Miranda de Arga, 1503-Roma, 1576) Teólogo español. Acudió al Concilio de Trento como legado del emperador Carlos V (1543), donde defendió la obligatoriedad de la residencia episcopal. Felipe II lo envió a Inglaterra. Fue nombrado arzobispo de Toledo en 1558 y acusado de luteranismo ante la Inquisición por su obra Comentarios sobre el catecismo romano fue a prisión (1559-1567). En 1563 el Concilio de Trento declaró ortodoxa su obra, pero hasta 1576 no fue absuelto. Su proceso fue una muestra de la pugna entre el regalismo de Felipe II, representado por la Inquisición, y la jurisdicción papal.
CALLE DE CARRANZA
¿Arzobispo Bartolomé Carranza
por donde andas y estás,
pues en Pinarejo tienes una calle
que hace honor a tu Santidad
y cristiana caridad?
Sufriste destierro de España
pues de hereje se te acusó
por un tal Fernando de Valdés
para más decir fiero Inquisidor.
En el castillo de Sant Angelo
tus huesos dieron a dar
y en el convento de Santa Maria Sopra
la muerte tranquilamente te vino a visitar
mientras esperabas con resignación
de su Santidad el Papa su perdón.
Cuantos celos tu sabiduría despertó
buen arzobispo de Toledo,
y recto Cardenal Primado de España
de entre todos el mejor.
Tal fue la cobardía
que el mismo Felipe II,
el mismísimo emperador,
llorando de pena un día
en manos de Melchor Cano,
a sabiendas, de que serías condenado,
sin reparos te arrojó.
La calle de Carranza
cerca de la Iglesia de Santa Águeda
tiene su caudal
aunque el arzobispo descansa
por lo que queda de eternidad
en Toledo, ciudad esta
de la que nunca debió marchar.
Yo le pondría de nombre a la calle
“Calle de D. Bartolomé Carrranza
hombre de Dios y del Rey muy leal
que por culpa de un catecismo
y de Fernando Valdés, Inquisidor General,
de España se tuvo a Roma que marchar
para nunca más en vida a su tierra regresar.
CALLE DE CARRANZA
¿Arzobispo Bartolomé Carranza
por donde andas y estás,
pues en Pinarejo tienes una calle
que hace honor a tu Santidad
y cristiana caridad?
Sufriste destierro de España
pues de hereje se te acusó
por un tal Fernando de Valdés
para más decir fiero Inquisidor.
En el castillo de Sant Angelo
tus huesos dieron a dar
y en el convento de Santa Maria Sopra
la muerte tranquilamente te vino a visitar
mientras esperabas con resignación
de su Santidad el Papa su perdón.
Cuantos celos tu sabiduría despertó
buen arzobispo de Toledo,
y recto Cardenal Primado de España
de entre todos el mejor.
Tal fue la cobardía
que el mismo Felipe II,
el mismísimo emperador,
llorando de pena un día
en manos de Melchor Cano,
a sabiendas, de que serías condenado,
sin reparos te arrojó.
La calle de Carranza
cerca de la Iglesia de Santa Águeda
tiene su caudal
aunque el arzobispo descansa
por lo que queda de eternidad
en Toledo, ciudad esta
de la que nunca debió marchar.
Yo le pondría de nombre a la calle
“Calle de D. Bartolomé Carrranza
hombre de Dios y del Rey muy leal
que por culpa de un catecismo
y de Fernando Valdés, Inquisidor General,
de España se tuvo a Roma que marchar
para nunca más en vida a su tierra regresar.
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