Ahora solo me queda resignarme
y conformarme con soñar en que algún día remontaré
las llanuras, colinas y mares hasta llegar
a esas costas acantiladas en cuyas aguas descansan
en las aguas abismales pecios de barcos
que encallaron en las oscuras noches
y se convirtieron en juguetes del destino
antes de ser engullidos por sus frías aguas.
Creo ver un pueblo a lo lejos entre verdes pastizales
y una carreta tirada por una mula flaca
que se aleja por un camino de barro y agua
entre sones de música, silbidos y baladas que hablan
de aquellos tiempos en que hombres de corazones nobles
cantaban en una vieja posada,
de viajantes sin ganas de llegar hasta sus casas,
junto a unas buenas jarras de cerveza, whisky o ron,
viejas canciones aprendidas desde la tierna infancia.
Y ya en la cama arropado por una tenue sabana
me llega el sueño y por mi mente pasan,
a esas horas de la noche en que hasta el tiempo se para,
el ruido de la lluvia al pegar sobre la ventana
y el ladrido lejano de un perro
que a la búsqueda de refugio marcha
mientras se oyen voces cercanas de hombres que hablan
de un viaje próximo al país de las libertades conquistadas.
José Vte. Navarro Rubio
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