viernes, 7 de agosto de 2015

POESÍA: DE UNA JACA BLANCA QUE EN PINAREJO CAUSABA ENVIDIAS


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Os perseguimos por minutos
pueblo en La Mancha,
para seguir contando aventuras
que vienen y van
como si hubieran ocurrido hace de ello un par de días.

Lo hacemos casi esculpiendo las palabras
sobre una piedra dura
para hacerla más al gusto
de esta sociedad tan olvidadiza en lo que tiene que ver con su cultura.

Nos vamos a los tiempos de una lejana dictadura
anterior a una guerra civil poco cívica
para contar, entre puntazos de aguja,
lo que en Pinarejo ocurría.
Viejas historias
y tradiciones ya perdidas
se dan en este poema cita.

Vamos a la búsqueda de ese algo
tan productivo
como una pepita de oro encontrada en las corrientes de los ríos salvajes, entre veredas reconditas,
de la California explorada por los jesuitas.

Estamos en ello casi arañando con las uñas,
arrancando las palabras
que llegan con esa paciencia infinita
de quienes en ello ponemos la carne y algo más llamado ternura.

Buenos días
en la plaza del pueblo
se escucha
de quien cabalga sobre montura,
jaca comprada en la Feria de Belmonte, por doscientas pesetas, al caso una fortuna,

Pasa la jaca de prisa
y encima
su jinete que la lleva con soltura.

Trasponen los dos
por el camino de Villar de la Encina
dejando tras de sí
un pueblo en vida
con más de 1500 habitantes
y en cada casa
unas madres, abuelas, mujeres e hijas
que despiden a los suyos como si se fueran de la casa para toda la vida.

En las aguaeras va agua para pasar el día,
pan de aquellos con olores a horno de leña de la Felipa
y algunas cosas más que aquí se citan.
Se recuerda un escabillo,
unas tenazas,
una hoz, cepos para poner trampas en la Montesina
y por si fuera el caso
una merendera con un trozo de tortilla,
un chorizo y tocino de un grosor  comparable a la gobanilla.

Luce la jaca por los montes
y quien va encima
a cada paso un saludo,
a cada paso una envidia
de quienes miran.

Envidias sanas las suyas
pues en su alma no atesoran tener más fortuna
que los campos se vistan de verde
y la cosecha sea de altura.
Que los olivos vengan
cargados de aceitunas.
Que el majuelo de para una buena cosecha de uva,
con las cuales hacer unas fiestas grandes,
digamos participativas,
con Santa Águeda en andas,
con baile, toros, tiro de reja y alguna partida
de cartas, tute o brisca
en el viejo casino
donde los campesinos buscan consuelos a sus muchas desdichas.

Autor de la poesía: Jose Vicente Navarro Rubio

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