Pasa todo en la vida a velocidad de crucero,
hasta el ave de la vida
con el cual volaremos por los cielos
ya del nido se fue,
y desde mi casa lo observo
y yo lo miro
y él me mira
y los dos de esta forma nos vemos.
Es compañero de sabiduría ciega,
de muchos amores sinceros,
de viejas cuentas por aclarar,
de poemas rotos por el tiempo
y de otros por entrega
para los que no encuentro
destinatario en el listín de correos.
Y es que nos espera,
en este tiempo
en que componemos poemas,
un sonido acompasado
a platillos y tambores,
trompetas y cencerros.
Nos queda un suspiro largo
y un retorno al tiempo de los tiempos.
Nos queda un mágico despertar
a una primavera verde
llena de amores que se van yendo.
A ella iremos acudiendo
por una olvidada senda
que ya otros recorrieron
si es que queremos
ser en todo consecuentes
con nuestro destino en el universo,
ya polvo o carne seca, o ya huesos
ya diamantes o fuego, sal
o lo que se quiera
y es que un vacío inmenso nos inundará
por fuera y por dentro,
algo parecido a cuando soñamos
que todo pasa ante nosotros
y mientras tanto
solo reacciona el cerebro,
permaneciendo todo lo demás
incluido los músculos del cuerpo muertos.
Todo esto es lo que en este poema se chapurrea
antes de hundirse en esta última estrofa,
me crean o no me crean,
esté o no en lo cierto.
Autor: José Vicente Navarro Rubio