miércoles, 2 de enero de 2013

POESÍA: EN ESTA MI TIERRA



Una tregua
o una batalla
o un silencio
o todo junto
o
una bocanada de aire
caliente
o
frío.

Algo,
solo algo
que delate tu presencia
tu rumba serena,
tus misterios,
aquellos o estos,
todos
esos gestos que me llevan
al encuentro
de aquello que nos une
y que viene
de todos los días
y horas.
Todo aquello
que se recoge
en un suspiro,
en una lagrima,
en un lamento,
provocado
por esta nuestra condición de seres humanos
siempre atormentados
por lo que la vida nos trae
sin esperar
otra cosa que no sea,
paz,
tranquilidad,
silencios,
alegrías,
y penas.

Es la muerte a la que no temo
pues en la vida que llevo
por mi condición humana
se condensan
todas mis ilusiones y temores,
por eso la muerte es
a poco que la deleites y la mezas
una salida a las penas.

Recorrer caminos
solitarios
o llenos de presencias
y pararse
en cualquier punto,
llano,
cuesta,
barrizal,
o asfalto
para oír
como la naturaleza se nos ofrece
con su grata presencia
y esperar
a que esta se nos venga
sin nada más que darle
que no sea
un minuto de tu vida
o toda la vida entera
y continuar
por ese camino
o por esa senda
o por esa vía estrecha, larga, láctea,
para llegar
donde nadie te espera
porque la vida
ya la tienes hecha
y tan hecha
que solo te queda
en ese camino
para el cual sobran
billetes de tren,
carburante de una gasolinera
o pedaleo de pies
cuando vas en bicicleta,
aire en los pulmones
y palabras sueltas
con las que afianzar las pisadas
y subir las cuestas.

Me lleva
cual armado caballero
de traje con lentejuelas,
caballo aparejado
con estandartes y señeras
el recitar
si eso fuera posible
canciones épicas 
y recitar poemas,
entorno
a los inviernos,
a los veranos,
a los otoños
y a las primaveras
llenas
todos elllos y todas ellas
de vida,
y de contiendas
en las que los pobres de mi vida
esos que llenan mis poemas,
y comen de mis rimas
sus pocas letras,
tuvieran
como fuere o fuera
otros alimentos
con más sustancias,
que les sirvieran
para escalar montes,
montañas nevadas,
sierras con árboles milenarios
y por encima de todo
coraje y valor
para afrontar la vida con la cabeza alta
y claras las ideas 

Me llego en mi viaje
hasta allí donde una fuente vierte
como si fuera una cascada
de aguas turbulentas
su dulce canto
de madre
nacida en las profundidades de la tierra
para con su canto
¡que nunca se pierda!
hacer en una alameda
de orquesta
que solo se conforma
ya sean los días largos
y las noches eternas
con endulzar mi alma sedienta
con esas melodías
que en la boca se convierten
en miel de abejas
alimentadas
por esas aguas
que viniendo
desde lugares lejanos
se adentran
por oquedades, simas, gargantas y lenguas
para mansamente,
como si supieran
que yo las espero
con mi boca abierta,
darme lo que quiero
sin pedir nada a cuenta.

Agua bendita de iglesia,
páramo, río, fuente, cascada
o pozo
con brocal de piedra
pido para esas tierras
de mi infancia,
ya casi huerfanas,
pues siempre
desde que la historia se escribe
han sufrido
de la desazón de saberse
mensajeras
de simbolismos ancestrales
que nos llevan
a pueblos de la edad del hierro bronce y piedra
en las altas morretas
defensores contra todo lo que supusiera
invasión de sus tierras
y destrucción de su cultura y lengua.

En esta mi tierra
cada canto, cada piedra,
cada guijarro, cada lasca,
cada grano de arena
es pura materia
 y aunque no hablan, ni ríen
ni nada en ellas demuestran
sentimientos que no sean
frío,  calor, suavidad y aspereza,
ellas solas
estén donde estén
y sean del color que sean
nos vienen a nosotros
cuando las tocamos, pisamos
o cogemos para tirarlas lejos
en un río 
cuyas aguas se las llevan
de onda en onda
hasta esos fondos
donde vuelven a ser almas en pena.

En esta mi vida
se me vienen recuerdos
de todas las épocas
pero los que más preocupan
son los que conllevan 
detrimento de libertades
en esta época
tan marcadamente arisca
con los que esperan 
que la sociedad sea 
para ellos honesta.

Se me vienen  tantas cosas
que el equipaje que llevo a cuestas
es una incógnita que me pesa 
y atormenta.

Calvario sin olivos, corona, cruces,
tras de cada puerta
y detrás de ellas Cristos de madera, de piedra,
pintados en una pared
o en un lienzo de seda
y de carne y hueso con cara de penas
que sufren martirio
sin necesidad de remover las escrituras
ni los cimientos de la tierra
ni de escuchar en misa sermones
de los cuales solo quedan
perdonar pecados y tirar unas monedas
con que salvar el alma
y volver a la cotidiana faena
de olvidarnos del prójimo 
hasta la próxima ecuménica fiesta.

Bien con todo quedo
hasta que llega
el momento oportuno
y la despedida cierta
de quien sueña con molinos,
duerme bajo las estrellas
y se levanta desde siempre
con los ojos llenos de vida nueva
allí donde la piedra habita,
y su corazón duro
duerme a  la espera
de un príncipe valiente
que venga para despertarle
de ese sueño eterno que no cesa.

Autor: José Vte. Navarro Rubio


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