El pueblo donde yo nací a veces emerge
en medio de grandes sombras
y me viene como quien no quiere
en esos momentos en que uno se sumerge
en su pasado y va al encuentro
de alguna imagen convertida en perla
con que poder adornar el cuello
de esas mujeres que pasan a tu lado
y dejan destellos sin venir a cuento.
Pueblo de meseta sometido a las atrocidades
de los hombres guerreros, sedentarios, latifundistas
y capitanes de cuerpo entero,
pervive Pinarejo en estos tiempos de rebajas
tan certeras como que lo que reluce en el cielo es un lucero.
A el me voy en estos encuentros de media noche
cuando el cuerpo no me pide sueño
y mis dedos se muestran ágiles para componer versos
de tinte oscuro, de melodía a destiempo y sinceros.
Desde todos los tiempos uno que esta ilustrado
se las arregla para no perder el tiempo
e ir al grano por el camino más recto
como quien pone el coche a doscientos
y se sumerge en sus historias y cuentos
hasta que se salta en una curva los sesos.
A todo esto me veo sometido
ahora que el reloj se muestra tan entero
en sus horas, minutos, segundos y saeta de cuarzo con puntero
a lo que me diga la noche. Por eso espero
a que me llegue algún tipo de señal desde la tierra o desde el cielo
para dar por acabada esta estrofa y este verso.
A lo dicho pecho
y me marcho
con buen viento
a otro lugar más cierto
como es la cama
donde los sueños
nos dejan tan serenos
que dan hasta miedo.
Allí en La Mancha un pueblo
tranquilo y entorno a él abierto
y saliendo de su perímetro más concreto
campos y más campos ponen el acento
e invitan a que seamos junto a ellos
los forjadores de buenos encuentros
entre pasado, presente y futuro tuerto.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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