sábado, 23 de junio de 2012

POESÍA: LA CAJA DE PANDORA


                                           El mito de Pandora


Solemos utilizar la frase "abrir la caja de Pandora" cuando queremos decir que que alguno de los actos que realizamos en la vida nos van a traer nuevos males o nuevas desgracias.

La historia de Pandora y su famosa caja se enmarca dentro del mito de Prometeo, que robó el fuego a los dioses para entregárselo a los hombres, según nos cuenta la mitología griega.

La historia de Pandora es una venganza de Zeus como parte de un castigo a Prometeo por haber revelado a la humanidad el secreto del fuego.

La historia de Pandora es la siguiente:

Por orden de Zeus padre de los dioses, Hefesto dios del fuego, famoso por sus habilidades, formó la estatua de una hermosa doncella. La propia Atenea que, celosa de Prometeo, habíase trocado en su enemiga, echó sobre la imagen una vestidura blanca y reluciente, aplicóle sobre el rostro un velo que la virgen mantenía separado con las manos, coronó la de frescas flores y le ciñó el talle con un cinturón de oro, adornada maravillosamente con policromas figuras de animales. Hermes, el mensajero de los dioses, otorgaría el habla a la bella imagen, y Afrodita le daría todo su encanto amoroso.

De este modo Zeus, bajo la apariencia de un bien, había creado un engañoso mal, al que llamó Pandora, es decir, la omnidotada; pues cada uno de los Inmortales había entregado a la doncella algún nefasto obsequio para los hombres.

Condujo entonces a la virgen a la Tierra, donde los mortales vagaban mezclados con los dioses, y unos y otros se pasMARON ante la figura incomparable. Pero ella se dirigió hacia Epimeteo, el ingenuo hermano de Prometeo, llevándole una caja regalo de Zeus. En vano aquél había advertido a su hermano que nunca aceptase un obsequio venido del olímpico Zeus, para no ocasionar con ello un daño a los hombres; debía de rechazarlo inmediatamente.

Epimeteo, olvidándose de aquellas palabras, acogió gozoso a la hermosa doncella y no se dio cuenta del mal hasta que ya lo tuvo. Pues hasta entonces las familias de los hombres, aconsejadas por su hermano, habían vivido libres del mal, no sujetos a un trabajo gravoso, y exentos de la torturante enfermedad. Pero la mujer llevaba en las manos su regalo, una gran caja provista de una tapadera. Apenas llegada junto a Epimeteo abrió la tapa y en seguida volaron del recipiente innumerables males que se desparramaron por la Tierra con la velocidad del rayo. Oculto en el fondo de la caja había un único bien: la esperanza; pero, siguiendo el consejo del Padre de los dioses, Pandora dejó caer la cubierta antes de que aquella pudiera echar a volar, encerrándola para siempre en el arca.

Entretanto la desgracia llenaba, bajo todas las formas, tierra, mar y aire. Las enfermedades se deslizaban día y noche por entre los humanos, solapadas y silenciosas pues Zeus no les había dado la voz. Un tropel de fiebres sitiaba la Tierra, y la muerte, antes remisa en sorprender a los hombres, precipitó su paso.

La vejez, la enfermedad, la fatiga, la locura, el vicio, la pasión, la plaga, la tristeza, la pobreza, el crimen; todos los males del mundo se habían extendido por la tierra y sólo la esperanza quedó oculta en el fondo del arca. 



Y en esto me llega un silencio
un monumental intervalo muerto de ideas
congeladas en esa galería
que subyace en el entendimiento
que me han servido para componer este poema tan abierto.

Era ya de noche
con su cielo negro,
gentes durmiendo,
y perros buscando la fresca
para dejar caer su cuerpo,
cuando me encontré con que no tenía sueño.

Destapé la caja de Pandora
con sus rayos y truenos
y hallé en su interior
recubierto de polvo y musgo seco
la esperanza gimiendo
y tuve miedo de que no fuera ella,
por eso lo de mis desvelos
y presencia de cuerpo entero
en estos arrebatos de la noche
 con los que juego
y convierto en lineas y más lineas de versos
sometidos al imperio de ese censor
que es mi entendimiento.

Epimeteo tiene la culpa de este gravoso desvelo
y a él le debemos
que los males aniden en nuestros cuerpos
y que la tierra sea vista desde el cielo
como un gran basurero
emergente en un océano pintado de azul
y en un cielo envolvente todo el cubierto de misterios.


Autor de la poesía: José Vte. Navarro Rubio 

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