Silenciosas manos me arropan
y las creo sentir
en esos momentos que me vienen
a altas horas de la madrugada
en que un certero frío
invade los cuerpos
tras atravesar el marco de la ventana.
Leves manos mueven las brasas
y colocan el puchero
con temple y gracia
en aquellos largos inviernos
de nieves y continuas escarchas.
Cálidas manos me peinan y preparan
para salir de casa
en busca de ese colegio,
de secos tarugos y leche americana,
que me ronda por la cabeza
a estas horas de la mañana
en que salgo de casa.
Cuidadosas manos
mueven esa cuna
en la que mi alma descansa
mientras oigo una melodía
que dice:
"duermete niño, duermete ya"
Misteriosas manos
me llevan
allí donde sombras inmóviles
juegan a ser nuestras hadas.
José Vte. Navarro Rubio
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