lunes, 5 de diciembre de 2016

POESÍA. DE AQUELLA VALENCIA


Dicen que el Nano
no fue fruto de la casualidad
sino de la venganza
que un conde fiero 
vino a tramar
por aquello de que a  un amigo,
 por entonces caballero
Carlos IV lo va a nombrar
Marqués
sin tener él de ello
ni el más mínimo conocimiento.

Y así,
sin más,
el Conde de Rotova,
se llamaba este buen sujeto,
se las vino a jurar
 y así
con maña, paciencia,
celo 
y delicadeza 
digna de alabar
al Marqués le va a colocar
de cara a su palacio
bien visible en el callejero,
en memoria a sus méritos,
el culo de un Nano
o lo que es igual
por culo le vino a dar
para general conocimiento del pueblo.

Desaparecidos los edificios,
Y el palacio ya en el suelo,
el Nano se va instalar
en un hostal
que era propiedad
de un conocido editor de revistas de ensueño,
 entre ellas La Traca,
que con el tiempo
lo va a desmontar por completo 
para instalar
in situ
en un lugar de la Cañada
donde residía tan prestigioso sujeto. 

Bien por el Nano
y por la mucha fortuna que va  a proporcionar
a quienes tocaban su robusto cuerpo
 en una ciudad de  Valencia,
casi Medieval,
todavía por aquellos tiempos
en que era
así como la Torre de Babel
del Antiguo Testamento.

¡Qué grato recuerdo
La de aquella Valencia,
ciudad cosmopolita
de la cual nos queda
más de un portal entero
con tanta o más fama,
así de grato es el recuerdo,
que la de aquel Nano
tan singular y bien puesto
que tanto va a dar que hablar,
tengamos esto por cierto!

Autor: Jose Vicente Navarro Rubio

DE AQUELLA VALENCIA

I
Dicen del Coqui 
que era un pintor
que por "La Bajada de San Francisco"
camino de un cuartel
siempre andaba
pobre de él
con una mano en la paleta
y la otra en el pincel
tan metido en su papel
de ser un Miguel Ángel
en Valencia
la ciudad que le vio nacer
en ya lejanos tiempos
de un siglo difícil de entender
si no se cree en ello.

Diestro era El Coqui,
gracia tenía
y talento
en adornar
los dormitorios
con ramos de flores
que se podían oler
a cientos de metros,
y diestro era
en hacer
de los toros
que nacían de su pincel
extrañas criaturas
de llamativos cuerpos,
tal moscas pegadas en un pastel
agitando las alas
en señal de querer
morir en su empeño
de colocar sus patas sobre tan sabroso alimento.

Pintaba El Coqui
Santas Cenas y festejos
con 13 apóstoles,
a la vez,
y ante la rareza
de tan singular mesa
y bien servido mantel
El Coqui decía
para general conocimiento
que no sobraba nadie
en el lienzo
y que todo era cuestión de entender
que uno de ellos
no cenaría
por aquello
de ser fiel
a la tradición, dogma y fe
que se debe a los Santos Sacramentos
y a quien
en ellos cree
sin hacer preguntas por aquello
de ser cristiano por encima de otros cuentos

II
Tenía Valencia alcalde,
era un Marqués,
llamado de Sotelo,
que quería
así lo vino a hacer
convertir su ciudad
en un florido vergel
de grandes avenidas
y edificios esplendidos.

En la calle d'En LLop
nada quiere saber
de ese empeño
del Marqués de Sotelo
en abrir calles
y por ello tuvo que ser
que un relojero
de nombre Carbonell
se empeñara en defender
con total acierto
la casa en la que vino a nacer
ahora señalada como derribo cierto.



Autor Jose Vicente Navarro Rubio

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