domingo, 3 de julio de 2016

UNA HISTORIA LA DE MI PADRE TOMÁS NAVARRO BRIONES Y DÑA ASUNCIÓN ORTEGA BELINCHÓN


Tomasito, diminutivo de Tomás, a sus dos años, estamos en el año 1922, asomaba la cabeza a través de la ventana que daba a la calle de los Melgarejos en Pinarejo. En el patio interior de la casa el agua brotaba a borbotones en el pequeño estanque de aguas cristalinas adornado con geranios y un pequeño manzano que daba frutos tan agrios como los limones levantinos. En la calle no lejos de las rejas a las que se asomaba el niño, otros dos niños, Florentino y Carmen, hermanos mayores de Tomasito miraban a su hermano y le lanzaban besos que explotaban en el aire antes de llegar a su destino. La gran casona de Don Luis y Dña Asunción se abría a tres calles, su hermosa fachada de piedra labrada daba a la calle Melgarejo y los grandes corrales a la calle llamada Tercia y a la calle de la Iglesia. 

Juliana Briones Herraiz era el nombres de la madre de los tres niños, ella sola se encargaba del cuidado de la gran casona propiedad de D. Luís y de Dña Asunción, así como de preparar la comida a los pastores  y resto de jornaleros que trabajaban para D. Luis Belinchón en sus fincas de Pinarejo.  

Eugenio Navarro Alarcón,  padre de los niños y marido de Juliana era por aquellos días alcalde de Pinarejo y su padre, Nicolás Navarro Huertas, Juez de Paz. Uno y otro trabajaban a destajo intentando que la paz reinara en el pueblo y que todos los vecinos fueran lo más felices posibles dentro de sus posibilidades. 

A todo esto se unía el hecho de que Eugenio era el encargado de llevar como mayoral todas las tierras y `propiedades que Don Luis y su mujer Asunción Ortega Belinchón tenían en el término de Pinarejo. Toda una fortuna proveniente de varias herencias que los Belinchones habían atesorado a lo largo de varios siglos.

El matrimonio formado por Dña Asunción y D. Luis no tenía hijos. En aquellas sus casas los hijos del mayoral corrían y se refugiaban entre las faldas de Juliana, su madre. A Dña Asunción tan rica le faltaba la mayor de las riquezas, esta era un hijo, por eso miraba con una cierta envidia a aquella familia que tenía todo aquello que ella anhelaba. El más pequeño de la familia, Tomás, era el ojo derecho de Dña Asunción y de D. Luis, por ello llegarían a firmar un pacto. Este consistía en la cesión de derechos sobre el hijo con el fin de criarlo y de un día dejarle sus propiedades. 

Allí en Pinarejo un gran monte que nacía en la Cuesta de la Varga, en el camino que iba a la Almarcha hasta el Cañavate, con sus chaparros y matas era una de las grandes propiedades de este matrimonio. Total unos 60 Kilómetros cuadrados de tierras de secano y de labranza.

La saga de los Belinchones en Pinarejos se remonta en la historia al siglo XVII, siempre ocupando parcelas de poder.

D. Luis Belinchón Ruiz Zorrilla, fue uno de los grandes terratenientes de Pinarejo, estuvo casado con Asunción Ortega Belinchón. Se dedicó a la política y fue gerente del diario "El Mundo", publicado en Cuenca, al menos durante los años 1910/1911. En algunos momentos de su dilatada trayectoria política apoyó candidaturas como la de Isidro Zapata en el distrito de Belmonte-San Clemente y de Santos Lázaro Cava, conservador tejadista y Diputado Provincial de la Exma. Diputación Provincial de Cuenca.

Era un personaje curioso y altruista; si se repasan las hemerotecas se puede comprobar como formaba parte de la alta sociedad. De esta forma igual lo encontramos realizando aportaciones benéficas, como es el caso de la aportación que realizó a beneficio de la viuda de Pérez Muñoz, como saliendo en las portadas de los "Ecos de sociedad" con motivo de sus viajes a la provincia o fuera de ella. Se comentaban, con especial interés, sus viajes a Mota del Cuervo y a Pinarejo.

A su muerte, sin hijos, acaecida el 19 de abril de 1927, a los cuarenta y nueve años de edad, se comenzó a derrumbar el imperio que de forma tan laboriosa habían consolidado sus antepasados. Hermanos/as de Luis Belinchón fueron: Gregorio, Miguel, Vicente y Ramona.

Ramona, hermana de Luis Belinchón estuvo casada con Victoriano Sanz e Imaz, Procurador de los Tribunales. Para que tengan una idea de esos ecos diversos de sociedad, a los cuales me he referido, paso a continuación a comentar uno de ellos: 

“Han regresado de sus posesiones en Fuente de Pedro Naharro (Cuenca) el procurador de los tribunales D. Victoriano Sanz y su esposa Doña Ramona Belinchón Ruiz –Zorilla, continuando su viaje en automóvil por Santander y San Sebastián, al mediodía de Francia (7 de septiembre de 1923)

De esta forma volviendo al relato Tomasito pasaba muchos días con sus noches en aquel caserón grande siempre bien acompañado por Dña Asunción que lo solía pasear por el pueblo colgando de un mandil de su pecho, toda ella llena de alegría pensando que por fin tenía aquel hijo deseado, que Dios le había negado en su largo matrimonio con Don Luis, su marido. 

