sábado, 12 de septiembre de 2015

POESÍA:PETRA LASZLO Y SU MALA PATA CON LOS REFUGIADOS SIRIOS

Resultado de imagen de zancadilla a un refugiado

No les pongamos zancadillas,
a los refugiados/as
que huyen de guerras
por todos fabricadas
para que caigan
como lo que hizo,
creía ella que pertenecía a las fuerzas armadas,
esa estúpida periodista
provista de una cámara
que con el odio acumulado en su alma
ha lanzado al mundo
lo que todos sabemos que pasa.

Dice que tenía miedo
y lo que tuvo fue muy mala pata,
tanta
que su disculpa
muy diáfana,
como la luz que por una rendija pasa,
consiste en confesar
que estaba aterrorizada

¡Vaya cara
la de esa húngara
con la boca medio sellada
por una careta que repele todo aquello que ante ella pasa!

Toca, dejemos a esa urraca,
abrir las puertas
para que entren en nuestras casas
y encuentren, pobres criaturas maltratadas,
ese sosiego y esa paz que les falta.

Lean en los ojos,
miren las miradas,
sientan
si es que sienten
el susurro, desespero, de unas palabras,
comprueben
de eso se trata
como se vienen hasta Europa en bandadas
esos seres humanos que huyen con la casa a cuestas de lugares donde el odio mata.

Abramos los brazos
no pidamos a cambio de nada,
pues nosotros fuimos
en otra historia
quizás sacada de una misma recamara
como ellos, esos seres de tristes miradas,
carnaza,
de quienes en las guerras buscan consolidar posturas que en las urnas no se ganan.

Terror siento de lo que veo cuando me llegan en diferentes instantáneas
esas imágenes de criaturas
en su voz todavía no han nacido las palabras
a brazos de sus padres
huyendo de un mundo, el suyo, sus patrias,
donde solo florecen en los campos de espigas segadas
la silvestre retama,
los ojos de la luna empañados de lagrimas,
el ascua de un sol que revierte entre rayos de luces opacas
la sangre de los inocentes,
ellos siempre reos de lo que la humanidad trae escrita en esas sus páginas
que a mi me saben a hiel
que en mi me llenan de tanta tristeza acumulada
que daría, siento en ello la llamada de los viejos fantasmas,
parte de mi vida. que no vale nada,
pues vivimos en el centro de un basurero infectado de ratas.

Autor: Jose Vicente Navarro Rubio

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