miércoles, 15 de junio de 2011

LAS ARRUGAS DE NUESTROS MAYORES

Dirán ustedes que pesado es este hombre. La verdad es que intento por encima de todo no ser pesado y contarles cosas que recuerdo de nuestro pueblo, Pinarejo, que pueden servir para eso que se llama hacer patria, en este caso “patria chica” ¡Se podrían contar tantas cosas! Imagínense que aquellos que han sido pastores nos contarán todas las peripecias que pasaran en su vida siempre al lado de las ovejas y del camino, sería inimaginable las cantidades de cosas que aprenderíamos. La mejor universidad es la “universidad de la vida”, la otra es diferente. La universidad da diplomas que cualifican para una determinada profesión, pero las gotas de sudor que dejaron nuestros padres en los surcos y las horas y más horas que dedicaban los pastores a su trabajo no está escrito en ningún libro, pero yo digo, que estos hombres y todos los demás que ejercieron de jornaleros y ejercen de jornaleros merecen un gran título que llevara inscrito en su lugar más visible la siguiente leyenda: “La patria es de ellos”. No digo menos de nuestras madres y abuelas, guardianas del saber y siempre hasta la muerte madres.

Nuestro pueblo, con ligeras excepciones, fue y ha sido un pueblo de esos de los que se puede decir que “la patria es de ellos”. Iban nuestros padres hasta Andalucía, Ciudad Real, Albacete, para hacer jornales, allá por los años 20, 30 y 40 del siglo XX, y dormían como dormían en pajares y a la serena y estos hombres y mujeres a los que la sociedad nunca ha tenido el detalle de hacerles un homenaje o de dedicarles una calle, volvían a sus casas después de meses y más meses de trabajo para dejar en el hogar los bien duros “20 duros” que habían ganado trabajando de sol a sol en el surco. Y no había vuelta de hoja o ibas o te morías de hambre. La vida daba para eso, para mal vivir y para gastar en medicinas, después, lo poco que habías ahorrado. Me pregunto yo ¿Dónde estaban los Melgarejos, los Olmedillas, los Sandovales?. Respuesta: Estaban a lo suyo. La lividez del yugo que suponía el pertenecer como aldea al Castillo se convirtió en otro tipo de yugo, éste más cercano y por ello más difícil de entender.

A la edad que tengo se me hace cuesta arriba el pensar que los que han sufrido del yugo de la opresión se puedan convertir en perros guardianes de aquellos que oprimían e hicieron orinar sangre a sus antepasados sobre el surco. Pero la vida es así, verdad, y algo más: resignación. Por eso cuando por necesidad tengo que oír lo que no quiero oír, me ronda por la cabeza muchas veces el contestar: ¿En que universidad has estudiado amigo?

Volver la vista atrás no esta mal de vez en cuando, e ir al cementerio a ver a nuestros muertos tampoco esta mal. Yo diría es un santo deber. Pero miren ustedes por curiosidad y fíjense, ahora que estamos casi en Navidad, en las fotografías y en las arrugas de la frente de sus muertos y en esas miradas serenas que parecen querer decir “la dignidad, hijo/a, no está en un papel ni en unas buenas palabras, la dignidad está en haber vivido dentro de la pobreza como un señor marques, es decir con la cabeza bien alta.

Mi reflexión final, en el día de hoy, es la siguiente: “Por respeto a nuestros mayores llevemos la cabeza bien alta” y recuerden que llevar la cabeza bien alta no consiste en repetir gestos y mandatos de aquellos que tienen las llaves del poder, sino en pensar con la cabeza y actuar siempre con libertad. Hoy por hoy, todavía tenemos esa posibilidad, mañana cuando el gran hermano sea vigilante perpetuo de todos nuestros movimientos sé hará difícil hasta el respirar.

José Vte. Navarro Rubio

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