martes, 16 de abril de 2013

SOBRE LA GOLFEMIA Y OTROS ASUNTOS QUE TIENEN QUE VER CON BUSCARINI


Cubierta del libro "La Golfemia" de Salvador María Granés 



Viene todo esto a cuento de un comentario de Javier Perez Andujar en su libro  A la conquista de lo irracional -Salvador Dali-

En dicho libre se dice que la golfemia era el lumpen literario de Armando Buscarini, Pedro Luis de Galvez, Dorio Gádex, Vidal y Planas...y otros poetas luchadores que aparecen evocados por Valle Inclán en Luces de Bohemia. A estos les ha tocado con conformarse con ser los príncipes del reino de la gallofa..y al igual que ellos Salvador Dalid es un joven provinciano con hambre de gloria.

Otros Comentarios de otros autores:

"En los corrillos de la Puerta del Sol ha aparecido una nueva figurilla, pues se trata de un adolescente, casi un niño, más aniñado aún por su diminuta estatura, pero con unos ojos negros, llenos de malicia, y unos labios carnosos y sensuales, fruncidos en una sonrisa hipócrita y taimada de hombre corrido y zarandeado por la vida. Se llama Armando Buscarini.
 

¿De dónde ha venido este pobre muchacho, extraña mezcla de candor angélico y de astucia diablesca, cuyo rostro moreno, con sus ojos negros, grandes, estrábicos y alucinados, y sus orejas, semejantes a alas de murciélago, muestra signos evidentes de anormalidad y hasta de delincuencia, pues recuerda lo que hemos visto en las ilustraciones de Lambroso? Hay algo de falso, de premeditadamente astuto en la aparente humildad con que este Armando Buscarini se acerca a uno, la sonrisa en los labios, y le llama maestro, y le ofrece sus "opúscolus", esos plieguecillos de prosa o verso que él mismo edita y vende, y en cuyas portadas campea su retrato de anormal, de individuo de la "maffia" napolitana, con su mechón de lacio pelo negrísimo, su nariz gruesa, sensual, y esa sonrisa cínica, insistente, empalagosa y engreída.
  

Buscarini, como su nombre lo indica, es italiano por parte de padre y eso explica el italianismo de sus facciones. Y también de su psicología. Su padre, al cual no ha conocido, era un atorrante de la golfemia porteña, alcohólico y maleante, que sedujo a su madre, una pobre mujer que había emigrado a Buenos Aires en busca de fortuna y sólo encontró la de conocer a aquel perdulario, que la hizo madre de este niño inquietante, y huyendo del cual se volvió a España. Buscarini es un bastardo y tiene el complejo de esa clase de seres. No ha conocido a su padre, pues como él dice, con ufanía egolátrica, nació en el mar, a bordo del buque en que regresaba su madre y es, pues, navinato, como D'Annunzio.
Espiritualmente, Buscarini es un producto complejo de lecturas o más bien -porque ¿qué habrá podido leer este chico criado en el arroyo?- de cosas oídas en los corrillos de los hampones ilustrados, como Cubero el filósofo y don Tirso el teólogo y Pedro Luis de Gálvez, el "Gringoire" de esta Corte de los Milagros literaria... Sabe versos de Carrere, como las rameras humildes de la calle San Bernardo, y también de Villaespesa, ha leído alguna novela corta de Vidal y Planas, desde luego "Santa Isabel de Ceres", y "La rosa blanca" de Pedro Luis de Gálvez, y conoce los nombres de Verlaine, Baudelaire y D'Annunzio...
[...]
El rasgo dominante de Buscarini es la egolatría. Pese a ese gesto de humildad a que le obliga su miseria de pedigüeño, él se cree superior incluso a sus maestros. Su egolatría es ingenua y cómica. Se queja ya a los dieciséis años de no ser comprendido y se expresa con la amargura de un viejo fracasado, hablando mal de todo el mundo.
-El mundo es malo -dice- No sabe comprender al poeta... lo deja morir de hambre... Yo voy a escribir mis memorias y luego me suicidaré... Buscarini, efectivamente, está escribiendo y publicando sus memorias a los dieciséis años, con la melancolía de un Chateaubriand.
[...]
Buscarini es un homúnculo literario que quiere vivir en la redoma de la literatura. Da sablazos para editar sus hojitas y luego las va vendiendo por las mesas de los cafés, al módico precio -como él dice- de dos pesetas..., una más con su autógrafo... Y añade: -Hay que ayudar al poeta...- Pero su vanidad es tan grande que no puede prescindir del autógrafo y cuando el cliente dice: "No, sin autógrafo", Buscarini sonríe benévolo y concede: "Bueno... se lo pondré por el mismo precio..." Y tira de estilográfica.
[...]
Con todos estos trucos Buscarini se las busca, como dice Cubero, el filósofo, que hace retruécanos de barrios bajos como cualquier currinche. Incluso su anormaidad le sirve de medio para lograr el óbolo. Salillas y Juarros lo estudian como tipo interesante y lo socorren y ayudan. Y lo mismohace el doctor Sicilia, especialista en enfermedades secretas, a cuya consulta acude el poeta, que padece una sífilis de origen misterioso, atendida su misoginia. Buscarini es un adolescente con todos los vicios y taras de un viejo libertino.
 

