sábado, 25 de julio de 2015

POESÍA: EN ESTA NOCHE YA PASADA

En el balcón aplicado en lo mío
escucho gritos
que no atino a descifrar
estoy seguro
que detrás de tanto barullo
hay algún varón herido en su orgullo
con diagnóstico
más que seguro
se pasó de frenada el individuo.

Son voces de discoteca
con botellones en sus cercanías
 tan seguros
que se oye el ruído de los cristales
sobre el suelo haciéndose añicos.

Es noche cerrada
con calores a vino tinto
en la tasca que se abre en uno
y fuera de ese recinto,
el mío,
la noche se abre como un abismo
sobre el cual pasean dos gatos negros, padre e hijo.

Vuelvo al asunto primero,
cojo, el hilo,
no se diera el caso
de que se quedará uno dormido,
en ese limbo
que hace a los mortales hijos de los Dioses del Olimpo.

La recia figura del gato
es traspasada por los gritos
de algún nativo
de estas selvas de la noche
al que se le ha ido
su razón de ser en un segundo.
Botellón por las nubes
y la chica con otro chico.
La noche no perdona,
no se permite ni el más mínimo descuido,
pues está pensada para que el fuerte
sea el que eternice al ser humano como Rey del mundo.

La vida de los gatos es más sencilla
no esta sujeta a botellón alguno.
Saben de la vida lo que no está escrito en libro alguno.
Sacan sus garras sin moverse del sitio
y son como ellas felinos
con un celo más acentuado
y con un orgullo que trasmiten de padres a hijos.
Siempre lo mismo.
Las mismas vallas.
Los mismos capós de los coches.
Los mismos alimentos sin aditivos.
Los mismos cobijos.
Los mismos aires en sus lomos escondidos.
Lo mismo de lo mismo, lo que diferencia a los gatos es su sentido del humor
en algunos de ellos muy poco comedido.

Diría uno
que la noche está metida en tino.
Ellos y ellas, los noctámbulos, juerguistas y chungos,
se sienten en la noche más seguros
pues la luna se asoma con su mejor perfil, el suyo,
el de dueña de los cielos
para cuando no reina el sol, su amigo.

En esta noche aprieta uno
las teclas del ordenador
y mirando siempre hacia el mismo sitio
ve como los gatos se relamen las patas y se frotan los ojos de su nocturno,
con sueños congelados dentro de su laberinto.

La valla es para los gatos
lo que el Tourmalet para los ciclistas
un desafío,
al que yo no me atrevo
pues me iría al suelo lo más seguro.

Tres gatos explotan en mi ese sentimiento gatuno
mientras mi perro sobre el suelo
emite extraños ruidos.

Los gatos a Masclet le gustan lo justo
y aunque los permite por aquello de yo soy un perro a lo mío
cuando los ve cerca, se por lo mucho que  conozco a este amigo ,
 que por dentro le corre un río de  despropósitos que yo no admito.

Las farolas son los ojos de esta noche aquí en Cullera
en que me he alzado víctima de un sentimiento último,
extremo, genuino,
de esribir sobre la noche a buen ritmo,
pues la noche necesita el mismo mimo
que las mujeres en su flor ¿Qué digo?

Persigo los gatos,
lo hago con ahínco,
 con fe ciega en lo mío.
Lo hago como si fuera un pastor
y  las ovejas, estos gatos míos,
estuvieran pastando en algún recóndito sitio
 de las sierras ovejeras de los montes de todo el mundo.

La noche trasmite valores
que  caben todos juntos
en la caja de un camión de basura, lo digo,
por aquello de que la noche es la casa de los asesinos,
el territorio justo y medido de los violadores sin escrúpulos,
la marmita del poeta con ríos de suspiros,
y el espacio apropiado a lo suyo,
de los ladrones que se sienten por ella protegidos.

Todo en la noche funciona a su ritmo,
desde el semáforo, rojo, ámbar y amarillo
hasta el bingo con sus cartones y jugadores de varios turnos
sentados en las mesas y cantando líneas como quien lee un libro
y no pasa  del mismo capítulo.

Palmas en la noche oigo
y al minuto
como si la noche tuviera serenos
escucho
otro redoble continuo,
y el motor de un coche haciendo sus primeros pinitos
y a punto
de volar hacia un determionado destino
donde el palmero y su réplica se van antes de que la noche caiga sobre el día, su tuno.

Se levanta la noche
en el mar
sin más testigos
que uno,
que está presente con tintes de poeta en su ayuno
mirando hacia el mar infinito
con en esa fe ciega, es lo oportuno,
de que más allá,
de donde una línea plana parece decir hasta aquí justo llego en mi tiro,
hay más vida.
Lo intuyo.
Con fe ciega y sin testigos.
Lo juro.     

Autor: Jose Vicente Navarro Rubio
  

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