Bulle el pueblo,
después de los veranos caídos,
y surge como si fuera
una extraña melodía
el sonido de una acordeón
tocando viejas canciones
de aquellas de toda la vida
que alegran el corazón.
Son ecos lejanos los que me llevan
a la búsqueda de esa melodía
que decae, suena y chilla
como en los días de matazón
cuando el matarife cumplía
con su oficio triste de asesino a sueldo.
Negro el humo
por la chimenea sale
camino de esos cielos
después de calentar la casa.
Y huele el pueblo
a olivo, pino y carrasca,
son olores que por la noche le vienen
y con el relente se marchan.
José Vte. Navarro Rubio
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