R.C.A ("La novela de un literato, 3")
 

LA GOLFEMIA



Salvador María Granés fue uno de esos escritores que gozó de fama y reconocimiento público por sus habilidades en un género tan español como la parodia. En ‘La realidad esperpéntica (aproximación a ‘Luces de bohemia’)’, libro que por otra parte citaba hace unas semanas, Alonso Zamora Vicente nos ofrece una exhaustiva relación de todas las óperas, zarzuelas y numerosas obras de teatro que sufrieron las versiones paródicas de Granés, fecundo libretista del género. Así, ‘Dos fanatismos’ de Echegaray se convirtió en ‘Dos cataclismos’; ‘La pasionaria’, de Leopoldo Cano, se trocó en ‘La sanguinaria’; ‘Thermidor’, drama de Sardou, pasó a llamarse ‘Thimador’; la ‘Tosca’ de Puccini, en ‘La fosca’, y así una larga y prolífica lista que el lector curioso puede también consultar en la Biblioteca Virtual Cervantes, donde puede encontrar los textos de muchas de estas obras, entre ellas ‘La golfemia’, parodia de la ópera ‘La bohème’ de Puccini, que se estrenó en el Teatro de la Zarzuela de Madrid el 12 de mayo de 1900. Zamora Vicente confiesa que no puede precisar la vigencia oral de la palabra “golfemia”, pero debió de circular con profusión en la conversación ordinaria, ya liberada de su origen literario. Una mezcla de golfería y bohemia “que nos lleva a través del ambiente de un Madrid absurdo, brillante y hambriento. El mundo de artistas pobretones, desmelenados… un eco más o menos cercano de los personajes de la ópera de Puccini queda aún en la parodia: Mimí se convierte en Gilí; Rodolfo, en Sogolfo; el músico queda en organillero; Marcelo, pintor, se convierte en Malpelo, pintor de brocha gorda”. Lo importante de la parodia como mecanismo consiste en dejar siempre al menos una pequeña pista que le permita al lector o al espectador reconocer al personaje parodiado. Hoy, la golfemia, como clase social, no la constituyen artistas pobretones y hambrientos de un Madrid finisecular que abría los ojos al nuevo siglo XX. Si Granés levantara la cabeza y cogiera la pluma, pintaría una España llena de golfos de coche oficial, de maletines y empresas, de despilfarro o apropiación de dinero público, de jueces prevaricadores, gentuza que A. Machado definía perfectamente: “trepadores y cucañistas, sin otro propósito que el de obtener ganancia y colocar parientes”. ¿Nombres? No hace falta ni deformarlos ni citarlos porque lamentablemente todos los conocemos. ¿Y los artistas? Panda de pelotas subvencionados, lameculos de la ceja, que deshonran a aquella otra golfemia, la más honesta, de pobretones y hambrientos; esa golfemia que nos pintara Valle-Inclán en la heroica figura clásica de Max Estrella. José López Romero. 


No hay comentarios :

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...