miércoles, 22 de julio de 2015

POESÍA: DESDE VALENCIA A PINAREJO DANDO CASI BRINCOS

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Allá sin más puertos ni mares tierras adentro vamos
al pueblo que sentimos
¿Qué me lleva?
Es un ritmo
el que siento, ya de camino,
alejada la ciudad de la que partimos,
entre montes a rebosar de pinos
y tierras bajas con viñedos que se abren a la vista de los que miramos de fijo.
Terrenos son estos con cultivos
donde las cepas con sus verdes vestidos son de la tierra sus hijas criando a sus hijos.

De camino hacia  nuestro destino
las tierra de Don Juan Manuel
con su ceca y bodegas con tinajas de vino,
vuelvo a sentirme en estos, sus páramos fríos,
como los estorninos que llegan en sus vuelos medidos
hasta los campos plantados con viejos olivos
donde meter el pico
entre las ramas repletas de aceitunas, su alimento nutritivo.

¿Será, ese amor desmedido, por aquello de que allí un día partí siendo niño,
mirando hacia atrás entre sensaciones nunca de odio y si de cariño,
por lo que vuelvo de vez en cuando al sitió donde pegue mis primeros brincos?

Aquellas tierras llenas de vestigios
son a los ojos de los extraños frías como el corazón, de los olcades,
sus pobladores antiguos, según Hecateo de Mileto y Tito Livio,
buenos combatientes en las legiones romanas en las fronteras de aquel imperio tan genuino
que se extendió por medio mundo.

En las tierras pardas se siembran cebadas, girasoles y trigos
que en años de aguas a tiempo
crecen y crecen al encuentro del cielo su mejor amigo
y para cuando las nubes se niegan a ser la mano caritativa de un Dios en ellas vivo
las tierras quedan a expensas de su peor enemigo, la sed, que mata a las semillas
y a los brotes recién de la tierra surgidos.

Pantanos, los de siempre,
y pueblos ya alejados de esta autovía que me lleva a mi destino
se pierde mi vista
por donde se ven acueductos
y vías alzadas sobre la tierra esperando que les llega su turno
para que por ellas pasen esos trenes veloces como la luz que nos llega desde el infinito
mundo de los astros y estrellas, en el cielo colocadas de fijo y a su gusto.

Ya cerca de nuestro destino
el hambre desde siempre aprieta
y lo hace con tal tino
que encontramos aposento
en un lugar de esos con oficio
que desde siempre en la estirpe de mi tribu
sirvió de abrevadero a los vehículos
y de mesa con mantel para el que les habla de ese pequeño mundo
a camino entre un Mar Mediterráneo y una Meseta, alta sin más peligros,
que un puerto de las Cabrillas y que unos pantanos mal surtidos de agua de ríos
que en su peregrinar por las tierras donde su cauce se incrusta en el terreno calizo
se encuentra con estos tremendos artilugios, pantanos, así por este nombre conocidos.
que detienen sus corrientes y las hacen tan mansas como las aguas de un botijo.

Parada hecha y el Castillo vomitando sueños prohibidos
bajo sus almenas pasamos camino de ese pueblo
tan bien provisto de servidores que lo quieren hasta en tiempos de dolo y luto.

Autor: Jose Vicente Navarro Rubio

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