La Serrana, así la recuerda mi padre a sus 96 años o Doña Asunción, tal y como se recoge en este escrito, era una mujer muy ruda y pobre, siendo muy rica. No era guapa, pero su corazón rezumaba ganas de vivir una nueva vida, aquella que la naturaleza le había negado. 

Cerca del pecho de aquella mujer Tomasito sentía el cariño que le daba aquella mujer que tanto por el se preocupa y allí colgando del pecho, recorría las eras donde trabajaban los jornaleros en las largas jornadas en que el trigo se trillaba en las eras. Recuerda Tomás a sus noventa y seis años los abrazos y besos de aquella mujer que lo colmaba de todas aquellas cosas que los demás niños del pueblo no podían disfrutar. Tremendo fue el disgusto el día que una galera le pasó a Tomasito  por la oreja y esta quedó colgando. Tan buenos fueron los remedios empleados por los galenos, hilo de sutura, que de aquel accidente no quedó ni la más mínima secuela.  

En las casas de entrada al pueblo vivía la familia de Tomasito y en los corrales donde se guarnecían las ovejas recuerda Tomás que se realiza el raboteo de los corderos y se confeccionaban unos excelentes quesos que eran la delicia de quienes los probaban. 

La casilla de La Paloma y del Quinquillero, ubicadas en el extenso monte propiedad de D. Luis, servían al ganado de refugio en los largos inviernos cuando las ovejas salía a pastar y se quedaban en el monte para aprovechar al máximo los recursos que este ofrecía, buena hierba fresca y agua en cantidad de los pozos de época romana que se alzaban en  el término de Pinarejo al rededor del camino Murciano y de los viales que ponían en contacto la ciudad romana de Segobriga con las extensas planicies con sus motillas y minas de espejuelo.

Por aquellos años de 1926 Tomasito estuvo en La Mota del Cuervo en compañía del matrimonio,  Dña Asunción parecía más alegre que nunca. Por el contrario, su marido, D. Luis, parecía apagarse como el calor de un ascua al sentir la frialdad de las  aguas caer de pleno hasta convertirlo en tizón. 

En aquellas noches largas con Tomasito a su lado la felicidad llenaba todos los rincones de la casa solariega. Mientras tanto en Pinarejo Juliana sentía el dolor propio de las madres que pierden temporalmente a uno de sus hijos. 

De aquella época todavía hoy en día recuerda Tomás que aquel matrimonio hablaba de un tesoro. Este tesoro le persiguió durante mucho tiempo a Tomás. Así Tomás lo comentaba a su familia y así lo hemos recogido. Del tesoro podríamos hablar más, pero esto lo dejamos para otro día.

D. Luis había medido muy bien el papel que le tocaba hacer en vida, se sabía cercano a la muerte que le vendría en el año 1927 a las 49 años de edad, por ello quería deja todo bien atado, así que en una de aquellas noches en que su mujer jugaba con el niño en el lecho materno, el se encargaba en el despacho del caserón de la Mota de escribir sobre el destino de aquel niño hijo de su fiel Eugenio y de Juliana. Todo sería de él en un futuro, si su padre y madre accedían a ceder sus derechos, así de esta forma tendrían heredero asegurado y la fortuna no vendría a caer en manos de la iglesia. El infortunio vino un día a trucar los deseos del matrimonio, tuvo en ello mucha culpa la muerte de un hijo a Juliana y Eugenio y por otra parte el hecho de que Juliana no quería aquella cesión de derechos maternos que suponían para ella la perdida de su tercer hijo aunque luego después vendrían cinco más. Como ella decía los hijos son para disfrute de las madres. Así de esta forma  Juliana no cerraría el trato, pues quería a su hijo y así se lo hizo saber a D. Luis, que fue el encargado de contárselo a su mujer, Asunción. 

Con la muerte de Don Luis y la negativa de Juliana llegaría el infortunio a la familia. Eugenio dejó de ser el mayoral de la hacienda ocupando su lugar un tal Abelardo, de apodo Pechitos,  de la Mota del Cuervo.

Después con el tiempo para cuando Tomasito ya tenía 11 años habría otra intentona por parte de Dña Asunción. Un día aparecieron en casa de Eugenio y de Juliana unos representantes de la familia con el fin de que Tomás se fuera a estudiar a Uclés, valía para ello, así lo había hecho saber el maestro del pueblo de apodo Chaquetón, pero otra vez aquella mujer, mi abuela, tan amante de su familia, dijo que no y con ello se acabó aquella historia entre una mujer que quería ser madre y otra que no quería perder a su hijo. Tomás recuerda esta parte de la historia con gran lucidez y así se refiero a ello: Un día vino a Pinarejo Sandalio, amigo de juegos en mi niñez, que había estudiado y se había hecho veterinario y me dijo: "Con la cabeza que tu tenías si hubieras estudiado hubieras conseguido más de lo que yo he alcanzado".

