La Pincoya
Habitante célebre de Chiloé, representada
por una mujer de inigualable belleza que, en ciertas noches de luna llena, se
hace presente en el mar vestida con algas. En su mano lleva un canasto repleto
de peces y mariscos, elemento que delata que ella es quien surte y controla la
riqueza del mar.
Acerca de su origen se cuentan dos versiones. Una
afirma que era la hija del cacique Tocoyhue y que habría sido sacrificada para
apaciguar la ira de un monstruo que no dejaba tranquilos a los indígenas. Se
supo que que, bajo esta leyenda, la hija del cacique aparece cada 100 años
encarnada en la Pincoya, para bañarse en la cascada de Tocoyhue.
Otros relatos mencionan que la Pincoya es hija de Millalobo y
Huenchula y nació después de un desafortunado accidente. En definitiva, las
tradiciones coinciden en que se trata de una encatadora y hermosa joven de
cabellos dorados, que reina sobre los mares junto a sus padres, ayudándolos a
protegerlo, fecundarlo y rescatar a los náufragos.
Es bastante caprichosa; es decisión suya que los mariscos
abunden o escaseen. De este modo, dependiendo de su humor, los marinos tendrán
una buena o mala temporada. Para anunciar abundancia, la Pincoya danza mirando
hacia el mar, y si quiere declarar escasez, lo hace mirando a los cerros. En
esas noches de luna llena cuando aparece, si un hombre la ve, queda trastornado
por su belleza.
Cuando los pescadores desean el favor de
la Pincoya, se internan en el mar cantando y tocando música; sin embargo, si han
estado sacando demasiados peces de un mismo lugar, es probable que la Pincoya
esté molesta y deje estériles esos lugares.
Sus amores
Dado que no está totalmente claro su origen, hay gente que
relaciona como pareja de la Pincoya al Millalobo; sin embargo, lo normal es que
se crea que su pareja es el Pincoy. La diferencia entre uno y otro es que el
Millalobo comparte con ella el sitial de declarar la abundancia del mar; en
cambio, el Pincoy (o Pincoyo) es descrito solamente como un rubio de muy buen
humor.
Y a pesar de que los relatos no señalen una exclusiva pareja de
la Pincoya, esto no tiene mayor importancia en tanto que la deidad marina pasa
la mayor parte del tiempo sola. Otros posibles afortunados son los hombres: se
sabe de pescadores que han sido seducidos por la Pincoya, a quienes, además de
la felicidad por el momento vivido, colma de placeres y dones una vez que los
deja libres.
Una forma algo arriesgada que tienen los
pescadores de encontrar buenos lugares para la pesca es subir niñas de genio
alegre y risueño a sus botes, ya que el Pincoyo (olvidando su condición de
pareja de la diosa oceánica) gozan con el buen humor y, al verse en una
situación así, puede conmoverse o entusiasmarse, mostrando los mejores lugares
para pescar. No obstante, hay que tener bastante cuidado con la edad de la mujer
que se sube al bote, ya que si la Pincoya llega a ponerse de mal genio o celosa
de las muchachas, espantará a todos los peces y no habrá forma de pescar ni
siquiera uno.
Una de sus facetas más piadosas la revela cuando suceden los
naufragios. Si un hombre sobrevive, la Pincoya se da a la tarea de protegerlo y,
en caso contrario, se encarga de llevar a los malogrados marinos al Caleuche, donde reviven como
tripulantes del barco fantasma.
Hermosa mujer, no se,
si ser divino
o sirena de pechos duros
de tanto nadar sobre los surcos
de aguas cálidas y frías
según le venga el meridiano
al mar o al rió.
La Pincoya fecunda,
protege, da cobijo,
es la madre y la hija,
la diosa, bruja, adivina,
maga y buena mujer
que quieren todos los marinos
cuando salen al mar
cantando canciones
que hablan de viejos ritos
y ella da con su amor infinito
buenos días de pesca
a los que se muestran
con el mar caritativos.
Era noche de luna llena
cuando un marino
miró de reojo hacia el mar infinito
y distrajo alegremente su mirada
más de un segundo.
Bebiendo va el ya viejo
por las cantinas y casinos
trastornado por lo que vio
en una noche de plenilunio
en que la Pincoya le bailó
una danza de amor con el pecho desnudo.
Autor de la poesía: José Vte. Navarro Rubio
Hermosa mujer, no se,
si ser divino
o sirena de pechos duros
de tanto nadar sobre los surcos
de aguas cálidas y frías
según le venga el meridiano
al mar o al rió.
La Pincoya fecunda,
protege, da cobijo,
es la madre y la hija,
la diosa, bruja, adivina,
maga y buena mujer
que quieren todos los marinos
cuando salen al mar
cantando canciones
que hablan de viejos ritos
y ella da con su amor infinito
buenos días de pesca
a los que se muestran
con el mar caritativos.
Era noche de luna llena
cuando un marino
miró de reojo hacia el mar infinito
y distrajo alegremente su mirada
más de un segundo.
Bebiendo va el ya viejo
por las cantinas y casinos
trastornado por lo que vio
en una noche de plenilunio
en que la Pincoya le bailó
una danza de amor con el pecho desnudo.
Autor de la poesía: José Vte. Navarro Rubio
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