La Calle de Melgarejo nace en la Carrera y sube hasta la Calle de la Iglesia. Actualmente en la misma calle hay una travesía también denominada con el mismo nombre. Calle ancha y amplía en la que se ubicaban los mejores caserones del Pueblo que pertenecían a los linajes de los Sandovales, Belinchones y Melgarejos. En esta misma calle se ubicaban las antiguas escuelas y la casa curato. Es una calle para conservar aunque alguno de sus edificios más monumentales como la casona de los Sandovales con escudo heráldico en su puerta principal ya haya desparecido. Lean la poesía y disfruten con ella:
Si yo pudiera coger con una red la luna
e inmovilizarla sobre el cielo de Pinarejo
la colocaría en ese trozo de espacio
donde las Calles de “Melgarejo”
y de “La Iglesia” irremediablemente se juntan
como sí en ello desde siempre les fuera
a una, la que sube, y a la otra, la que se cruza,
la vida.
Cuantas veces,
de esa infancia ya perdida
que a veces me brota
y viene al alma,
pasé entre grandes caserones
de camino a la escuela de párvulos
sin darme cuenta porque era un niño
de lo que representaba para nuestro pueblo
el linaje de los conocidos Melgarejos.
Pinarejo es a Melgarejo
sin ningún lugar a dudas
como una bella historia de amor
que habla de lágrimas y alegrías
entre un hombre que abandona a su mujer
para irse enamoradamente con su querida.
¡Ay Melgarejos si levantarais la cabeza
y vierais que es de lo vuestro que pensaríais?
Por ser; es la Calle yo diría
el último recuerdo que queda
de una aventura o desventura
escrita con letras doradas
entre un linaje y un pueblo
que quiso que la historia de Pinarejo
fuera también la suya.
Nace el pueblo con los Melgarejos
roto ya el cordón umbilical
que con el Castillo le unía
y sólo de esta forma se entiende
que una calle lleve el apellido
de aquel que tanto empeño puso
en que Pinarejo dejara de ser
una aldea, en la Mancha, perdida.
¡Y es Calle Melgarejo
en ese lejano interés
de querer ser de por vida
más que una Calle una leyenda
cuando de forma directa
hacia el cielo te izas
a la búsqueda de los brazos de un Señor
con más altos vuelos y además Divino.
que será quién finalmente ponga
las cosas en su debido sitio!
José Vte. Navarro Rubio
Nos lleva el fotógrafo con su cámara de fotografiar por la calle Melgarejos hacia la Carrera y hacia el paso de servidumbre que se abre a la misma carretera comarcal. Tenía esta calle una tienda la de Olegario, siempre campechano él, y un bar que pasó por diferentes manos hasta que al final se cerró. Al final de la calle se ve un trozo de fachada en lo que hace muchos años hubo casa de pastores y viviendas donde se acomodaba y vivían diferentes trabajadores, mayordomo y mozos, de lo que fue la hacienda de D. Luis Belinchón Ruiz Zorilla.
Todas las calles tienen su alo y esta como el resto también. Recuerdo cuando venías al pueblo a pasar unos días o unas vacaciones como la tienda, estanco, ferretería, de todo un poco, de Olegario siempre estaba abierta y este hombre te despachaba mientras te preguntaba y te daba, al despedirte, recuerdos para tus padres: siempre tenía algunas palabras. Son de esas imagines que quedan clavadas. Todavía muchas veces cuando llegas al pueblo lo primero que haces es mirar hacia ese lugar que intuyes que debería estar abierto. Pero, la vida pasa y como es normal cada uno de nosotros de acuerdo con su edad aprecia aquello que más le llamó la atención en un momento determinado de su vida.
Nuestras vidas transcurrían de una manera más lenta que las vidas de las generaciones posteriores a la nuestra y casi seguro que la percepción de estas instantáneas, fotografías, es diferente. Nosotros, los de mi edad, más de 50 años, vivimos a caballo entre tres mundos: el de nuestros padres, abuelos, y bisabuelos, que fue muy parecido al nuestro; el nuestro y el de nuestros hijos.
Como iba diciendo la fotografía recoge ese marco tan concreto de la calle Melgarejo y de su encontronazo con la Carrera y con el Paso de Servidumbre y nos deja esa gran casona a la derecha a la cual yo recuerdo haberla visto desde siempre igual. Como si el tiempo no pasara.
Nos lleva el fotógrafo con su cámara de fotografiar por la calle Melgarejos hacia la Carrera y hacia el paso de servidumbre que se abre a la misma carretera comarcal. Tenía esta calle una tienda la de Olegario, siempre campechano él, y un bar que pasó por diferentes manos hasta que al final se cerró. Al final de la calle se ve un trozo de fachada en lo que hace muchos años hubo casa de pastores y viviendas donde se acomodaba y vivían diferentes trabajadores, mayordomo y mozos, de lo que fue la hacienda de D. Luis Belinchón Ruiz Zorilla.
Todas las calles tienen su alo y esta como el resto también. Recuerdo cuando venías al pueblo a pasar unos días o unas vacaciones como la tienda, estanco, ferretería, de todo un poco, de Olegario siempre estaba abierta y este hombre te despachaba mientras te preguntaba y te daba, al despedirte, recuerdos para tus padres: siempre tenía algunas palabras. Son de esas imagines que quedan clavadas. Todavía muchas veces cuando llegas al pueblo lo primero que haces es mirar hacia ese lugar que intuyes que debería estar abierto. Pero, la vida pasa y como es normal cada uno de nosotros de acuerdo con su edad aprecia aquello que más le llamó la atención en un momento determinado de su vida.
Nuestras vidas transcurrían de una manera más lenta que las vidas de las generaciones posteriores a la nuestra y casi seguro que la percepción de estas instantáneas, fotografías, es diferente. Nosotros, los de mi edad, más de 50 años, vivimos a caballo entre tres mundos: el de nuestros padres, abuelos, y bisabuelos, que fue muy parecido al nuestro; el nuestro y el de nuestros hijos.
Como iba diciendo la fotografía recoge ese marco tan concreto de la calle Melgarejo y de su encontronazo con la Carrera y con el Paso de Servidumbre y nos deja esa gran casona a la derecha a la cual yo recuerdo haberla visto desde siempre igual. Como si el tiempo no pasara.
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