La Carrera es la entrada natural al pueblo y como tal la calle profundiza hasta converger en La Plaza. No se puede concebir el pueblo sin La Carrera. De siempre ha sido un lugar de paso hacia cualquier lugar: Cementerio, eras, Plaza, iglesia, Castillo o Santa María de ahí que tenga ese algo especial que yo intento expresar en el poema. Para eso hay que imaginársela como es ahora, como fue hace unas décadas y como tuvo que ser en aquellas épocas en las cuales por ser ni habíamos nacido.
Desde su vigía eterna
tanto en las noches
de claras y ocultas lunas
como en los días
de frío, calor y nieves agobiantes
la Carrera como calle no es
sólo un espacio finito
de un pueblo cualquiera,
es como su nombre indica
el principio de una aventura romántica
que nace a la entrada de la Plaza
y finaliza en la misma Carretera.
Cuando Pinarejo era un pueblo mesteño
de pastores, zagales, apriscos y veredas
y de trashumancia en la alta sierra
balaban las ovejas de alegría
cuando entraban al pueblo por la Carrera
a sabiendas
de que se les había acabado el destierro
en las altas y bajas tierras
de verdes pastos y frescas alamedas.
Lejanos ya esos días
luce ahora la Carrera
fuente y escudo de piedra
como si fuera una novia
vestida de blanco y perfumada
con aromas de plantas
recogidas en La Montesina
y transportadas hasta Pinarejo
en labios de fina seda.
Sólo me quedo
de aquellos y estos tiempos
con el sonido de los pasos
al caminar lentamente hacia mi casa
y después con las sombras de la noche
saliendo a mi encuentro
como queriendo decirme
pinarejero anda deprisa y no te detengas
que soy el traidor frío que la sangre hiela.
Desde su vigía eterna
tanto en las noches
de claras y ocultas lunas
como en los días
de frío, calor y nieves agobiantes
la Carrera como calle no es
sólo un espacio finito
de un pueblo cualquiera,
es como su nombre indica
el principio de una aventura romántica
que nace a la entrada de la Plaza
y finaliza en la misma Carretera.
Cuando Pinarejo era un pueblo mesteño
de pastores, zagales, apriscos y veredas
y de trashumancia en la alta sierra
balaban las ovejas de alegría
cuando entraban al pueblo por la Carrera
a sabiendas
de que se les había acabado el destierro
en las altas y bajas tierras
de verdes pastos y frescas alamedas.
Lejanos ya esos días
luce ahora la Carrera
fuente y escudo de piedra
como si fuera una novia
vestida de blanco y perfumada
con aromas de plantas
recogidas en La Montesina
y transportadas hasta Pinarejo
en labios de fina seda.
Sólo me quedo
de aquellos y estos tiempos
con el sonido de los pasos
al caminar lentamente hacia mi casa
y después con las sombras de la noche
saliendo a mi encuentro
como queriendo decirme
pinarejero anda deprisa y no te detengas
que soy el traidor frío que la sangre hiela.
José Vte. Navarro Rubio
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