Nos lleva el fotógrafo con su cámara de fotografiar por la calle Melgarejos hacia la Carrera y hacia el paso de servidumbre que se abre a la misma carretera comarcal. Tenía esta calle una tienda la de Olegario, siempre campechano él, y un bar que pasó por diferentes manos hasta que al final se cerró. Al final de la calle se ve un trozo de fachada en lo que hace muchos años hubo casa de pastores y viviendas donde se acomodaba y vivían diferentes trabajadores, mayordomo y mozos, de lo que fue la hacienda de D. Luis Belinchón Ruiz Zorilla.
Todas las calles tienen su alo y esta como el resto también. Recuerdo cuando venías al pueblo a pasar unos días o unas vacaciones como la tienda, estanco, ferretería, de todo un poco, de Olegario siempre estaba abierta y este hombre te despachaba mientras te preguntaba y te daba, al despedirte, recuerdos para tus padres: siempre tenía algunas palabras. Son de esas imagines que quedan clavadas. Todavía muchas veces cuando llegas al pueblo lo primero que haces es mirar hacia ese lugar que intuyes que debería estar abierto. Pero, la vida pasa y como es normal cada uno de nosotros de acuerdo con su edad aprecia aquello que más le llamó la atención en un momento determinado de su vida.
Nuestras vidas transcurrían de una manera más lenta que las vidas de las generaciones posteriores a la nuestra y casi seguro que la percepción de estas instantáneas, fotografías, es diferente. Nosotros, los de mi edad, más de 50 años, vivimos a caballo entre tres mundos: el de nuestros padres, abuelos, y bisabuelos, que fue muy parecido al nuestro; el nuestro y el de nuestros hijos.
Como iba diciendo la fotografía recoge ese marco tan concreto de la calle Melgarejo y de su encontronazo con la Carrera y con el Paso de Servidumbre y nos deja esa gran casona a la derecha a la cual yo recuerdo haberla visto desde siempre igual. Como si el tiempo no pasara.
Todas las calles tienen su alo y esta como el resto también. Recuerdo cuando venías al pueblo a pasar unos días o unas vacaciones como la tienda, estanco, ferretería, de todo un poco, de Olegario siempre estaba abierta y este hombre te despachaba mientras te preguntaba y te daba, al despedirte, recuerdos para tus padres: siempre tenía algunas palabras. Son de esas imagines que quedan clavadas. Todavía muchas veces cuando llegas al pueblo lo primero que haces es mirar hacia ese lugar que intuyes que debería estar abierto. Pero, la vida pasa y como es normal cada uno de nosotros de acuerdo con su edad aprecia aquello que más le llamó la atención en un momento determinado de su vida.
Nuestras vidas transcurrían de una manera más lenta que las vidas de las generaciones posteriores a la nuestra y casi seguro que la percepción de estas instantáneas, fotografías, es diferente. Nosotros, los de mi edad, más de 50 años, vivimos a caballo entre tres mundos: el de nuestros padres, abuelos, y bisabuelos, que fue muy parecido al nuestro; el nuestro y el de nuestros hijos.
Como iba diciendo la fotografía recoge ese marco tan concreto de la calle Melgarejo y de su encontronazo con la Carrera y con el Paso de Servidumbre y nos deja esa gran casona a la derecha a la cual yo recuerdo haberla visto desde siempre igual. Como si el tiempo no pasara.
José Vte. Navarro Rubio
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