Atardece tardíamente
en las páginas que escribo,
se saben pasado sin rima
que no volverán a reproducirse
en libro alguno
aunque ríos de tinta
llenen los renglones
en los cuales escribimos historias
muchas veces insípidas.
Parece tan sencillo
el recordar
que cuando la memoria
coge carretilla
todo viene,
como en Fuenteovejuna,
a una.
Corren por esos viales
de doble vía
muchas vidas
todas ellas tan distintas
que acaso deberían
ser analizadas
por algún psicoanalista
de esos que te tumban
en un diván
y desnudan
de abajo hacia arriba
de una forma tan medida
que todo sale
de las cabezas podridas.
No es una novela
de aventuras
lo que escribo
ni tampoco las memorias
de toda una vida
solo hago observaciones
que me sirven de cortafuego
contra las prisas.
Observación I:
Faltaba comida
en la alacena,
y en la casa no sobraban las risas.
La felicidad consistía
en mirarse a la cara
y verse contentos
siempre pendientes de lo que se diría.
Observación II:
Se extrañaba los señoritos
de ver sonrisas
en las caras
de quienes ellos utilizaban
para labrar sus viñas.
Se preguntaban
sobre ese extraño fenómeno
que en sus casas
nunca se producía
ni en las épocas
de excelentes cosechas
y dulces uvas.
Observación III:
Esa sonrisa
a Mona Lisa
es la de los frioleros
cuando tiritan,
la de los enamorados
que se ven a escondidas,
el de las parturientas
ya sus hijos entre sus brazos,
agarrados a su salvavidas,
después de ver la luz,
contaminada de pesadillas,
en sus pupilas
Observación IV:
Y a pesar de todo ello
el libro estaba vacío
de palabras, frases,
capítulos y citas mías.
En el solo se veían
páginas impregnadas
de lagrimas de alegría
como si algún rico
de aquellos que aquí se citan
se hubiera adueñado de mis ideas
y estuviera escribiendo su vida
entre piadosas mentiras
y verdades muy a su medida.
Autor: Jose Vicente Navarro Rubio
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