muertos, ni cuando ni como
esta dicho en ningún testamento que no sea el de aquellos
que se adelantan y se muestran tan en si tiernos
que las amapolas y rosas que nacen en los tiestos sienten envidia
de quienes piden a gritos que se acuerden de ellos
hasta en eso de morir por creerse sujetos ya muertos
para la vida que no disfrutan con esa intensidad que otra vez el viento
lleva en su deriva camino, ya dije,  al principio de este poema,  de un cementerio.

Autor de la poesía: José Vicente Navarro Rubio


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