En los archivos históricos se encuentra esta información:



Y "Expediente de Ortega Belinchón, Asunción" Archivo: Centro Documental de la Memoria Histórica Signatura: PS-MADRID,1032,16 

CASA DE DOÑA ASUNCIÓN ORTEGA Y D. LUIS BELINCHÓN EN PINAREJO






                                                                 
En esta fotografía se vislumbra en su totalidad tanto los elementos de adorno de la puerta como el gran ventanal que se abre encima del dintel de la puerta. Es una fachada clásica con un cierto realce pero sin muchas florituras. La calidad de la piedra fue un determinante grande en la conservación de los edificios. Solo hace falta mirar el zócalo para comprobar lo que les estoy diciendo. El metal de la puerta se conserva en buen estado, así como la forja del ventanal que se cierra levemente, como si nos quisiera invitar a pasar a su interior.

La palabra dintel viene de lintel, del latín limitellus, que deriva de limen y limes. En latín, limen significa umbral, puerta, entrada o principio, y limes se refiere a un sendero entre dos campos, límite o muralla.

Sería y severa con pilastras adosadas a los muros y coronadas con pequeños detalles en forma de figuras geométricas piramidales, era esta una casa que me impresionaba tanto por la superficie que ocupaba, daba a tres calles como por la gran cantidad de dependencias que tenía: jardín, patio, estancias domésticas, parte más noble, cuadras, corrales, porches, granero, bodega y pajar. En una de sus fachadas, la de la calle Tercia, se abría a mitad de la pared un portichuelo que servía para introducir el grano y la paja.

Alcanzo a recordar esta casa al igual que otras siempre abiertas y era tal la decencia de las gentes, que pasaban por la calle, que la curiosidad no iba más allá de echar una ojeada a su interior, y en eso quedaba el asunto.

Poco antes de faltar Don Luis, mi abuelo se encontraba vendiendo unas 3.000 cabezas de ganado en Albacete. Para cuando quiso llegar al pueblo éste ya había fallecido. Por esa época a mi padre que jugaba por esos grandes corrales con el resto de sus amigos le pasó por encima de la oreja la rueda de una galera, pero de esto y de otras cosas, biblioteca de la casa, hablaré en su momento.

No me gusta de esta fotografía los remates que se han empleado para rehabilitar la fachada, el color ni la persiana superior del ventanal.

De todas formas agradecer al fotógrafo el haber enviado esta fotografía que nos sirve para definir ciertas peculiaridades del tejido urbano del pueblo. Su buen encuadre y remate nos advierte de que el fotógrafo se encontraba bien posicionado y con ganas de dejarnos esta fachada en el foro para disfrute de todos.

Otra fotografía de la misma casa:

 Nos saca el fotógrafo lo poco monumental que queda en el pueblo. Al mirar esta fotografía es como si el fotógrafo quisiera decirme mírala y dime. Es a lo visto una fotografía segmentada. Yo diría que mutilada. Pero nos sirve la fotografía para que hablemos de dos cosas: la primera del escudo heráldico que quiere vislumbrarse y no aparece y otra del color de su fondo..

Situada la fachada y la casa a mano derecha de la calle Melgarejo y casi enfrente de lo que fue la casa curato, hoy solar. Fue una gran casa y perteneció a D. Luis Belinchón Ruiz Zorrilla. De esta casa mi padre sabe mucho ya que mi abuelo allá por los años 20 del siglo XX era el hombre de confianza y en ella estuvo hasta que le vino la muerte a su dueño, Don Luis, gerente del Diario El Mundo: Diario Regionalista, y su mujer, dejó todo el patrimonio de Pinarejo en manos de un tal Abelardo, Pechitos, de Mota del Cuervo. Cuenta mi padre que cuando era pequeño pasó muchas horas y muchos días en brazos de esta señora ya que no tenían familia y en cierta medida se querían quedar con mi padre, cosa a la que no accedió mi abuela que con buen criterio dijo que el hijo lo había parido ella y era suyo.

Si vamos a las dos características a las que me había referido en un principio podemos comentar que en la fachada ha desaparecido el escudo heráldico que en ella estaba fijado y servía para honrar a sus huéspedes y para clarificar a los forasteros y resto de vecinos del pueblo quien era el que vivía en la casa y cual era su poderío. Ahora queda, en señal de homenaje, un clavo como queriendo decir soy testigo mudo de una historia, por favor no me preguntéis.

Siempre cuando se arranca un escudo surgen interrogantes. ¿Fue el causante alguien que lo quiso colocar en otra fachada? ¿Tuvo culpa en ello el deterioro de la piedra? ¿Fue culpable de ello la falta de civismo? No lo sé. Lo que sí quiero decir es que el escudo era un componente más de la casa y como tal se debía haber conservado para general conocimiento y como un elemento más de la historia de Pinarejo.


Autor del relato: Jose Vicente Navarro Rubio


 Plaza de Cervantes en la Mota, edificio el Toril. antigua casa de Dña Asunción Ortega Belñichón, psoteriormente de D. Vicente Chocano y actuamente bar

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